Publicada en Página Siete y Los Tiempos el 22 de abril de 2012
Alguien podría pensar que el futuro “ya no es lo que era”. El futuro en realidad es la construcción de un imaginario. Un imaginario que tiene una utilidad fundamental, impulsar la voluntad humana, individual y colectiva en una determinada dirección para lograr un resultado, la consecución de los ideales que orientan sobre el camino a seguir.
La constatación del presente es la base de la construcción diaria de los sueños y las pesadillas que casi nunca tienen que ver con aquello que se pensó o se deseó que ocurra, pero esa constatación ha orientado la voluntad para moldear la vida, de uno o de todos, de una determinada manera.
En esa dimensión la historia es, a su vez, la construcción de otro imaginario. El imaginario moldeado a partir de la perspectiva que el presente te da para leer lo ocurrido. Igual que la memoria de cada ser humano es una forma parcial de invención de la vida individual tal como se supone o se quiere que haya pasado, la historia es una forma parcial de invención de lo que le sucedió a una comunidad con dos consecuencias muy precisas, condicionar el presente a partir de su lectura y, lo más importante, proyectar lo que queremos del futuro sobre la hipótesis de que aquello que vivimos es un libro escrito ya, del que se puede y se debe aprender.
Ninguna historia por seria que sea, por rigurosa en las fuentes trabajadas, por neutros que sean los móviles de quien la escribe, podrá desprenderse de la impronta de quien la escribe, por sus prejuicios, su contexto, las raíces ideológicas de su formación, el momento específico de su escritura y, por supuesto, la circunstancia específica de la sociedad donde esa historia es escrita.
Sin duda los hechos tal como los vemos hoy, están cada vez mejor documentados, en textos, en noticias traducidas por imágenes, sonidos, datos, testimonios, relatos, música, millones de referencias. Contar la historia de este presente alucinante y vertiginoso será por ello -lo parece por lo menos- bastante más sencillo que escribir la historia de los tiahuanacotas o los chanés. Pero como hemos podido comprobarlo muy fácilmente nada, ninguna cantidad de datos por interminable que sea, elimina el legítimo debate sobre lo ocurrido, la interpretación que cada historiador, intelectual, científico o persona de a pie, le quiera dar.
No se trata pues de creer que la historia revelará una verdad absoluta de lo ocurrido porque los instrumentos con los que cuenta hoy son mejores que los de ayer. El mundo prehispánico está mucho más sujeto a la especulación, a las hipótesis permanentemente modificadas a partir de los nuevos datos con los que contamos hoy y los que contaremos mañana. Toda lectura de ese pasado es provisional. En realidad toda la lectura del pasado lo es, pues siempre es posible y de hecho así ha ocurrido muchas veces, que la aparición de un nuevo documento, de un nuevo dato, de un nuevo elemento que no conocíamos, modifica parcial o totalmente la visión que teníamos de una etapa histórica, de un contexto y por supuesto de cómo juzgamos a sus personajes principales y secundarios.
Pero aún suponiendo que en el mundo de lo ideal tuviéramos absolutamente toda la información sobre lo acaecido, cada historiador hará una lectura diferente, o radical o relativamente, de la de los otros.
Es que la historia es un instrumento de doble filo, de conocimientos sin duda, de información, de narración de algo sucedido en el pasado, pero también de manipulación de algo esencial, la idea de lo que somos y la idea de lo que queremos ser. Allí está depositada la extraordinaria fuerza que tiene la historia más allá de su incalculable valor como una de las ciencias sociales. Es portadora de ideas, constructora, defensora y enemiga de determinadas ideologías.
¿Descalifica esto el trabajo cada vez más serio, consistente, bien documentado, científico de historiadores que están libres de toda sospecha de escribir al servicio de una ideología, de un partido, de un gobierno? No, en absoluto. Muchas veces se da el hecho de que extraordinarios investigadores del pasado miran con disgusto como sus trabajos son usados por el poder más allá de sus propias intenciones.
