Publicado en Página Siete y Los Tiempos el 29 de mayo de 2011
Hasta ahora podemos hablar de tres pilares constitutivos del proyecto masista. Uno. El Estado plurinacional que implica la visibilización concreta -mediante derechos y prerrogativas específicas- de los indígenas, con una acción positiva que acelera su presencia en todas las instancias del a administración del Estado y su ejercicio en los cuatro poderes reconocidos por la Constitución. Tenemos espacios de diferenciación jurisdiccional y jurídica con autonomías indígenas y con una justicia específicamente indígena, paralela en atribuciones y jerarquía a la justicia republicana. Dos. La Nación ha pasado de un Estado unitario centralista a un Estado unitario de autonomías (contra la voluntad del actual gobierno). Estás se han definido en lo teórico aunque siguen fuertemente restringidas por una legislación innecesariamente mezquina en cuanto al camino de su aplicación real. Tres. Lo más importante a efectos de esta lectura. El texto constitucional, quizás no muy al gusto de quienes hoy gobiernan, mantiene la filosofía del republicanismo y de la democracia entendida como un valor histórico conquistado de modo irreversible por nuestra sociedad.
República y democracia van a contramano de quienes quieren un país cuyo modelo sea el de los postulados del marxismo clásico, que tuvieron su referente primigenio en la Unión Soviética (la del bolchevismo de 1917-1924). La visión leninista sigue marcando la brújula de los que buscan una sociedad cuyo eje sea la hegemonía de lo popular expresado en el Estado con una vanguardia intelectual apoyada en la dinámica organizada de pueblo y el partido (con el ingrediente indígena, algo específicamente boliviano).
El equívoco mayor es la idea de lograr una hegemonía como ideal de perfección de una sociedad igualitaria. Equívoco que conduce a una lectura errada del momento histórico que vivimos. No es correcto suponer que la primera contradicción ha sido superada dado que –usando el lenguaje militar- las fuerzas reaccionarias de raíz, sea liberal o incluso “fascista”, han sido política y factualmente derrotadas. Esa premisa lleva a suponer que la contradicción pendiente está en el campo popular. Las fuertes tensiones vividas desde diciembre de 2010, primero como producto del gasolinazo -el punto de giro en la historia del gobierno de Morales- y luego en la confrontación por el aumento salarial, hacen suponer a algunos gobernantes que de lo que se trata es de resolver la contradicción interna en el seno de una hegemonía ya lograda (cuando de hecho más del 60% de los bolivianos desaprueba al gobierno). Según esa visión lo que está pendiente es eliminar las tendencias contra revolucionarias, el desviacionismo de la dirigencia sindical contaminada por la clase media y eventualmente cooptada por la derecha. Resuelta esa contradicción, creen, el poder volverá a su eje, la hegemonía se consolidará y el campo popular acompañará de modo integral el proceso.
El primer error de bulto es la idea de que lo que estamos viviendo es una revolución y no transformaciones en una democracia. El origen del gobierno es la democracia, su sustento es la democracia y su futuro será la democracia. No por un deseo voluntarista, sino porque es en esa lógica que ha actuado el pueblo boliviano, es esa la lógica internacional, especialmente la de América Latina y es ese el mayor logro de una sociedad del siglo XXI. Logro que en el caso de Bolivia está en construcción y adolece de varios problemas, el principal de ellos precisamente la incomprensión del gobierno que se empeñan en destruir la democracia.
El segundo error es lo que se debe entender por un cambio que busque como fin último la justicia y la igualdad. Seguir creyendo que lo que hay que hacer, como en un recetario, es aplicar la teoría marxista clásica en cualquiera de sus variantes, es olvidar que la historia transcurrió en una dirección sino contraria, decisiva para desnudar las graves falencias de una utopía que quiso negar logros fundamentales de la humanidad, que se consiguieron no sólo fuera, sino más de una vez contra el modelo marxista.
El tercer error es no aceptar que Bolivia tiene diez millones de personas que son indígenas y no indígenas, que viven desarrollando una economía variopinta en la que los parámetros de la definición clasista del pasado no funcionan, en la que no es posible reeditar la idea del comunitarismo sea este capitalista o socialista fuera de algunos espacios rurales, y en la que una gran mayoría está plenamente inscrita en el mercado, la competencia y los valores de producción acuñados por el capitalismo.
Todo ello conduce a una conclusión, los objetivos conceptuales de los ideólogos del gobierno se estrellan contra la realidad cotidiana. Lo que debe entenderse es que la tarea a realizar es inscribir este proceso de cambio en el marco de una democracia real, participativa y que sea transversal e integradora de tres ecuaciones: campo-ciudad, indígenas-no indígenas, región andina-región amazónica y chaqueña.
Si el presidente Morales no se da cuenta de esto, corremos el riesgo de hundir el proyecto democrático, destruir lo que queda de institucionalidad e hipotecar gravemente los logros de su propia propuesta histórica.
Siendo obtimista llevamos un resago de un siglo comparado con otros paises en desarrollo y este resago va en todos los campos intelectual , industrial, y politico por lo tanto debemos entender que somos en mayoria indigenas y creo que esos errores que mensiona el Sr. Mesa no han sido tomados en cuanta en su justa dimension porque debemos construir precisamente desde el principio todo y no crear espejismos ya que somos un pueblo ignorante y los intelectuales mestizos deberian escribir precisamente en esa direccion con un lenguaje simple entendible e integrarse a la cultura indigena para poder ayudar ha abrir los ojos a una democracia contemporanea y no crear barraras, descraciadamente en estos momentos vivimos malestares cintomaticos debido ha este cambio que se esta dando pero tenemos que ponernos la mano al pecho y aceptar que asi es y de ahi partir que podemos construir una Bolivia mejor, con mejor democracia, con mejores modos de produccion en el campo laboral y sobre todo crear una esperanza que si se puede. La forma de ayudar no es desaprobar sino crear nuevas ideas crehibles no para el vecino, sino para el dueno de casa.