Mi Gobierno y el Mar

El 17 de octubre de 2003 por una razón de genuina fe emocional y por una evidente manipulación hecha por los sectores que querían la salida del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, el tema del gas se había convertido en la gran bandera unificadora del movimiento popular de entonces. La negativa militante y violenta a exportar el gas por Chile y por supuesto a Chile, se convirtieron en la arenga y el slogan todos los días del conflicto, para llegar, como suele pasar cuando se desatan los demonios callejeros, al pedido de no a la exportación de gas a nadie. Es sobre esos escombros humeantes y vidas pérdidas que llegué al gobierno para encarar la cuestión de Chile.

Mi gobierno y la política marítima

A los pocos días de mi asunción al mando llevamos acabo la primera reunión interna sobre la cuestión marítima. La idea era inicialmente mantener la cuestión del mar en bajo perfil, plantear el reinicio de reuniones no oficiales con un equipo de dos representantes por país en terceros países. Estuvimos de acuerdo en que el TLC con Chile que se hallaba en proceso de negociación, no era conveniente para Bolivia. Se decidió además tocar con firmeza la cuestión del Silala.

La Cumbre de Santa Cruz y los apoyos internacionales a la reivindicación boliviana

Pero, la cumbre de noviembre de 2003 en Santa Cruz se convirtió inopinadamente en un escenario propicio para los pronunciamientos sobre el tema, el más histriónico como siempre el del Presidente Chávez, que declaró al llegar a Viru Viru que abrigaba la esperanza de poder bañarse en una playa boliviana, con la consiguiente respuesta de Chile que expresó su molestia por tal afirmación. En realidad venezolanos y chilenos usaron el mar como elemento de fricción en una relación que en esos días atravesaba momentos de tensión. También el Presidente Batlle de Uruguay en tono más mesurado ratificó el permanente apoyo uruguayo a nuestra causa. Más polémica fue la declaración de Koffi Anan, secretario general de la ONU, que a tiempo de ser recibido por mi en Palacio de Gobierno ofreció los buenos oficios de la organización para contribuir a un acuerdo amistoso entre ambos países. Pocos días después, en diciembre, Jimmy Carter que llegó a La Paz atendiendo a nuestra invitación se pronunció a favor de la reivindicación boliviana.

Santa Cruz. Mi primer encuentro con Lagos

El 14 de noviembre en la noche en uno de los salones del hotel Los Tajibos, decorado con hermosos cuadros de Maria Luisa Pacheco y ya casi de madrugada, me reuní en privado con Ricardo Lagos. Lagos me pareció un hombre muy seguro de si mismo, algo presuntuoso, pero con sensibilidad y pleno conocimiento del tema.     Pensé que obviar la cuestión marítima o tratarla con delicadeza no tenía sentido, de modo que le dije de entrada que los acontecimientos de octubre modificaban dramáticamente las cosas. En mi opinión no había ninguna posibilidad de retomar la negociación que había avanzado con mis antecesores. La emocionalidad boliviana había reforzado el más furibundo antichilenismo y había que aceptar un antes y un después del 17 de octubre que bloqueaba toda viabilidad al “non paper” (que no se mencionó explícitamente pero era el referente obvio) que se había discutido con Jorge Quiroga (la posibilidad de una zona económica especial sin soberanía en Patillos). Añadí que me parecía un momento adecuado para tomar el toro por las astas y que no había otra opción que considerar una discusión sobre la soberanía boliviana.

Lagos me respondió que coincidía en que la soberanía era “la cuestión”, pero que a diferencia mía, él pensaba que ésta estaba al final del camino y no al principio. Retruqué recordándole que durante casi cien años, después del tratado de 1904, ambos países habíamos ensayado todas las fórmulas posibles y que ninguna se había concretado porque el verdadero eje del problema era la soberanía, no valía la pena dar vueltas alrededor de un punto que inevitablemente era el nudo gordiano del problema. ¿Por qué no encararlo con valentía? Era un artificio suponer que la negociación comenzaba ahora. Lagos me dijo que si para mi la cuestión tenía una significación política, para él también la tenía, el pueblo chileno no estaba preparado para aceptar una discusión en esos términos y el no estaba en condiciones de jugarse su capital político para avanzar tanto. Terminó con la clásica propuesta chilena: “Yo estoy dispuesto a hablar de soberanía inmediatamente si Usted consigue de Perú la aceptación de un corredor soberano para Bolivia que pase por lo que fue territorio peruano. Si hay un sí peruano, habrá un sí chileno”. El candado de 1929 seguía sirviendo como el argumento de oro de ambos para entrampar a Bolivia.

