El Tiempo de la Indignación

Publicada en Página Siete y Los Tiempos el 12 de junio de 2011

Stephan Hessel, un excombatiente francés nonagenario, héroe de su patria, escribió el año pasado un texto de unas pocas páginas que conmocionó a la sociedad francesa. “¡Indignaós!” clama el autor ante una Europa atrapada en un inmovilismo de ideas más que alarmante. Peor que eso, presa, como gran parte de la sociedad Occidental, de una inversión de los valores más importantes que construyó después de haber vivido las experiencias más terribles de irracionalidad y destrucción en el siglo XX.

El autor, cuyo poder moral es más que sobrado, diferencia en sus páginas aquellos pilares políticos esenciales por los que luchó y sufrió prisión en la Segunda Guerra Mundial y los “valores” que hoy se han instalado sobre los mismos principios, pero que no hacen sino subvertirlos.

Hay que indignarse, dice, de la codicia, de los poderes financieros desmesurados, de su impunidad, de la obscenidad de las ganancias de quienes los controlan y conducen. Hay que estar alerta ante algo que para él es lo más preocupante de todo, la pérdida de la libertad a nombre de la libertad, la pérdida de aquello que se conquistó, la democracia, cooptada dentro de quienes administran la democracia. Indignarse porque quienes sufrieron el holocausto usan la violencia y sus métodos frente a un pueblo que demanda parecidos derechos a los que a ellos se les cercenaron.

Para establecer alguna precisión es bueno hacer una comparación. El movimiento libertador conducido fundamentalmente por jóvenes en los países árabes del norte de África, en pleno e incierto proceso, marca una indignación que se parece mucho más a la batalla librada por Hessel y los suyos en la mitad del siglo pasado, que a las demandas surgidas en el llamado movimiento 15-M de España, que en realidad adoptó el denominativo de “Indignados” precisamente en alusión a las treinta y pocas páginas del manifiesto del anciano francés. En un caso, los jóvenes africanos pelean por las libertades y derechos esenciales, el derecho a expresar sus ideas, a definir sus opciones personales, cualquiera que estas sean, a elegir a sus gobernantes, a moverse sin cortapisas, a practicar en privado y en público las cosas en las que creen, a saber que por ello no perderán la libertad o la vida como ocurre hoy mismo en Yemen, Siria y Libia. Es una batalla contra las dictaduras abiertas y brutales que sojuzgan sus países. En el otro caso, los jóvenes españoles, y muy pronto los de muchos países de Europa, pelean contra sociedades apoltronadas, en las que la democracia se desvirtúa, en las que la práctica cotidiana de las libertades encierra la paradoja de una cárcel de frustración, de desempleo, de falta de perspectivas y se basa en un sistema político que se repite, que da vueltas sobre si mismo, que ha perdido ideales, valores y grandes objetivos como los que labró la democracia triunfante en la Europa de 1945 con un impulso que llegó hasta fines del siglo pasado. Es una protesta contra una política complaciente con un capitalismo insensible y grotesco en sus excesos, que da la espalda con descaro a aquellos de quienes se alimenta para crecer.

Se equivocan quienes creen que este movimiento pasará sin lograr poner en cuestión lo esencial de esos males de las estructuras de poder, se equivocan si piensan que las crisis de sistemas políticos y de partidos son patrimonio de los países menos desarrollados. La crisis de Occidente no es, como suponen muchos banqueros y empresarios a los que tuve oportunidad de escuchar en Montreal hace pocos días, exclusivamente una crisis de déficit fiscal, alto desempleo, falta de competitividad y el largo etcétera que ya conocemos de las cuestiones macroeconómicos, es mucho más que eso y más difícil de resolver que eso, es un desencanto cada vez mayor ante estados que no responden a las aspiraciones de una vida humana justa e igual. Sí, en la Europa de las mejores condiciones de vida del mundo, los jóvenes están cansados de ver pasar el tren del presente sin mayores opciones de un futuro que responda realmente a los ideales de quienes murieron combatiendo al fascismo y al comunismo en sus versiones totalitarias mas execrables.

Pero se equivocan también quienes pretenden que este capitalismo deshumanizante e ideales y logros democráticos reales son una misma cosa. No lo son. La democracia como modelo –está fuera de duda- es con mucho el mejor de los sistemas ideados por la humanidad. Solo será en democracia, la que debemos completar, la de la construcción de la felicidad entre iguales, con una combinación insuperable de libertad, conciencia individual, responsabilidad colectiva y justicia para todos, que se podrá construir la utopía.

Pero Hessel tiene razón. Hoy, este no es el mundo que queremos, ni en el norte ni en el sur, estos no son los políticos que necesitamos y muchos menos los empresarios y banqueros que requiere una comunidad, cualquiera que esta sea, para crecer.

Es tiempo de indignarse por la ética tirada al basurero, disfrazada de discursos y de retórica, sea revolucionaria o democrática, tras cuyas máscaras lo que hay es una mezcla de mediocridad y avaricia. Que las miserias de nuestra naturaleza no terminen asfixiando nuestro próximo día.

 

4 comentarios en “El Tiempo de la Indignación

  1. Tengo unas fotos preciosas de los «indignados» españoles que no han salido en los periódicos. Ojalá supiera subirlas! Enhorabuena por el artículo.

  2. Todas las revoluciones han sido propiciadas por condiciones que llegaron a ser insoportables; parece que estamos a las puertas de cambios importantes en varias y disímiles sociedades; en China la cosa no es menos y la cantidad de las protestas crece cada día asi como el número de gente que se concentra en ellas, pese a la inmediata y muchas veces exagerada represión de su gobierno.
    La influencia de la tecnología es y será determinante para los acontecimientos que se vienen; pues los medios electronicos de comunicación son elementos ya inseparables de la vida cotidiana de los jóvenes, y han demostrado en mas de una ocasión su enorme capacidad de convocatoria y organización. El creciente descontento también obedece, creo yo, a que la gente de cualquier lugar del mundo ahora sabe que sus problemas e inquietudes los comparten miles sino millones de personas en todas partes, y eso hace que uno se sienta menos solo e irrelevante a la hora de reclamar por lo que considera justo.
    Estamos entrando a una epoca en que la gente finalmente esta dándose cuenta del poder que tiene, de lo que en realidad significa democracia y que si quiere cambios tiene que hacerlos y no exigirlos.
    Si hay algo positivo que se puede sacar de la amarga experiencia de Gonzalo Sánchez de Lozada es que le dio al pueblo, alteño especialmente, conciencia de sus propias capacidades y fortalezas; tanto asi que considero que cualquiera que aspire a la presidencia de nuestro pais en el futuro, tendrá que contar con el indispensable requisito de la acquiescencia de la ciudadanía alteña.

    Gracias por la oportuidad de expresar lo que pienso; siempre te leo, pero escribo rara vez.

  3. Aqui tambien estamos indignados, presidente!!! un asco de instituciones burocráticas y que ímpiden el desarrollo de las empresas legales. Da coraje que sea mejor hacer las cosas «chutas» porque si uno quiere hacerlas correctas, es simplemente imposible, ejemplo cualquier trámite ante el senasag.
    Sergio Paz, canariopaz@hotmail.com

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