Publicada en «Nueva Crónica» Nº89
En el contexto del proceso electoral para el poder judicial, la periodista Daniela Espinoza, me hizo esta entrevista a propósito de los desafíos que tiene una sociedad democrática asediada por el discurso único y la búsqueda incesante de una hegemonía desde el poder vigente.
El ex Presidente aboga por un movimiento democrático ciudadano que, a través de una consigna que podría ser el voto nulo, se oponga al objetivo del gobierno en octubre de llevar adelante un proceso electoral manipulado desde el poder. Mesa afirma que la postura contraria a la forma en que se lleva adelante este proceso no debe ser vista como una opción para la construcción de liderazgos individuales, sino más bien como un escenario de organización y promoción de la resistencia democrática colectiva.
La agenda pública ha estado nutrida por varios temas polémicos: la elección judicial, por ejemplo, y la Ley de Telecomunicaciones. ¿Qué opinión le merecen ambos procesos?
Estamos enfrentando el esfuerzo del gobierno de consolidar un dominio en dos direcciones: su propio proyecto político que no acaba de cuajar, que está definido por la CPE, y su proyecto de búsqueda de una hegemonía de poder. Es una combinación que, desde una perspectiva política, se podría entender en su primera fase como la necesidad de imponer una visión de país, desde una lógica democrática; pero que en la segunda fase ya no la podemos compartir, puesto que busca la hegemonía a través de mecanismos legales que, en el fondo y a través de los filtros que el propio gobierno hace, no tiene un espíritu democrático, participativo ni equitativo, es el caso de la elección judicial. La elección judicial pasa por un filtro que es la Asamblea Legislativa, que no ha actuado ni con transparencia ni con idoneidad en algo fundamental que es escoger a los mejores candidatos y garantizar su independencia.
La oposición se ha manifestado a favor del voto nulo en las próximas elecciones judiciales. ¿Cuál es su posición al respecto?
Creo que el voto nulo es una expresión válida, legítima, es parte del derecho democrático. Siempre he creído que el voto es una expresión de la voluntad popular en la dirección que sea y me ha parecido verdaderamente insólito y lamentable que el Presidente del Tribunal Supremo Electoral haya amenazado con sancionar a quienes promuevan el voto nulo. Uno puede promover el voto como le parezca, ya que de lo contrario no sería voto y, en este proceso, ya hay una serie de prohibiciones más que discutibles en el mecanismo de campaña para los candidatos a ocupar cargos en el poder Judicial, por tanto, creo que el voto nulo es un mecanismo absolutamente legítimo.
El Vicepresidente se ha dado cuenta de que sería una vulneración a un derecho democrático prohibirlo, se ha dado cuenta que no se puede prohibir el voto nulo ni su promoción. La promoción del voto nulo o la promoción de cualquier candidato es inherente a cualquier mecanismo de votación en el que la población tenga que elegir, y una posibilidad es que uno elija a un candidato frente a otro, otra posibilidad es que ninguno de ellos represente el verdadero interés del votante y, otra, que es el caso del voto nulo, es que los votantes crean que la elección tiene problemas esenciales y por esa razón se expresan en una forma de voto.
El voto nulo es diferente del voto en blanco, porque este último plantea que ningún candidato representa lo que se está planteando en la elección, mientras que el primero demuestra que el proceso no está bien planteado en su conjunto.
¿De qué manera más se puede resistir decisiones gubernamentales que aparentemente van en contra de las libertades y principios democráticos? Le pregunto esto, porque hasta la fecha todas las acciones de resistencia, de la oposición y de otros actores, no han servido de mucho.
Es un problema cuando se tiene una realidad que no se puede desconocer. El Presidente ganó la elección presidencial de 2009 con el 64% de los votos y ese resultado fue contundente. Eso le ha dado legítimamente dos tercios del control de la Asamblea y ha limitado de entrada a la oposición democrática, desde la perspectiva del voto y de la aprobación de diferentes leyes que se discuten allí. Planteo esto, porque no hay que olvidar que hay un grado de legitimidad en esa mayoría, lo lamentable es el uso que se hace de esa mayoría que responde a intereses partidarios, por encima de los intereses globales.
El otro elemento de debate es que frente a esa situación la oposición no está respondiendo adecuadamente. La oposición no sólo tiene minoría en la Asamblea sino que además está dividida y fragmentada. No ha logrado liderazgos nítidos, ni dentro de la Asamblea ni fuera de ella. Hay que reconocer que quien ha trabajado con bastante interés un rango de oposición consistente es Samuel Doria Medina, también está tratando de hacerlo Juan Del Granado, pero todavía no han logrado, en el contexto en el que está viviendo el país, un imán suficiente para que los miembros de la oposición en el Parlamento, se plieguen a estas dos corrientes de opinión. Samuel Doria Medina tiene una representación mínima en la Asamblea y Juan Del Granado, lo propio.
