Publicada en Página Siete y Los Tiempos el 25 de diciembre de 2001
En 1960 Louis Pauwels y Jacques Bergier publicaron el libro El Retorno de los Brujos, una relectura de lo que los paradigmas cartesianos y racionalistas habían impuesto como única posibilidad de entender el mundo. Los autores recuperaban el universo fantástico, o mejor, el realismo fantástico, y se prestaban modelos de autores tan diversos pero tan influyentes como Lovecraft, Clarke, Borges o el propio teólogo jesuita Theilard de Chardin.
Las cosas, dijeron, no son como parecen, o cuando menos, no tienen una sola arista. Un imponente prisma nos debiera permitir mirarlas de diversos modos, entenderlas de varias maneras y, sobre todo, recuperar del pasado aquello que la razón marcaba como unidimensional y devolverle toda su riqueza.
La obra de Pauwels y Bergier que tuvo un gran impacto en la década de los años sesenta, se fue perdiendo en el horizonte de lo efímero y hoy parece sólo una anécdota.
Pero hete aquí que el mundo supuestamente racionalista y cartesiano cuestionado por estos escritores, enfrenta hoy un cúmulo de preguntas sin respuestas referidas a un tipo de realismo fantástico al revés. No retornó una mirada desprejuiciada de los fenómenos “naturales” o del orden imperante, no, lo que ocurrió es que se creó la virtualidad como una de las formas de la realidad. No es el realismo fantástico, sino el realismo virtual el que domina en el siglo XXI, después de un cierto cinismo descreído que se dio por llamar posmodernismo.
La virtualidad de los días que corren no está anclada exclusivamente en la cibernética sino en la construcción de los castillos virtuales sobre los que se ha edificado el éxito y el fracaso de la riqueza en el mundo.
Los brujos volvieron no para demostrar que la alquimia era posible, sino que de hecho la hicieron realidad. La transmutación de metales comunes en oro –una de las expresiones de la alquimia- llevó al planeta a su momento de mayor auge y al comienzo de su mayor crisis. Los alquimistas de este siglo, bajo el paraguas protector de las bolsas de valores y apañados por la tecnología más sofisticada, lograron amasar fortunas incalculables no en generaciones, ni en décadas, ni en años siquiera, sino todos los días en apenas segundos. Una mirada de lince, una gran intuición, una cantidad dada de información privilegiada, unas cuantas llamadas transoceánicas, y tras apretar una tecla, el milagro (la maldición) de la alquimia se convirtió en realidad una y mil veces. No es necesario contar con metales comunes de origen, ni hacer complejas y esotéricas aleaciones, menos adentrarse en profundas consideraciones filosóficas. De lo que se trata es de hacer cuentas, operaciones que convierten dinero virtual en ganancias virtuales y riqueza real basada en la virtualidad. Esos brujos que no necesitan tocar una moneda de oro, ni siquiera billetes que lo representan, munidos de multicolores tarjetas de crédito, compran bienes materiales tangibles, no virtuales, gracias a extrañas y alquímicas transacciones en medio de códigos oscuros, enrevesados e incomprensibles para el 99,9% de los mortales que habitan el planeta, y que son en la mayor parte de los casos víctimas de estos druidas del siglo XXI. Los ingredientes que han permitido tal “hazaña” son: una inteligencia peculiar, mucha intuición, sangre de tiburón, prescindencia completa de escrúpulos y de engorrosos cargos de conciencia, y la conformación de una cofradía de elegidos que ha logrado enredar de tal modo lo que hace, que cualquier explicación coherente de sus mecanismos es prácticamente imposible, lo que ha convertido su labor en una insondable caja negra.
Los nuevos brujos se han adueñado del mundo, no responden, como creen muchos ingenuos, a los intereses de las grandes potencias mundiales, lo que hacen es controlarlas como controlan todo lo demás, y han penetrado de tal modo en sus intersticios que ningún líder político por bien intencionado que esté para cambiar este estado de cosas que ofende, indigna y sobre todo mata sin misericordia a millones de seres humanos, tiene posibilidad alguna de lograr sus objetivos, sea porque es rápidamente cooptado por los brujos, sea porque es neutralizado por estos. “si no puedes con ellos, únete a ellos”.
Nada hay, hoy por hoy, que nos haga pensar que las cosas van a cambiar. Lo que las naciones desarrolladas en crisis tratan de hacer, es ajustarse los cinturones sin modificar un milímetro la esencia obscena y de lujuria de los brujos dueños de este mundo atribulado al que han puesto contra la pared.
Más de un autor de ficción escribió o hizo películas sobre un planeta en el que la tecnología, los robots, los sistemas políticos, etc. llegaban a una complejidad tal que se hacían incontrolables. Pues bien, ese día llegó hace rato. El sistema financiero mundial se ha hecho incontrolable y está manejado por unos pocos que nos comen las entrañas todos los días.
Los brujos lograron la alquimia. No es una película, es la verdad. El gobierno mundial tras los muros de las bolsas y apoyado en la “magia” de la virtualidad nos tiene atrapados. Ojalá que con salida.
Creo, espero equivocadamente, que este magistral ensayo suyo pasó mayormente desapercibido tanto entre los lectores como en sus colegas, ni que decir el gobierno o los que fungen de «oposicion».
Pues a mi, me parecio chevere.