Luego entraron mi canciller, Juan Ignacio Siles y la ministra Soledad Alvear (que se convirtió en la más dura consejera del Presidente en los días de la crisis), con quienes discutimos una amplia agenda bilateral que incluía exportación de carne y azúcar y la posibilidad de avanzar en un tratado de libre comercio bilateral que no cerramos ni entonces ni más tarde, porque en nuestra opinión no resolvía el grave problema de la balanza deficitaria para Bolivia en nuestro comercio bilateral. En general fue una reunión muy franca.

A mi me parecía entonces y me sigue pareciendo ahora, que Bolivia estaba en condiciones de plantear una negociación diferente, reposicionarse en el escenario internacional y presionar a Chile ante la comunidad de naciones, porque ahora sí había algo tangible que a Chile le interesaba conseguir, lo que no debe leerse como la presunción ingenua de nuestra parte de que la cosa era tan simple como hablar de un canje elemental de gas por mar, como se ha querido hacer creer sobre todo desde Santiago y que se ha comprado con tanto entusiasmo por parte de nuestros compatriotas detractores.

El comienzo del enfriamiento

Dos hechos rompieron nuestra empatía inicial con Lagos, un hombre terriblemente temperamental. El primero fue mi discurso del 4 de enero de 2004 en el que, como parte de un mensaje a la Nación sobre el estado de situación del país que heredamos, agradecí los apoyos internacionales a nuestra causa y mencioné con claridad que la soberanía era el tema en discusión y que resolverla era la única forma de avanzar en este siglo XXI hacia una agenda de futuro entre dos naciones complementarias entre si como lo son Chile y Bolivia. La reacción de La Moneda fue, como siempre, la del rechazo sobre tablas a mis palabras. La rutina de la diplomacia chilena es tan contundente como falta de la mínima flexibilidad. Repetir el discurso del no se le ha convertido en un tic. El segundo fue una conferencia de prensa en Palacio sobre el tema, a los pocos días de mi discurso. Ante una pregunta sobre si íbamos a denunciar el tratado de 1904, asunto que jamás estuvo en nuestra agenda, respondí que en 1904 se había firmado un tratado de “paz y amistad” entre los dos países, con el que se había logrado la paz pero no la amistad. Afirmación que podía comprobarse recordando simplemente que teníamos las relaciones rotas desde 1978, que Chile había alfombrado la frontera con Bolivia de minas antipersonales y que la actitud chilena había sido de una ceguera y una inflexibilidad incomprensible durante decenios ante los reclamos bolivianos. Pero Lagos interpretó que me refería a nuestra relación personal y al momento que vivíamos ambos países. Dada la naturaleza cordial de la reunión de Santa Cruz, esta mención le pareció inaceptable. Quizás lo fue en los términos clásicos del lenguaje diplomático, pero creo que era tiempo de hablar con claridad. Por supuesto no hubo intención de menoscabo personal, cuestión que salía sobrando en la dimensión del tema bilateral. Lo hice además en términos precisos y sin retórica, lo que considerando la espiral delirante de retórica beligerante como estilo de parte de Chávez entonces y después y de Evo Morales en cuanto tema se pueda pensar, era casi una caricia. Sea como fuere, el Presidente chileno se descompuso y alentado por su ministra de Relaciones Exteriores nos hizo saber que no habría ningún encuentro bilateral que tenga como tema la cuestión marítima.