¿No le parece que vivimos un momento en el que la bonanza económica ha adormecido a sectores que en otras épocas tenían un papel protagónico en la política? Los empresarios, por ejemplo, antes se manifestaban con mucha frecuencia en temas propiamente económicos, pero también en asuntos políticos. Sin embargo, ahora permanecen en silencio. ¿Qué lectura se puede hacer de esto? ¿No será que los valores democráticos se dejan de lado cuando la economía muestra buenas señales?
No cabe ninguna duda de que el gobierno tiene éxito político en la medida en que el éxito económico acompaña al país. Si el gobierno hubiera enfrentado una situación económica de menos bonanza o de recesión su circunstancia hoy sería, simplemente, dramática. La ironía del asunto es que no se trata de méritos de gestión de gobierno sino que es obvio que se debe a la bonanza internacional de precios de las materias primas. No podemos decir que esta gestión haya hecho méritos suficientes.
Es cierto que esto también genera mayores dificultades para la oposición. Es muy difícil que en una situación donde la expansión económica es evidente, los empresarios se muestren contrarios. La banca, por ejemplo, no ha ganado tanto dinero en toda su historia, las actividades de construcción están en un momento realmente extraordinario, y esto último multiplica el empleo. Por otra parte, tenemos la economía sumergida y la economía ilegal que está comenzando a generar problemas. Es decir, hay una economía que es transparente y otra que es oscura y que comienza a mostrar signos de violencia muy preocupantes. En todo caso, no solamente los sectores empresariales sino la clase media en general difícilmente se van a movilizar en un contexto económicamente bueno.
Para muchos analistas, el Presidente Morales logra sortear obstáculos porque los sectores que cuestionan sus medidas no tienen capacidad de ejercer una presión efectiva, a diferencia de lo que ocurre con los movimientos sociales que, desde hace una década por lo menos, consiguen lo que quieren a través de la presión. ¿Cómo evalúa este tema, considerando que la última vez que la clase media se manifestó públicamente fue durante su gobierno?
Mientras sigamos apoyando el funcionamiento de la política boliviana en la presión y en la idea de que los movimientos –cualquiera que estos sean; movimientos sociales de base popular o de clase media– son los únicos mecanismos para cambiar las cosas, estaremos mal orientados. Ese es el gran fracaso del gobierno de Morales. No ha logrado la constitución de un pacto social que se base en la racionalidad de una Constitución democrática y unas leyes que todos respetamos y en la convivencia democrática en la que se respete la opinión del otro. Tampoco ha sucedido el hecho de que las demandas estén basadas en su legitimidad y en la ley que las respalda. Como eso no ocurre, siempre que vislumbramos el horizonte político del país lo hacemos sobre la lógica de la presión. Creo que esa es la perversión intrínseca y el fracaso histórico de lo que Bolivia ha tratado de hacer a partir de la crisis de 2003, es decir, estamos en el mismo punto en que estábamos en 2003, con el chantaje, la violencia, la presión y la lucha callejera como los únicos que pueden resolver los conflictos sociales, políticos y económicos del país.
El tema de los movimientos sociales es una cuestión de fondo que hay que responder y que, lamentablemente, la responderemos cuando se produzcan circunstancias dramáticas. Vemos que los movimientos sociales se han deificado de manera excesiva, se ha construido una mitología en torno a ellos y, a nombre de ellos, se plantea la supuesta existencia de un gobierno popular que está basado cada vez más en el prebendalismo, en los chantajes, en el ‘qué me das, qué te doy’, en las presiones de grupos de poder que se han enquistado en los llamados movimientos sociales, que son tan poderosos como los sectores empresariales. Esto queda demostrado con la importación de autos chutos o su legalización, lo que genera una respuesta evidente sobre cómo está manejando el gobierno a los movimientos sociales a partir de negociaciones que comienzan a ser espurias. Lo que antes eran demandas legítimas de la COB del 52 y años subsiguientes, hoy en día se está convirtiendo en una presión de grupos de interés.
Volviendo al campo político, personajes como Samuel Doria Medina, Juan del Granado y Rubén Costas hablan abiertamente sobre la posibilidad de ser candidatos o formar parte de proyectos políticos en las próximas elecciones. ¿Cuál será la actitud de Carlos Mesa en este campo?
Sigo sosteniendo la misma lógica que sostuve en las elecciones del año 2009. De lo que se trata es de organizar una estructura político-partidaria para recomponer el sistema de partidos, destruido, y para romper la lógica de la hegemonía de partido único que tiene el gobierno. En segundo lugar, se trata de plantear una propuesta política de horizonte de largo plazo que muestre qué tipo de país proponemos y contraponga el tipo de país que quiere Evo Morales.
