Publicado en Ideas de Página Siete el 22 de julio de 2012
Un prólogo intenso y comprometido abre el libro Sí, el mar de Jorge Siles, en el que da un giro copernicano a la mirada nostálgica y de amarga tristeza de los bolivianos sobre el mar arrebatado. Octavio Paz y el Ulises de Joyce le sirven para encuadrar la idea con esta cita: “Sí, el mar carmesí, a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol”.
Un Sí acentuado al mar como el de Siles, de afirmación, de incorporación espiritual entre sus aguas y nuestras almas, es un comienzo fulgurante para las páginas de su obra.
Jorge Siles Salinas, uno de los más destacados intelectuales de la generación de 1952, da un testimonio personal de un momento crucial en la historia de las negociaciones entre Bolivia y Chile, la realizada en 1987 entre los gobiernos de Víctor Paz Estenssoro y Augusto Pinochet.
Comienza con el marco histórico. Refiere el contexto regional desde la segunda mitad del siglo pasado y la vinculación de Bolivia con el mar desde la prehistoria hasta el inicio de la Guerra del Pacífico. De gran agudeza es el capítulo en el que Siles compara dos lugares: Cobija, nuestro puerto histórico formal y Arica, nuestro puerto histórico natural y real a efectos del vínculo sempiterno de nuestro territorio con el Océano, una cuestión de la mayor importancia y uno de los grandes equívocos de la independencia, el no haber incorporado desde su inicio a Arica a la heredad nacional. Termina la primera parte del libro con la afirmación y demostración contundente de que es inaceptable la famosa frase de que “Chile no tiene ningún problema pendiente con Bolivia”.
Pero la importancia fundamental del libro está en su segunda parte. Allí, refiere el contexto personal, el clima íntimo del trabajo que hizo con diversas personalidades locales como Cónsul General de Bolivia en Santiago, y la percepción que tuvo de cómo encaraban en Chile la reanudación de una negociación que había dejado un sabor amargo en ambos países con la última ruptura de relaciones diplomáticas en 1978. Su percepción entonces fue optimista y esperanzada. Su propio trabajo contribuyó a generar un adecuado clima previo que lamentablemente terminaría, como otras tantas veces, en la nada.
El autor no pasa por alto uno de los momentos más sensibles en lo personal, las razones del porqué de su aceptación a la invitación del Presidente Paz Estenssoro. Había sido duro opositor a los gobiernos del MNR como miembro de Falange Socialista Boliviana, y como víctima de un largo exilio en la década de los años cincuenta. En ese tiempo escribió un libro enjuiciando el proceso revolucionario: La Aventura y el Orden (1956). El dilema fue resuelto por el autor ante el imperativo ético y patriótico de servir al país en un momento inexcusable en el que se esperaba resolver lo que en 1975 estuvo a punto de lograrse y quedó frustrado después del denominado “Abrazo de Charaña” entre los presidentes Banzer y Pinochet. La causa era de un tamaño que trascendía con mucho las viejas inquinas personales.
En febrero de 1986 el Presidente Paz había marcado una línea de renovación de expectativas con Chile, recuperando la visión pragmática que lo había llevado en su primera presidencia a visitar Arica y recibir en La Paz a su colega el Gral. Carlos Ibáñez del Campo. Producto de esos encuentros fue la construcción del poliducto La Paz-Arica. Irónicamente, le tocó al propio Paz Estenssoro en 1962 romper relaciones a raíz de la decisión unilateral de Chile de desviar las aguas del río Lauca. El mandatario, con esas experiencias en la espalda, subrayó en su cuarto gobierno que era necesario un enfoque fresco en las relaciones bilaterales sobre la base de la complementariedad natural entre ambas naciones. Había, en suma, que recolocar el escenario en todos los ámbitos, comenzando como era natural por resolver la reivindicación marítima boliviana. El gobierno boliviano había tomado ya la decisión de intentar de nuevo una solución definitiva a la cuestión. Por eso la importancia del nombramiento de una personalidad del peso de Siles Salinas ante el gobierno de la Moneda.
En ese escenario, la misión era tan compleja como apasionante. Se trataba de un hombre del más alto nivel con importantes lazos académicos, políticos y de amistad con sectores influyentes de la política chilena. Conocía el país y su idiosincrasia y, por añadidura (tema que tenía elementos positivos y negativos), era cuñado del ministro de Relaciones Exteriores de Chile Jaime del Valle, hermano de su esposa María Eugenia del Valle, historiadora consagrada por su magistral trabajo sobre Tupac Katari.
La médula de este testimonio franco y valiente tiene su esencia en el proceso diplomático en si mismo. El autor refiere el cuadro de situación. No era posible la reiniciación de relaciones sin una solución a la cuestión del mar. Chile se avino a esa realidad, en ese contexto se aceptó que ambos cónsules tuvieran de hecho el rango de embajadores. Le tocó a Siles preparar un ambiente propicio para que Chile recibiera bien dispuesto una propuesta formal de Bolivia que se hizo conocer públicamente cuando el Canciller Guillermo Bedregal la presentó (fechada el 18 de abril de 1987) en la reunión bilateral con del Valle realizada en Montevideo. La propuesta se puede resumir así: 1. Chile cederá a Bolivia una costa marítima con continuidad territorial hasta su actual frontera, soberana y útil, entre la línea fronteriza chileno-peruana y el casco norte de la ciudad de Arica, continuando en una franja hasta la actual frontera chileno-boliviana 2. Bolivia pide la extensión territorial marítima con soberanía de acuerdo a los tratados internacionales vigentes 3. Bolivia pide la cesión de enclaves (incluyó tres opciones) al sur de Arica en territorio que fue originalmente boliviano 4. Bolivia acepta el estudio binacional del aprovechamiento racional por parte de Chile de los recursos hídricos de la cuenca del altiplano.
