El 6 de agosto de 2003, en Sucre capital de la República -hace exactamente una década-, me tocó dar el discurso de apertura de la legislatura que tradicionalmente le corresponde al Vicepresidente antes del mensaje-informe presidencial. Este discurso lo pronuncié dos meses antes del estallido de la crisis de octubre de 2003. Su contenido me parece ilustrativo de mi posición en ese momento histórico. A continuación transcribo el mensaje en su integridad:
Honorables Miembros del Congreso Nacional:
Estamos reunidos en un escenario teñido de historia, la Casa de la Libertad, el sitio donde se firmó el Acta de la Independencia, que es sin ninguna duda el mejor contexto para recordar el día de la patria, que es recordar el orgullo de quienes dieron su sangre por la libertad y de quienes construyeron el país. Ejemplo que estamos obligados a seguir.
Mi homenaje más profundo, más íntimo, a esas mujeres y hombres que construyeron Bolivia.
A la sombra de ese hecho tan importante y de esa entrega, vale la pena hacer algunas consideración referidas al momento que estamos viviendo. Creo que es una obligación de todos y cada uno de nosotros, reconocer que quizás ni hemos estado, ni estamos todavía a la altura del desafío.
Este primer año de gestión de gobierno muestra avances significativos, pero también muchas tareas pendientes. Pero, sobre todo, nos interpela con la pregunta sobre si en un momento como éste tenemos la capacidad de entender la profundidad y la gravedad del momento que nos toca vivir.
Quiero referirme específicamente a los días 12 y 13 de febrero, y hacerlo recordando que fueron días amargos, traumáticos y duros para todos nosotros, porque fueron los días más terribles que vivió la democracia boliviana desde su reinstauración en 1982. Mostraron una crisis muy profunda, nos dieron una alerta dolorosa -por lo sangrienta- de lo que el país tiene que solucionar.
Estamos en el límite y ante el riesgo de una situación que podría incluso ser peor, que podría ser devastadora si no entendemos lo que es la democracia y la obligación que tenemos para con ella.
Responsabilidad -y quiero subrayarlo-, que no es exclusiva de la política, o de este cuerpo legislativo, o del Poder Ejecutivo, aunque sin ninguna duda somos los principales protagonistas de que las cosas vayan como van. Por ello, cargaremos sobre nuestras espaldas la responsabilidad del desenlace. Sin embargo, se está dando la imagen equivocada de que el país es un escenario y sus habitantes meros espectadores. Creo que no debemos entender la realidad de ese modo. La tarea para que Bolivia resuelva sus problemas es de todos y cada uno de los bolivianos. Digo esto porque corremos el peligro, sobre todo los ciudadanos, de creer que descargar toda la responsabilidad en los políticos los exime de su propia tarea y de su propia responsabilidad. Sería un error creer que todos los males, los problemas y las insuficiencias que hoy experimentamos están centrados sólo en la clase política. Estamos en un momento en el que debemos concebir un esfuerzo conjunto y de todos, y entender que aún en la diferencia ideológica profunda, si no ponemos el hombro para lograr la solución de la crisis, nos podemos enfrentar a momentos peores que los del 12 y 13 de febrero.
Estamos demasiado acostumbrados a la retórica, a las palabras vacías, a afirmar que tenemos que hacer este u otro esfuerzo, pero no parece que estuviéramos imbuidos del espíritu para hacer realidad esa voluntad. Por eso, quiero pedir a los parlamentarios y al Poder Ejecutivo, que las palabras se transformen en hechos, y que entendamos que nos estamos jugando el futuro. Una forma de jugarse el futuro irresponsablemente es profundizar el enfrentamiento y la confrontación.
La idea de unidad en la diversidad que el Parlamento boliviano expresa desde agosto del 2002 debiera ser recuperada. Tenemos, orgullosos, un Parlamento pluricultural y multiétnico que por primera vez representa de verdad al conjunto de la Nación. Este Parlamento tiene que entender también que la unidad es posible aún en la diferencia. Es una demanda que hago a mis colegas en un momento como este, crucial para el destino del país.