Una consulta a los ex cancilleres

En ese contexto trabajamos intensamente para analizar nuestra posición con un equipo pequeño en Palacio y con los ex cancilleres bolivianos en dos reuniones que hicimos también en la casa de Gobierno. El 6 de enero a las nueve de la mañana tuvimos la primera de dos reuniones con un grupo de ex ministros de RR.EE. para consultas a propósito de mi discurso, la reacción chilena y la posición boliviana que debía llevar al la Cumbre de las Américas de Monterrey. Juan Ignacio recordó que los dos temas más sensibles en ese momento eran nuestra exigencia de un inmediato desmantelamiento de los miles de minas antipersonales en la frontera común y el diferendo del Silala, reafirmando la postura de que se trataba de un acuífero y no de un río de curso sucesivo. En el tema del mar, planteaba la discusión de nuestra posición y los elementos que siempre habían impedido un acuerdo, sobre todo los referidos al pedido chileno de compensaciones territoriales.

En líneas generales y salvo excepciones se coincidió en que el punto de partida de cualquier negociación era el planteamiento de 1975. Carlos Saavedra y Gustavo Fernández insistieron en recuperar el camino de Quiroga y Sánchez de Lozada, basado en la Zona Económica Especial en un puerto chileno como un paso hacía la solución definitiva. Para Carlos Iturralde la responsabilidad de la solución estaba en manos de Perú y no de Chile. Si no se lograba un cambio de actitud peruana, todo esfuerzo sería vana. Los ex cancilleres coincidieron en que Bolivia debía mantener firme su posición y continuar con la lógica de que los escenarios de la discusión eran múltiples, tanto bilateral como trilateral y multilateral y que no había que renunciar a ninguno de ellos.

Monterrey

 

Juan Ignacio hizo todos los esfuerzos para logra un encuentro informal con Lagos en Monterrey, pero el Presidente chileno estaba emperrado en no ceder. Ya en esa ciudad hicimos gestiones para evitar una situación siempre compleja, la de colocar el tema en el tapete de la reunión. Por nuestra parte, la presión pública de que pusiéramos en evidencia la cerrazón chilena y colocáramos la cuestión de la soberanía en el plenario era muy fuerte. Juan Ignacio me dijo en la víspera del día D, que había agotado esfuerzos y que la canciller chilena se había cerrado totalmente.

El día de la plenaria (13 de enero) se respiraba la tensión en las delegaciones de Bolivia y Chile. La ronda de participaciones siguió la formalidad ya conocida, con el tratamiento de los temas que no por remanidos dejaban de ser importantes (pobreza, inclusión, equidad, cohesión social), aunque era evidente que el tono de las participaciones repetía una rutina de cumbres que ya para entonces estaban bastante desgastadas. Nadie parece hacer nada para terminar con esta fiebre, cuya única ventaja (quizás suficiente para justificarlas) es la cantidad de reuniones bilaterales que permiten un contacto muy fluido e interpersonal entre los jefes de estado. Me tocó intervenir después de Nicanor Duarte y esto es lo que dije en lo específicamente referido a la cuestión marítima:

“Hoy, porque miramos al futuro con fe, convocamos al Presidente Lagos y al gobierno de Chile a buscar con nosotros una solución definitiva a nuestra demanda marítima, sobre premisas muy claras pero que creemos que pueden ser muy efectivas. Proponemos un diálogo en cualquier escenario, sea este bilateral, sea el que auspicie cualquier país o grupo de países amigos o el que se haga en el marco de la iniciativa de una institución multilateral. Ofrecemos, además, una voluntad real de buscar esa solución. Confiamos en que tendremos la capacidad de mirar en el horizonte los beneficios que traerá no solo para ambos países, Bolivia y Chile, sino también par la región.

Señores jefes de Estado, menciono este tema en este escenario interamericano porque de verdad creo que el momento que viven nuestras sociedades, los desafíos y riesgos que afrontan, nos obligan a dar respuestas a problemas de fondo, con la mente abierta y seguros de que la única causa por la que vale la pena luchar es la de aquellos a los que nos debemos. Comparto plenamente la idea de que América puede y debe ser una Nación de repúblicas hermanas”.

Lagos respondió en tono vehemente y con evidencias de molestia en su rostro. Repitió el libreto que había convertido en muletilla para referirse a la “cuestión boliviana” contando la historia de la “gran generosidad” chilena en todos los ámbitos y para con Bolivia y sus laboriosas negociaciones con cuatro presidentes de nuestro país. Lo que no mencionó es el interés más que grande de Chile por conseguir el gas boliviano. Dijo también -¿cómo no?- que entre Chile y Bolivia no había ningún problema pendiente. Remató con un desafiante y grandielocuente: “Si de convocatorias se trata, ofrezco relaciones diplomáticas a Bolivia aquí y ahora”.

