Publicado en Página Siete y Los Tiempos el 6 de febrero de 2011
Si hay un sector de la sociedad vapuleado ese es la clase media, la gran protagonista y la gran olvidada. ¿Pero qué es la clase media? Los marxistas la definieron como aquel sector que no ha podido acceder a los beneficios de las elites creadas por el capitalismo, pero que no está, por sus rasgos económicos (al no ser parte del circuito de producción de bienes), en el proletariado. Su destino es su empobrecimiento progresivo que la conducirá hacia el proletariado.
En puridad no es una clase social sino un grupo social que no puede reivindicar otra cosa que sus propias aspiraciones materiales de bienestar. El concepto, sin embargo, se ha impuesto de tal modo que no hay otro modo que usarlo a pesar de las reservas que despierta.
La clase media boliviana, además, no se había constituido de manera significativa hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. La creciente urbanización del país que lo ha llevado a tener casi el 70% de su población en áreas urbanas, nos obliga a revisar definiciones y también roles. La idea clásica de una clase media representada en el funcionario (a) o profesional liberal de traje y corbata y de vestido sastre, es largamente anacrónica. La mirada debe extenderse a las características intrínsecas de nuestra cultura y nuestras formas propias. En buena medida, además de sus rasgos aceptados universalmente, parte de ella está en la economía informal, parte tiene una fuerte raíz rural y/o indígena, parte está a caballo entre el salario más bien paupérrimo y la actividad por cuenta propia en la que no se debe descartar la punta productiva, ni la punta del comercio apoyado en el contrabando. Pero lo que es común y en esto poco se diferencia de sus pares en América Latina, es su carácter de sandwich, su estar en un terrible limbo, en el que la prescindencia de ella es la norma.
Desde la política y desde el Estado, la conquista de la clase media es un imperativo, se da por bueno que si no se ha seducido a la clase media las posibilidades de contar con una base social sólida son mínimas. En teoría eso implica una moderación del discurso radical de reivindicación, o una moderación del discurso radical de acumulación. El lugar común es que es conservadora por naturaleza, poco proclive a salir a las calles para luchar por sus derechos o enfrentarse a medidas que la afectan directamente, y que sólo se expresa a través del voto. En Bolivia esto es parcialmente cierto. Ocurre que la línea que divide a los sectores más pobres de una clase media empobrecida e incluso relativamente acomodada, no son tan nítidos como en otros lugares (en los que la diferencia también se va diluyendo), no sólo por razones económicas sino también por razones sociales y culturales. Los lugares comunes no alcanzan para las definiciones convencionales. Los problemas de uno y otro sector son frecuentemente similares y eso ha llevado a que, contra todo pronóstico, la clase media se manifieste en las calles de manera muy significativa en algunos momentos de nuestra historia reciente.
Pero lo que importa es que casi siempre paga las consecuencias de las tensiones que pasan por alto sus intereses y su desesperada búsqueda de estabilidad. En ese contexto, se trata de un sector conservador, pero no necesariamente porque esté emparentado con el inmovilismo. Finalmente, en 2005 y 2009 se decantó por un apoyo mayoritario a la candidatura de Morales. No, se trata de la necesidad de tener certidumbre. Esa búsqueda es el fiel de la balanza que el país necesita. Cuando se quiebra, el equilibrio se rompe, sea porque se prescinde de su voz, sea porque las cosas llegan a un punto que quienes “preservan el orden” pierden legitimidad y entonces la clase media se rebela y se enfrenta.
Lo que manda es, sin embargo lo primero, la prescindencia, la discusión protagonizada por los grupos organizados, el diálogo de intermediaciones se ha roto. Votamos por representantes nacionales que no nos representan y por eso pasamos de ellos. El poder vigente hoy ha construido la “política en las calles” y pretende que sea allí donde se resuelvan todos los problemas. El pueblo movilizado no responde necesariamente al gobierno y este comienza a preguntarse sobre su propio destino. Es la historia del aprendiz de brujo…
Es en momentos como este en los que se demuestra el rol moderador de la clase media, en un sentido de construcción de convivencia, respeto y tolerancia, porque la certidumbre es una necesidad humana lógica para la construcción de cualquier proyecto personal o colectivo que busque una mejora cualitativa de nuestra actual condición de vida. La clase media es por eso protagonista y es menester entender su papel fundamental, la definición correcta de sus características dentro de la sociedad boliviana, lo que implica barrer los lugares comunes y colocar las cosas en su adecuada dimensión. No podemos seguir prescindiendo de un jugador tan importante que, además, puede generar una referencia social, económica y política en medio de la polarización, el sectarismo y la permanente negación del otro.
¿Qué opina de centros comerciales como el Megacenter? ¿Podríamos considerarlos un símbolo mesocrático? De ser así, ¿no le parece que las clases medias –así, en plural– en las principales ciudades del país só son protagonistas, si no en lo político, al menos en lo económico?
La idea era precisamente incluir en el análisis una idea más amplia de las clases medias, pero tu ejemplo es bueno. La movilidad social se puede apreciar en el MC y creo que sí, hablamos de un protagonismo económico, aunque sería insuficiente dejarlo en esa lectura