Las cebras (las de las calles paceñas) son una de las experiencias más ingeniosas, simpáticas y bienintencionadas que se haya propuesto en una comunidad para motivar un cambio en el comportamiento de los ciudadanos.
Los funcionarios municipales que se visten día a día de cebras ordenan la circulación, hacen respetar los pasos y preferencias de peatones, orientan y corrigen a los vehículos que se pasan en amarillo o –ni que decir- en rojo o se paran interrumpiendo los citados pasos peatonales, acompañan a personas de la tercera edad y los ayudan a cruzar, y otras muchas acciones que buscan servir de ejemplo.
Llevan años, muchos años en esta ímproba tarea, pero ocurre que cuando las cebras dejan un determinado lugar, en ese preciso instante, conductores, pasajeros y peatones vuelven a su cotidianeidad, la de la vulneración de la norma, la de la ley de la selva. A más de uno le ha ocurrido que cuando en horas de la noche se detiene respetando una luz roja, escucha los destemplados bocinazos del vehículo que está detrás que reclama que se viole la ley porque a esas horas “no hay nadie”. Las cebras son una dramática parábola sobre nuestro comportamiento colectivo. Cumplir la norma es una aventura que frecuentemente te lleva al infernal mundo de la burocracia, al apocalipsis del sistema judicial o al caos del día a día.
El Estado presume tu mala fe y tu intención de engañarlo, no tu inocencia. Si tienes un poder “suficiente y bastante” para representar a alguien en cualquier trámite legal, te dice que es insuficiente, si, exactamente lo contrario de lo que indica el documento, argumenta que requieres de un poder para el trámite específico que llevas adelante. El Estado niega su propia legitimidad cuando te pide una fotocopia legalizada o simple de la cédula de identidad que te ha otorgado, como si el documento original fuera espurio. Si tu nombre ha cambiado por el cambio de tu estado civil, te exige un trámite de “cambio de nombre”, cuando es obvio que tienes un número de cédula (el mismo de la licencia de conducir y del pasaporte) que ratifica que tú eres realmente tú. Si tienes que pagar un significativo retraso en tus obligaciones sociales, las características de los convenios, multas y cargos son tales, que la bola de nieve no se achica nunca.
Los ciudadanos por nuestra parte actuamos también sobre la premisa de que organizar la sociedad es imposible. Si sigo la norma no lograré nunca llegar a destino, vale para la circulación en las calles, vale para la burocracia, vale para la justicia. Unos pretenden que otros cumplan los plazos estipulados de entrega de un trabajo, un edificio, por ejemplo. El cliente exige al constructor, el constructor exige a los contratistas, los contratistas exigen a los operarios. Los plazos tiene que ver con “san lunes”, con la eventualidad de la celebración de una fiesta que garantiza la ausencia del interesado en su puesto de trabajo, o con los muebles que no están listos porque, como dice Papirri, cuando preguntas por la fecha de entrega la respuesta es “lunes, martes, miércoles, jueves…voy a estar entregando”. El gerundio es nuestra forma gramatical perfecta: “estoy haciendo”, “estoy terminando”, “ya estoy llegando”…¿Seguridad industrial?, cero. Es que el casco hace sudar mucho, es que el arnés es muy incomodo. Si se produce la muerte por una caída, no se liga una idea con la otra, lo obvio es que muy probablemente esa muerte se hubiese evitado si se usaban medidas de seguridad. ¿Multas?, en el costo beneficio la multa se puede pagar, o quizás sea mejor “hacerme gas”.
Si soy formal pagaría porque mi NIT desaparezca para siempre y maldigo la hora en que me formalicé, si soy informal no me pregunto nunca ¿cuál es la ventaja de la formalidad? Si el mundo informal es tan dinámico y –salvadas excepciones- está garantizado por gremios, sindicatos, juntas de vecinos y cuanta organización existe que protege la impunidad de lo que hago, porqué equivocada razón buscaría formalizar mi actividad.