A esas alturas y dado el tono del mandatario chileno, el viceministro de RR.EE. de México le pidió a Juan Ignacio a nombre de Fox, casi en tono de súplica, que mi intervención de réplica no fuese agresiva. Estaba visiblemente nervioso y expresaba la preocupación de su Presidente de que la discusión “se saliera de madre”, lo que, visto a la luz de cumbres ulteriores, parece un chiste. Esta fue mi réplica:

“Quiero hacer una reflexión fundamental. Es verdad que a lo largo de la historia se han producido conflictos que han generado perdidas territoriales a muchos estados; pero la pérdida de acceso libre y soberano al Océano Pacífico, tiene una característica de daño mucho mayor y comprensible para todos ustedes. Apelo a las palabras de mi colega de Paraguay que se refirió a los graves daños económicos que sufren los países mediterráneos. Bolivia ha perdido más de 400 km. de costa y más de 120.000km2 de superficie territorial en esa contienda bélica.

Coincido en que tenemos que mirar al siglo XXI. Mirar al siglo XXI implica la solución definitiva de un tema en el que Bolivia hace una reivindicación justa, no la reivindicación de la totalidad del territorio perdido, sino solamente el acceso libre y soberano al Océano Pacífico.

Una demanda que no tiene otro objetivo que recuperar una cualidad, que le permite recuperar un acceso útil al mar, por que no hay ningún tipo de ventaja (libre tránsito) que se compare o pueda equipararse a lo que se perdió hace más de un siglo. Debe tomarse también en consideración el impacto que ha tenido esa mutilación sobre  la sociedad boliviana a lo largo de su historia.

Lo que yo estoy proponiendo es la apertura de un diálogo, que tiene como punto de partida algo muy claro, el que nuestro país recupere una cualidad y un acceso que le ha sido arrebatado y que le significó una pérdida económica incalculable y un perjuicio que hoy todavía sufre.

Termino indicando que sin duda alguna, la reanudación de relaciones diplomáticas es un deseo que Bolivia tiene vehementemente, y que por supuesto se concretará en el momento en que se haya resuelto definitivamente el problema de nuestra soberanía. La prueba  de que el problema existe es que hoy lo estamos discutiendo y que muchos de ustedes solidariamente han expresado su apoyo a Bolivia, para encontrar la solución definitiva a este problema. Quiero agradecer a los miembros de la comunidad internacional iberoamericana que nos han dado su apoyo, por que comprenden que para Bolivia este es un tema de particular trascendencia”.

Lagos fue a la duplica breve, más irritado todavía que la primera vez. A mi colega chileno lo traicionó el temperamento, frente a mi postura personal de moderación y autocontrol.

Fue, sin duda, el momento de mayor tensión de las relaciones bilaterales desde 1987, cuando Pinochet y su ministro de Relaciones del Valle, burlaron la intención boliviana de encarar un “enfoque fresco” en las relaciones bilaterales, que quedó en eso, en la declaración de principios y buenos argumentos que Chile siempre tiró al canasto de la basura.

El logro mayor de Monterrey fue el reposicionamiento de la demanda boliviana que había sido edulcorada con la tesis del fortalecimiento del intercambio comercial como el camino idóneo para lograr el mar, cosa que no ocurrió como era previsible. Durante mi gobierno la demanda marítima fue un tema internacional importante. No me cabe la menor duda de que esa fuerte presencia en todos los ámbitos internacionales y la ofensiva mediática, la publicación del “libro azul”, mis intervenciones y las de Juan Ignacio en la Asamblea General de la ONU, cumbres presidenciales y la OEA, arrinconaron a Chile y lo obligaron a una campaña internacional de defensa de su posición, pero sobre todo a hacer una reflexión en profundidad sobre su política con Bolivia. El resultado de nuestra política ha sido un sacudón en sectores intelectuales, políticos y de decisión de Chile, algunos de los cuales han apoyado la idea de darle un acceso soberano a Bolivia, un impacto importante ante la opinión pública de ese país, primero radicalmente contraria a nuestra postura y progresivamente más flexible a discutirla.