Voy a referirme al problema más profundo que estamos viviendo. El debilitamiento del Estado. No sólo del gobierno sino del conjunto del Estado. Un debilitamiento de la relación del Estado con la sociedad, una sociedad que no se siente representada por el Estado. Estado que reflejamos el Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, las Fuerzas Armadas, la Policía y la suma de sus instituciones. Tenemos una sociedad que ha perdido el respeto por la majestad del Estado y un Estado que no es capaz de escuchar el mensaje desesperado de la sociedad.
Quizás el rasgo que mejor explica este problema es el referido al cumplimiento de la ley. El cumplimiento de la ley en Bolivia lamentablemente se ha convertido en un exotismo.
La ley no se cumple, se negocia, se observa, se cuestiona. El cumplimiento de la ley, cualquiera que esta sea y en cualquiera de sus niveles, es el elemento que refleja mejor la existencia o no de una sociedad civilizada capaz de coexistir en paz. Si no somos capaces de que las reglas sean aceptadas como un denominador común como base de nuestra convivencia, no seremos capaces de construir una sociedad civilizada. Civilizada no en el sentido etimológico de la palabra, civilizada porque somos capaces de vivir unos con otros respetándonos en la diferencia, respetando los valores que cada uno representa.
Ojalá que pudiéramos, a lo largo de la gestión legislativa 2003-2004, fortalecer en todo el país la idea de que la ley es un elemento común y su cumplimiento la base sin la cual una sociedad no puede desarrollarse con posibilidades de éxito.
He recibido, cuando estaba en campaña electoral, un mandato del hoy Presidente de la República, transmitido en un poder irrevocable contra la corrupción. Quiero decirles de manera clara que he asumido plenamente ese poder que es irrevocable, que no voy a renunciar a ese poder, que no voy a renunciar a mi trabajo y a mi tarea como Vicepresidente de la República, cuya legitimidad me la da mi elección por voto popular. Quiero que quede absolutamente claro: mi compromiso inequívoco de lucha contra la corrupción es de verdad. Por eso hemos trabajado en la creación y construcción de la Secretaría de Lucha Contra la Corrupción, a través de informes que han esclarecido actos de corrupción con resultados importantes, que tienen que ver con cambio de políticas y de conductas, destitución de funcionarios, apertura de causas y sentencias que ha llevado a la cárcel a varios responsables.
Por eso quiero demandar a los partidos políticos que integran la coalición de gobierno, para que asuman la voluntad política, más allá de las palabras, de luchar contra la corrupción. No basta y a nadie le sirve una declamación o una expresión de buenos deseos. Tenemos que demostrarle al país que estamos comprometidos en la lucha contra la corrupción. Ya se lo pedí a los partidos políticos que integran el gobierno hace algunos meses, pero quizás mis palabras no fueron lo suficientemente claras ni categóricas. Vuelvo hacerlo hoy en la Casa de la Libertad.
No podemos equivocarnos. Si no damos muestras claras, todos, yo como Vicepresidente con el compromiso del poder, el señor Presidente de la República que me lo confirió, y la coalición de gobierno que tiene como responsabilidad la transparencia y como demanda la honestidad, no estaremos cumpliendo con uno de los elementos básicos de nuestro mandato. Ojalá que entendamos que los tiempos se acortarán en la medida en que no seamos capaces de responder las demandas de la gente.
En la tarea parlamentaria se ha llevado adelante un primer año de gestión difícil, de confrontación, de mutuo aprendizaje y en el que quizás la intolerancia ha sido el rasgo dominante. A pesar de ello, de las dificultades, de algunos momentos de tensión y de violencia, que ojalá no se repitan, el Parlamento ha trabajado en la aprobación de leyes fundamentales en el ámbito social y económico. No podemos desconocer el aporte del Parlamento Nacional en esta tarea, pero creo que es momento de pedirles a los parlamentarios, hoy que se ha conformado una coalición muy poderosa que respalda al gobierno, una relación diferente de la que hemos tenido entre oficialismo y oposición.
El oficialismo tiene que entender que la flexibilidad y la aceptación de las demandas y propuestas racionales de la oposición, cuando lo sean, debe formar parte de una agenda común. La oposición debe abrir un espacio razonable también para apoyar. sin que eso signifique renuncia alguna a sus ideas, aquello que es indispensable apoyar en bien de la comunidad nacional.