En la medida en que esos objetivos se consigan o se construyan creo que es posible hablar de una candidatura que uno puede respaldar. Si las personas mencionadas son capaces de estructurar ambas propuestas con consistencia, eventualmente yo podré dar una respuesta a ello, en el momento en que se plantee.
Por ahora, no veo que ninguno de los tres personajes mencionados esté planteándole al país una de estas dos grandes propuestas, lo que no quiere decir que descalifique a las candidaturas eventuales de ellos; simplemente no veo que estén marcando esa ruta fundamental para el país.
Sabemos que no se trata de aplicar fórmulas, pero me arriesgo a preguntarle ¿cuál cree usted que sea el procedimiento para ganar una elección contra Evo Morales? Dicho de otro modo: ¿Qué condiciones deberían darse para que se pueda hacer frente a la segura candidatura del actual Presidente en los próximos comicios?
Primero habrá que hacer un diagnóstico de qué es lo que representa Evo Morales y cuáles son los elementos de cambio que se han producido desde que él es Presidente. En qué medida el proyecto de Morales tiene aspectos que, no sólo pueden recuperarse sino profundizarse y en qué medida hay aspectos profundamente nocivos al sistema democrático.
En ese contexto, creo que el diagnóstico no está hecho, no se ha definido con claridad cuánto y cuán profundo es el cambio que plantea el Presidente. Segundo, qué es lo que el país requiere en el largo plazo dentro de dos desafíos: primero, el de una democracia plural real, que creo que en este momento está seriamente afectada y, segundo, el desafío de una incorporación en el mundo del siglo XXI, sin que eso quiera decir la vieja modernidad “neoliberal”. Me parece que estos aspectos son los que uno tiene que proponer. Es decir, ¿hay que manejar el país hacia posiciones de más izquierda de la que estamos?, ¿ha terminado el proceso de la inclusión indígena y de la inclusión de la sociedad?, ¿tenemos la movilidad social necesaria?, ¿el país está preparado económicamente para enfrentar el futuro? Yo creo que no. En el caso primero creo que varios de los aspectos se han dado, pero a cambio de una división del país entre “los buenos y los malos”, para ponerlo de manera figurativa. El viejo modelo occidental versus el nuevo modelo indígena modernizador, en el sentido de la ‘utopía arcaica’ de la que hablaba Vargas Llosa, y por otra parte, un modelo económico que va a colapsar porque está basado en el rentismo y en los viejos paradigmas que Bolivia ha tenido a lo largo de siglos.
¿Cómo se puede movilizar al país en defensa de la democracia, la justicia y la libertad de expresión, cuando parece que todos, incluso los medios están atemorizados e incluso acomplejados?
Se trata de una batalla difícil, porque es una batalla que hay que hacerla con medios democráticos frente a un sistema que está limitándolos. En ese sentido, creo que el gran desafío, por ejemplo para las elecciones de octubre, consiste en no repetir los errores que se cometieron para enfrentarse a la Constitución Política del Estado que fue aprobada, malamente, desde que comenzó la Asamblea Constituyente hasta el Referéndum. Es decir, que mientras cada uno de los líderes políticos de la oposición pretenda ser el padrino único y exclusivo del movimiento contrario a la elección, esta actitud puede llevar a una fragmentación.
Lo que tenemos que hacer hoy no es construir una opción, por ejemplo por el voto nulo, para decir yo fui el que lo propuse y por lo tanto yo gané en esta posibilidad, sino es toda la sociedad democrática que cree que este proceso no se está llevando con mecanismos democráticos la que debe derrotar democráticamente a esta elección. Para ello, no me interesa saber que fulano o mengano son el líder determinado de una acción, sino que el conjunto de la sociedad se sume de una manera plural a una sola consigna y esa consigna no sea reivindicada por nadie en particular, sino que sea un triunfo de toda la sociedad que se opone a esa búsqueda de justicia autoritaria que el gobierno podría plantear.
Durante las últimas semanas se lo ha visto poco en los medios ¿A qué se debe?
Se debe a que yo creo que de lo que se trata es de una construcción democrática plural en particular en el momento que estamos viviendo en el país –la elección de jueces– y, en consecuencia, no quiero dar lugar a equívocos en la medida en que parezca que quiero aprovechar una circunstancia particular para mis intereses personales. Sin embargo, de ser convocado para contribuir como parte de un equipo o de la ciudadanía, en una campaña que enfrente a esta acción del gobierno, estaré siempre dispuesto. Pero creo que el individualismo, cuyos liderazgos pueden ser entendidos como oportunismo no es lo más adecuado. (DEM)