Diremos simplemente que la investigación idónea parte casi siempre de una hipótesis de trabajo, hipótesis que puede o no ser confirmada al concluir. En el extremo de la honestidad intelectual, el historiador descubrirá algo que no sólo lo sorprende, sino que modifica su visión previa. En el extremo del pragmatismo, podemos ver muy claramente que la reflexión sobre el pasado, como toda acción humana, es como un molino de agua que gira permanentemente alimentado por la fuerza motriz del liquido. En un punto cada una de las cucharas del molino está totalmente llena y en otra totalmente vacía. El agua alimenta siempre a las cucharas, según su posición mientras giran, van vacías, medio llenas o totalmente llenas. Los hechos modifican las visiones sobre los hechos, pero también las visiones sobre los hechos modifican a su vez los hechos. La línea del tiempo es una correa sin fin en la que pasado, presente y futuro, acaban siempre confundidos.
Bueno, Sr.Mesa, ud. ya me conoce, soy un chileno muy defensor de nuestros valores y principios nacionales como de la ley, en el amplio sentido de la palabra, nacional o internacional ; ésta defensa, intento hacerla siempre con el máximo de respeto, aunque reconozco que a veces en los temas internacionales, y como buen chileno patriota, la pluma se me pone más profunda.
Sin embargo, a ud., como ex-Presidente de Bolivia, demócrata, republicano y un caballero a carta cabal, le guardo el mayor de los respetos, espero que me crea que esto, se lo digo desde el fondo de mi corazón, pues también soy un auténtico demócrata.
No obstante lo anterior, la realidad no me impide decirle a ud. que, aunque siendo muy bello el ojo que acompaña su artículo, con un fondo marino, no resulta real y más bien se encamina por el eterno énfasis que los políticos bolivianos tratan el tema de la reivindicación marítima que para nosotros es sólo una aspiración.
Señor Mesa, como chileno le pido que interceda para que Bolivia trate sus temas con Chile con un poco de mayor seriedad y respeto ; son muchas las autoridades bolivianas que buscan, ofensivamente, obtener una aquiescencia chilena respecto de sus aspiraciones, y esto , sea cuál sea el escenario, no será posible si no nos ponemos de acuerdo previamente, en las formas, antes que el fondo.
Bolivia no tiene como obligarnos a modificar o desahuciar el tratado de 1904, y creer que por la nueva Constitución boliviana Chile será obligado a acceder a vuestras aspiraciones, o, que a través del concurso del resto de las naciones latinoamericanas en foros internacionales, igualmente seremos conminados a acceder a algo que no queremos, eso, es no conocer al pueblo chileno en su esencia. Créame que no es chauvinismo, pero, de esa manera no nos doblegarán.
Le sugiero Sr.Mesa, con todo respeto, que ud., como historiador, dé a conocer la verdad de los inicios de la guerra y las responsabilidades bolivianas; le aseguro que si eso se hace palpable, otros vientos correrán por acá respecto de los deseos bolivianos, habrá una mejor intención de ayudar y cooperar con Bolivia, aunque puedo asegurarle que no podrá haber disposición para darle una salida al mar a Bolivia.
Lamento que, aunque intento ser comprensivo con vuestra aspiración, el sentir nacional chileno no va en el sentido de regalarle a Bolivia una salida al mar y las convicciones son muy variadas. En mis comentarios anteriores se las he dado a conocer.
Sr. Mesa, créame que como ser humano, me duele todo esto, pero las naciones tienen su historia, igual que los hombres, y a veces nos equivocamos y a veces acertamos en la vida.
Sinceramente, creo que Bolivia erró en su relación con Chile, en el pasado y ahora, y eso no es bueno. El pasado podemos intentar olvidarlo…. tal vez,…… pero……¿ no cree ud. que deberíamos acertarle al futuro?.
Yo, como un sencillo chileno, lo invito a pensar las cosas con una mirada realista, sincera y auténtica; tal vez vaya a tener más de algún problema, o tal vez…. se gane el cielo y la tierra juntos. Medítelo bien
Un abrazo muy respetuoso para ud.
Créame que en lo último que había pensado al escribi este artículo era en el tema del mar. Es una reflexión conceptual sobre la historia como instrumento, más allá de hechos específicos.
Hay otras cosas además del mar en las que pienso en mi vida como intelectual
Sr.Mesa, creeré lo que me dice, sin embargo, como no dice nada del resto de mi comentario, debo suponer que seguiremos eternamente en «dimes y diretes» que a nada conducirán y que sólo demuestra la utilización política que Bolivia hace internamente de su aspiración marítima.
Conocemos perfectamente esa práctica.