Vamos a iniciar una nueva relación, que podría pensarse como más conflictiva, quizás, pero que ojalá nos permita aquello que todo ser humano debiera tener, la capacidad de aprender lecciones, de no repetir errores para no golpearse, dos, tres, cuatro, cinco veces en la misma piedra.
Tenemos dos desafíos que no son los únicos, pero que me parecen los más importantes. La elección y nombramiento de más de medio centenar de cargos que van desde el Poder Judicial hasta el ámbito administrativo, sin los cuales el funcionamiento del gobierno y del Estado en su conjunto podría sufrir graves riesgos. Por ello tenemos que ser capaces de que estas elecciones estén despojadas del cuoteo. El que los partidos políticos planteen candidatos y elijan candidatos, no quiere decir necesariamente que hagan cuoteo, pero tenemos que ser lo suficientemente transparentes para que esa elección responda realmente a la demanda que hace la sociedad boliviana. Que las mejores mujeres y los mejores hombres sean elegidos en este “paquete” tan grande que tenemos pendiente y que hemos comprometido para el próximo 25 de agosto, por lo menos en una primera fase.
El segundo desafío fundamental es la aprobación de la Reforma a la Constitución Política del Estado. Independientemente del debate sobre la inclusión de la Asamblea Constituyente -que es un debate del que no me olvido-, creo que es indispensable y posible que seamos capaces de aprobar esta Reforma y discutamos, luego de aprobada, cómo encararemos una eventual nueva reforma que podría llevar o no a una Asamblea Constituyente.
Concluyo con un tema que he tocado el día de ayer aquí en la capital de la República con los más importantes representantes del Poder Judicial. Mi responsabilidad como Vicepresidente de la República, en lo que toca a la fortaleza de nuestras instituciones, tiene que ver también con la fortaleza del Poder Judicial, con el sistema de justicia. Dije que la debilidad mayor de la sociedad boliviana es la dificultad, la negativa frecuente de los ciudadanos a cumplir la ley. Pero para que eso sea realidad, tenemos que ser capaces de ofrecerle a Bolivia un servicio de justicia que garantice una justicia para todos. En el periodo 2003-2007 es un desafío de esta Vicepresidencia, del Poder Judicial y del Poder Ejecutivo, ser capaces de construir un sistema que pueda responder al lema mencionado: justicia para todos.
Es tiempo de hacer autocrítica, porque no podemos sentirnos satisfechos ni muchísimo menos, con lo que hemos avanzado hasta ahora. Nos hemos equivocado, yo personalmente me he equivocado varias veces, mi inexperiencia en el trabajo legislativo, mi visión que se ha ido ampliando con el paso del tiempo, han limitado mi trabajo y quizás lo han hecho poco eficiente en mi relación con ustedes, colegas parlamentarios. Lección que espero aprender.
Por ello sería una torpeza en estos tiempos regodearse en los logros, que tienen que ver con las instituciones en las que estamos trabajando fuertemente, o con la lucha contra la corrupción que ha comenzado. Creo, por el contrario, que es momento de reconocer que nos falta mucho, y que nos ha tocado vivir uno de los tiempos más duros y difíciles en la historia del país. Si no abrimos nuestro corazón, si no somos lo suficientemente humildes, si no entendemos que sólo con apertura de mente lograremos mejores resultados que con la tozudez, corremos el peligroso riesgo de repetir el 12 y 13 de febrero, que es la luz roja de alerta para que nunca más Bolivia vuelva a estar en el trance de un enfrentamiento violento.
Nos toca construir una sociedad más justa y mejor. Ustedes señoras y señores parlamentarios son parte de esa sociedad, una sociedad plural.
Ojalá, ahora sí, estemos a la altura del desafío.
Doy por inaugurada la legislatura 2003-2004.
Sucre, 6 de agosto de 2003.
Me gusta la afirmación de «estar a la altura del desafío». Creo que eso es lo que más necesitamos para sacar adelante a nuestra nación. Creo que nos comportamos como verdaderos enanos frente a un gran desafío. Gracias por el oportuno y vigente mensaje