Hernán Siles Zuazo: las dos manos del destino

(foto del libro «Sobre un barril de pólvora”)

            «…¡Hernán Siles Zuazo ya está en el poder!». ¿Cuanto le costó el poder a Hernán Siles? Solo él y los seres que más lo quisieron lo saben. Luchador, una palabra que han usado centenares de veces para definir a uno de los hombres claves de la revolución nacional y, sobre todo, de la conquista de la democracia. Fue, qué duda cabe un luchador empedernido, hasta la tozudez, como fue valiente y afrontó a cara descubierta los desafíos de una vida política turbulenta, azarosa y muchas veces injusta, cuando sufrir en carne propia no era una frase, sino una cruda y lacerante realidad.

            Siles fue parte de una generación privilegiada, aquella que estaba destinada a cambiar para siempre el rumbo y la faz de Bolivia. Como sus compañeros, se ganó a pulso el lugar que le cupo en la historia. ¿Fue hombre de pasiones?. Sí en la política. Discreto en cambio, e inescrutable en su vida privada, tanto que guardó siempre celosamente sus pensamientos más íntimos. Tuvo amigos de toda la vida y también enemigos de toda la vida. Juan Lechín le criticó siempre aquella frase del 52: «vencimos, volvimos y perdonaremos» ¿Perdonar qué? preguntó tantas veces el líder sindical, pero esas palabras retratan al hombre, como lo retrata la decisión de entregar la presidencia a Paz Estenssoro en 1952, sin los meandros ni las maniobras de una apuesta personal que hubiese sido perfectamente posible entonces.

            Pero quizás el destino jugó con el a dos manos. En una mano la historia democrática de Bolivia lo ha respaldado siempre, probablemente porque adivinaba que en la hora de la verdad él se jugaría por el futuro democrático del país. Como candidato vicepresidencial junto a Paz Estenssoro ganó las elecciones de 1951 por mayoría relativa. Fue el primer boliviano elegido por voto universal con una abrumadora mayoría en 1956. Ganó sucesivamente las elecciones de 1978 (que un fraude monumental le escamoteó), 1979 y 1980. Nunca perdió una elección en su vida y dejó a cambio hasta el último jirón de su prestigio en los cimientos de la democracia que hoy vivimos

            En la otra mano, ya Presidente bebió más la hiel que la miel. En 1956 le tocó la dura responsabilidad del realismo después de la ilusión de los grandes cambios que descalabraron la economía. En un camino sin opciones, escogió la racionalidad que lo abandonó un cuarto de siglo después. Contra viento y marea sujetó la economía descarriada y venció la inflación mayor que el país había conocido hasta entonces. Eso le costó el marbete de derechista, la pelea terrible con Chávez y Lechín, la ruptura con la COB e incluso la primera y célebre huelga de hambre de un Presidente de la nación. Le tocó también mancharse de violencia en cuartel Sucre y Terebinto y en su gobierno se inmoló  el más carismático líder conservador de la Bolivia moderna, Oscar Únzaga de la Vega.

            En la hora de la división, se sintió usado y traicionado y terminó conspirando contra el proceso revolucionario que era también su criatura. Fue el tiempo de las pasiones personales que marcaron para siempre su distancia con Víctor Paz Estenssoro. El golpe de noviembre del 64 al que ayudó a gestar, queda como la paradoja de una revolución derrotada y una era de dictaduras militares que le hizo mucho daño al país.

            Pero Siles, igual que sus viejos compañeros, era gente de otra dimensión y de otra talla. Volvieron todos como el ave Fénix y se apoderaron otra vez de la historia. Su tiempo estaba lejos de haber terminado. A la vuelta del desengaño del 64 y tras el abrazo de Lima con Paz que solo fue eso, una abrazo, abrió la saga de un nuevo y pequeño partido aliado a la izquierda nacional, el MNRI. Sin el pecado del golpe del 71 fue el hombre para la nueva democracia, aquel que los jóvenes miristas buscaron y encontraron para el «entronque histórico». La aventura fascinante de la UDP y su extraordinaria capacidad para derrotar en las urnas a la dictadura y encarnar al pueblo real en una saga admirable de más de cuatro años, terminó en la amargura de 1985.

            Hernán Siles fue un hombre solitario entre 1982 y 1985, enredado en los entuertos de sus aliados, la inmadurez del MIR, la debilidad de su propio partido, el cálculo exasperante del PC y en los errores de partida (desdolarización entre ellos). El pueblo le cobró su promesa de los 100 días y muy pronto todos perdieron el rumbo. La solución del 82 fue buena para salir del desastre militar pero hirió de muerte al gobierno. Con minoría en el parlamento y cerrado a cualquier aproximación con Paz Estenssoro, prefirió el sacrificio personal. Lo acosaron todos con la misma irracionalidad. La oposición MNR-ADN bloqueó todo, lo que fuera y donde fuera. Los empresarios privados asumieron una actitud casi sediciosa, los trabajadores lanzados a la batalla por el socialismo solo tejido en sus mentes, pidiéndolo todo, cuando no había nada que dar. Es posible que en ese trance al Presidente le faltara la energía para intentar detener un derrumbe que amenazaba con un real vacío de poder, pero en ese juego tan difícil Siles capeó el peligro mayor, el del fin de una democracia que apenas nacía (su secuestro e intento de golpe de 1984 así lo demuestra) resignando un año de su mandato. Jugó todo lo que tenía y más por respetar los derechos de sus conciudadanos y los respetó hasta el último minuto de su gobierno. Por eso y aún ante la evidencia de un colapso económico como pocos en nuestra historia, Siles mantiene su figura gigantesca al haber tejido con paciencia y en soledad las bases de la democracia de la que hoy gozamos.

            No parece casual que hay estado signado por el 6 de Agosto, día de la patria. Fue Presidente por primera vez ese día en 1956. Le entregó tres veces la presidencia a Víctor Paz su compañero y adversario de toda la vida, dos de ellas un 6 de Agosto, dejó para siempre la Presidencia y su Bolivia del alma un 6 de Agosto, y un 6 de Agosto le tocó morir lejos de la patria.

            A la hora de la historia, él está, más allá de la dramática dimensión de su paso muchas veces amargo por la política con el legado coherente de una vida que fue ni más ni menos que la apuesta por un nuevo país, más libre y más justo. Es y será siempre uno de los más sólidos pilares de la conquista histórica de la democracia el 10 de octubre de 1982. 

1 comentario en “Hernán Siles Zuazo: las dos manos del destino

  1. Yo fui su amigo. Me quiso y me engreia, pese a su frialdad. En 1979, durante Natush, Alan García y yo lo metimos a él y a Jaime Paz a Bolivia por Desaguadero.Me ha emocionado tu recuerdo.

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