Se destacan en esta parte los puntos de vista del autor, quien plantea algunas reservas a la acción de nuestro ministerio de Relaciones Exteriores. Primero, cree que Bolivia debió hacer conocer el documento a Chile antes de hacerlo público. Segundo, le parece un error que Bolivia insistiera en los enclaves, pues era volver a estrellarse contra la negativa tajante de Chile en la negociación de 1975, y colocaba un escollo grave en la negociación. Tercero, subraya que las fuentes hídricas altiplánicas son muy modestas en sus reservas y no constituyen un elemento de compensación equivalente a la franja territorial pedida por Bolivia.
Siles comparte la lógica boliviana de que una compensación territorial después de haber perdido la gigantesca superficie del departamento Litoral, era y aún es inaceptable para Bolivia, pero anota que la cuestión de la mencionada compensación es el verdadero obstáculo insalvable hasta hoy (como lo probó la negociación de Charaña) para llegar a un acuerdo sobre el mar entre ambas naciones.
En su opinión la propuesta de Montevideo tal como fue formulada, fue el principio y el final del camino. El gobierno chileno recibió mal el documento y tanto los medios como la opinión influyente en el país vecino, fueron durísimos con su contenido instando sin matices a una respuesta negativa de Santiago.
Siles subraya con acierto el nefasto papel jugado por el Comandante de la Marina chilena Almirante Toribio Merino, enemigo abierto de cualquier solución a favor de Bolivia y, por su importante rol político en el gobierno, uno de los personajes que más se empeñó en sabotear un eventual acuerdo.
El 9 de junio de 1987 el gobierno de Pinochet oficializó el No rotundo a la proposición boliviana: “No resulta admisible para Chile el fondo de la…propuesta boliviana en sus dos alternativas…sea a través de un corredor al norte de Arica o de un enclave a lo largo de su litoral” decía en su parte esencial el comunicado de Chile.
El desenlace, de profunda desilusión y amargura para Siles, se dio un año y tres meses después de su llegada, y provocó su espontánea y lógica renuncia al cargo tras haber hecho conocer en la capital chilena un brillante documento que ponía en evidencia las varias contradicciones de la decisión chilena a contramano de la historia.
Jorge Siles concluye con unas reflexiones impecables. Lo que Bolivia quiso en 1987 fue un acceso, una salida al mar, recuperar su cualidad marítima. Chile y Perú, señala el escritor, actuaron en su relación con Bolivia en los momentos decisivos con falta de grandeza de espíritu.
Sí, el Mar es un libro fundamental en la abundante bibliografía sobre nuestra reivindicación marítima. Esclarece desde dentro la naturaleza y las características de uno de los esfuerzos más significativos en la accidentada ruta en pos del mar que encaró Bolivia en su historia. Lo cuenta una de las figuras centrales que vivió esa experiencia, y lo hace, como siempre, con destacada honestidad intelectual.
Viste Carlos, la situación es simple, Bolivia tiene que proponer algo a Chile y allí Chile vera si le conviene, pero siempre tienen que proponer algo donde todos ganemos algo, no puedes esperar que Chile regale territorio solo porque es «justo» según Bolivia.
Suerte para la próxima negociación dentro de 15 años mas, como te dijo Ricardo en la conferencia en donde tu te encargaste de echar a perder todas las negociaciones que hasta ese momento habían realizado mandatarios anteriores a ti. Al final Ricardo quedo mal, tu quedaste bien y Bolivia quedo sin mar ni gas para exportar, bien por ti!!
Podrán seguir acumulando libros y más libros que relaten la historia de los fracasados intentos bolivianos por su anhelada aspiración marítima; podrán relatar mil veces los hechos de la guerra del pacífico culpándonos ; y , por cierto, podrán continuar victimizándose por el resultado de la misma, pero, mientras no reconozcan sus propias responsabilidades como conspiradores y provocadores de dicho conflicto, no se avanzará en una relación armoniosa con Chile.
Hoy, puedo decirles, una vez más, que el interés de Chile por otorgarle a Bolivia un corredor al norte de Arica es nulo. El país ha tomado clara consciencia del peligro que entrañaría para Arica ceder al principal país productor de droga del mundo, un territorio soberano al pacífico colindante con esa ciudad lo que incrementaría el narcotráfico en Chile y el resto del mundo. Además, y ésto parece que nunca lo comprendieron, tampoco Chile está dispuesto a regalar un cm.2 de su territorio a nadie, mucho menos aún, a una nación que nos denosta continuamente y que pretende arrodillarnos cuando reclama gratuidad. Eso es algo absolutamente absurdo e irrealizable por ningún gobierno de Chile ni del mundo.
Existen además, múltiples otras razones que hacen inviable para Chile la aspiración boliviana, como lo son las poblaciones que habitan la zona, la coexistencia con otro competidor en el pacífico; la infraestructura portuaria y la inexistencia de alguna carretera en la zona del supuesto corredor ; la seguridad nacional interna y externa, etc.
Finalmente, parece que la cancillería boliviana tiene un serio problema de falta de profesionalismo e inteligencia. Esto es algo que se comenta no sólo en Chile sino en varios países del vecindario. Eso tampoco ayuda.
La Cancillerría chilena es también carente de profesionalismo;lo dice y lo repite un chileno,José Rodríguez Elizondo, nacionalista a ultranza! Y dice que las mejores Cancillerías son Ytamaratí (Brasil) y Torre Tagle (Perú).