Publicada en Página Siete y Los Tiempos el 17 de julio de 2011
En este escenario no exento de cierto tono delirante, se ha empezado a categorizar categorizar las expresiones culturales a partir de su carácter “neoliberal” o “socialista comunitario” y, como en la política, hay quienes pretenden marcar su año cero de la cultura en la sacrosanta fecha del 21 de enero de 2006, día de la entronización del Presidente Morales en Tiwanaku.
No faltará quien afirme que el fin de la actividad como galerista de Norah Claros, la más destacada en los últimos cuarenta años, es la confirmación del fin del ciclo “neoliberal” de la plástica boliviana. Precisamente la plástica es un buen referente para hacer algunas reflexiones en torno al tema.
Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si Gastón Ugalde es un artista nacionalista revolucionario (al usar con imaginación al célebre indio que adornó los billetes de la época del MNR), neoliberal (los caballos de la hiperinflación), pluri-multi (la botella de Coca Cola “andina”) o representante conspicuo de la nueva cultura del Estado plurinacional. Al fin y al cabo la imagen mural de Tupak Katari que le encargué siendo presidente para el hall de palacio de gobierno y que se inauguró en abril de 2005, se ha convertido en el icono más querido del panteón de los nuevos héroes de la patria de la wiphala.
Podríamos indagar si Alfredo La Placa, cuya obra transita desde mediados de los años cincuenta con una coherencia estilística abrumadora y una capacidad para descubrir lo profundo de la tierra, es o no un resabio del decadente arte abstracto “inventado” por Occidente.
Podríamos dudar de si Gil Imaná, formado en la Revolución del 52, preanunciaba con sus desgarradoras madres indígenas en su hieratismo conmovedor la llegada de un nuevo tiempo de transformación, o marcaba los resabios de un Estado incapaz de combatir la pobreza y la discriminación.
Podríamos cuestionar a Raúl Lara, el gran pintor del mestizaje boliviano, de la cultura chola, de su extraordinaria riqueza de color y vitalidad. Lara contradice en toda su obra el paradigma de quienes pretenden que el mestizaje es una categoría inventada en 1952 para “ahogar” lo indígena. ¿Qué hacemos con él?
Podríamos tratar de saber porqué Guiomar Mesa logró desentrañar el matrimonio indisoluble entre la simbología prehispánica y la colonial en una pintura cuya fuerza no requirió el advenimiento de la buena nueva del 2006 para leer con lucidez la herencia esencial que nos dejó el pasado.
Podríamos tal vez indagar en los trabajos de Edgar Arandia, cuya universalidad temática se enlaza sin dificultad con nuestra raíz en una pintura que frecuentemente nos provoca, y si no conociéramos su pensamiento político, identificarlo con la debatida y combatida influencia occidental que el nuevo Estado cuestiona en su esencia.
Podríamos decirle a Keiko que su pintura fresca, fuera de toda consideración de tiempo y lugar, está a contramano de este proceso de cambio porque en ella, salvo los colores, poco se puede recoger de las arrugas de nuestros ancianos del Ande.
Podríamos objetarle a Gonzalo Condarco que desnaturalice la esencia en el tratamiento de la piedra al estilo prehispánico, para convertirla en un maravilloso objeto leve, de celajes e insinuaciones celestiales.
Podríamos preguntarle a Ejtih Stij, a Marcelo Callaú (si aún viviera), Juan Bustillos, a Roberto Valcárcel, a Tito Kuramoto al propio Lorgio Vaca, si sus miradas y manejo de materiales y temas, su luz, la perfección al tacto de la madera y la cerámica, responden desde el verdor de los llanos a los desafíos de este tiempo de comunitarismo social.
Por el contrario, lejos del supuesto arte “de los poderosos”, podríamos sumergirnos en la belleza fascinante de los instrumentos de viento y los trajes y los bailes y el estruendo de la fiesta en expresiones tan increíbles como el Carnaval de Oruro y el Gran Poder (cuyo costo individual y colectivo subvencionaría cien galerías de arte indefinidamente, pagando a buen precio cada uno de sus cuadros) y, si alguien no lo supiera, incluso pretender que desde 2006 estas expresiones finalmente se han apropiado de las calles. Pero –para desgracia de los epígonos del “proceso”- sabemos que lo hicieron hace ya muchos años, sabemos que la fiesta era ya protagonista de las ciudades hace décadas y décadas, y sabemos algo más, que Oruro y el Gran poder son la quintaesencia del mestizaje, que simplemente no existirían sin nuestro pasado colonial.
Nada hay ya en nuestras expresiones creativas y en nuestras celebraciones más importantes y en la belleza de esta cultura múltiple, que pueda prescindir de Occidente por mucho que el Presidente Morales haya tocado la trompeta en fiestas andinas. La trompeta sigue siendo de origen europeo, ni que decir de las botas y las minis y las tangas y los maquillajes y las pestañas alargadas y las uñas rojo sangre de las caporalas, o los mantones de manila y los sombreros bombín y las polleras que lucen con elegancia las cholas, heredades del más conspicuo Madrid del siglo XVIII.
Que Norah Claros deje de ser la entrañable promotora de la plástica que ha sido es una verdadera pena, pero que nadie olvide que en cuarenta años de trabajo pasaron por sus salones los mejores artistas del país, no para las elites, sino como testimonio vivo de una parte muy importante de la creatividad de los bolivianos.
Mi persona es aun admirador de Carlos D. Mesa Gisbert, «Historiador». es más, hincha y fanático cuando estaba en la presidencia fungiendo como Primer ciudadano de la República de Bolivia (excelentisimo presidente).
Claro, no estoy loco ni trasnochado para asentir lo que afirma en su columna, me parece que su persona debe descolonizarse de la ideas, pensamientos y muchas ocurrencias más, que se les ocurra a quienes todavía subjetivamente y concientemente hacen de su buena forma de comunicarse intentar convencer a los hermanos bolivianos quienes le admiramos, se nota que todavia dependen como cipayos a de quienes siempre a detentado el poder sin importar como.
Qué lamentable, los de siempre los que tienen buenas intenciones(aparentemente) confunden. La pregunta es (con todo respeto)
Don Carlos, será que la historia escrita por su persona es valida en un contexto descolonizado, en la que verdaderamente el pensamiento boliviano se imponga, no elñ de unos dizque iluminados, los que siempre opinan en los medios de comunicacion sin convicción de ser libres.
Humildemente le ruego no confunda, ilumine, pareciera que es un tonto util y creo que usted es una buena persona pero que debe descolonizarse de las viejas practicas de los de siempre.
Atte. Jhonny Ramos.
Pregunta:
¿Cuáles son las afirmaciones de mi artículo «Arte en Tiempos de cambiuo» que confirman que debo «descolonizarme de las viejas prácticas de los de siempre?