Si algún extranjero se afinca en Bolivia y llega con la cabeza organizada en función de la idea de que las normas son una forma de ordenar la sociedad, están hechas para cumplirse y si son vulneradas garantizan en la mayoría de los casos una sanción, tardará unas pocas semanas o, cuando más, unos meses, en adaptarse al estilo boliviano del “así no más es”, si no lo hace correrá el riesgo de morir atropellado en un paso peatonal, de no conseguir nunca un contrato, o de ser considerado un burro.
Los optimistas creen que la experiencia del microclima de los buses paceños Puma Katari o el esfuerzo admirable de las cebras, será como la gota que horada la piedra. Pero cuando uno amanece con un paro del transporte cuya razón fundamental es que el gobierno municipal les pone muchas multas, la tendencia es al pesimismo, o como dice Quino, a la definición de un pesimista que es la de ser un “optimista bien informado”.
Excelente !!!
La idiosincrasia del Boliviano, no esta bien, ya hace mucho tiempo lo notó Antonio Diaz Villamil con «pueblo enfermo», si en el occidente con la aversión a las normas, con la «cordialidad del buen vecino» o con «avasallar a la verde naturaleza», al menos en la ciudad así es. En el oriente con la creencia del que «más puede» y el «mi no me nadie» en las carreteras, en respetar las filas. No sé pero nuestra idiosincrasia así es…en la penosa mayoría. Pero creo que individualmente debemos hacer las cosas con un fuerte sentido de lo que somos y nunca dejar de hacerlo y no soy optimista al enfatizar esto, porque yo me encasillo en la realista minoría.
¿Por qué no se van? es la segunda pista y el último sencillo promocional del álbum Pateando piedras (1986) del grupo chileno Los Prisioneros. Dice así:
Si sueñas con Nueva York y con Europa
Te quejas de nuestra gente y de su ropa
Vives amando el cine arte del Normandi
Si eres artista y los indios no te entienden
Si tu vanguardia aquí no se vende
Si quieres ser occidental de segunda mano
¿Por qué no te vas?
¿Por qué no se van?
No se van del país?
¿Por qué no se van?
No se van del país?
Si viajas todos los años a Italia
Si la cultura es tan rica en Alemania
¿Por qué el próximo año no te quedas allá?
Si aquí no tienes los medios que reclamas
Si aquí tu genio y talento no da fama
Si tu apellido no es Gonzales ni Tapia
¿Por qué no te vas?
¿Por qué no se van?
No se van del país?
En Bolivia, en general, el que se pasa un semáforo, el que se cuela en la fila, el que hace dormir el cambio, el que trabaja menos, el que le mete nomás; ese es el tipo admirado, el pendex, el vivo, es el estereotipo de la mal llamada «viveza criolla» quien sabe heredada desde los nuestros ancestros aymaras o de nuestros colonizadores españoles. Mientras esa enorme tara no sea superada, lamentablemente seguiremos siendo el país del caos y del desorden, de la ley del más fuerte (y del más ignorante).
¿Por qué no se van? es la segunda pista y el último sencillo promocional del álbum Pateando piedras (1986) del grupo chileno Los Prisioneros. Dice así:
Si sueñas con Nueva York y con Europa
Te quejas de nuestra gente y de su ropa
Vives amando el cine arte del Normandi
Si eres artista y los indios no te entienden
Si tu vanguardia aquí no se vende
Si quieres ser occidental de segunda mano
¿Por qué no te vas?
¿Por qué no se van?
No se van del país?
¿Por qué no se van?
No se van del país?
Si viajas todos los años a Italia
Si la cultura es tan rica en Alemania
¿Por qué el próximo año no te quedas allá?
Si aquí no tienes los medios que reclamas
Si aquí tu genio y talento no da fama
Si tu apellido no es Gonzales ni Tapia
¿Por qué no te vas?
¿Por qué no se van?
No se van del país?