Tras Monterrey, Chile pretendió hacer una lectura bastante elemental de mis motivaciones para posicionar el tema de la soberanía. El argumento apeló a lo más obvio: Dada mi debilidad interna necesitaba un tema de alta sensibilidad y emocionalidad para los bolivianos para lograr popularidad. Lo que hice en Monterrey, según varios medios chilenos, fue un concurso de popularidad montado en la ola de la reivindicación territorial. La interpretación se cae por la premisa falsa en la que se construyó. Basta leer las encuestas de esos momentos para comprobarlo. En noviembre de 2003 mi aprobación era del 82%, la más alta que haya tenido un Presidente boliviano en tiempos de democracia (Evo Morales no alcanzó ni con la “nacionalización” de los hidrocarburos esa cota de respaldo). En diciembre fue de 77% y en enero fue de 78%. Alguien que tiene ese nivel de respaldo al principio de su gobierno, simplemente no necesita ninguna muleta para apoyarse. Como se puede apreciar además, el tema del mar no representó ningún cambio significativo en mi nivel de aprobación ciudadana, desmontando completamente la especie de que requería la cuestión para salvar mi imagen.

En este contexto recibí un apoyo pleno y público del Congreso, que aplaudió la política internacional de mi gobierno, ratificando el concepto de que hasta agosto de 2004 nuestras relaciones con el Legislativo fueron fluidas y más que razonables. El 23 de marzo se hizo la tradicional conmemoración del día del mar (fecha en la que se inmoló Eduardo Abaroa en Calama) en un ambiente de patriotismo inflamado por la postura del gobierno, con gran respaldo de la gente, no sólo a la figura del Presidente sino a la iniciativa de reposicionamiento antes mencionada.

La pregunta cuatro del Referéndum

Pero el punto crucial para nosotros en este tema fue el Referéndum. La pregunta cuatro fue sometida a un gran debate interno y buscó establecer la idea de una política de Estado de largo plazo, la consagración de un momento especialmente importante, sobre todo por el hecho de contar con un elemento de negociación tan valioso como el gas. Lo que queríamos era marcar un derrotero que tuviese la legitimidad incuestionable del respaldo popular en un sentido estricto y literal, una decisión del pueblo soberano sobre cómo encarar nuestra negociación marítima. En la distancia puede parecer que la pregunta cuatro estaba jalada de los cabellos, pero no es así. Una de las cuestiones fundamentales del debate nacional de esos días era la exportación  transoceánica del gas y para hacerla efectiva, la cuestión del puerto era clave. Entonces, era impensable que el Referéndum no incluyera en las preguntas la cuestión que en muchos sentidos había detonado la crisis de octubre. La gente no hubiese aceptado dejar ese cabo suelto. Incluir una pregunta expresa sobre el puerto que definiera si se estaba de acuerdo  o no con usar un puerto chileno para la exportación, hubiese determinado un candado extremadamente inflexible. Parte de nuestra discusión fue en consecuencia plantear la pregunta sin precisiones tales que pudiesen entorpecer nuestra política exterior en el largo plazo. Por eso se llegó finalmente a la conclusión de que la preguntar debía ser lo suficientemente abierta que permitiera una política exterior en un dirección, la reintegración marítima a la vez que la vinculábamos con nuestra arma más poderosa para lograrla, el gas.

El resultado fue este texto que estaba marcado como la pregunta N° 4: “¿Está Usted de acuerdo con la política del Presidente Carlos Mesa de utilizar el gas como recurso estratégico para el logro de una salida útil y soberana al Océano Pacífico?”

El Referéndum fue un rotundo éxito y a pesar de que Morales hizo campaña en contra de las preguntas 4 y 5, ambas lograron un triunfo inequívoco del SÍ. En concreto la pregunta cuatro obtuvo el 56 % de respaldo sobre un universo de votantes de casi 2,7 millones.

 

Mis encuentros con Toledo. El acuerdo de agosto de 2004. Un mar de susceptibilidades.

El 4 de noviembre de 2003 en Lima tuve el primer encuentro con Alejandro Toledo quien tuvo conmigo siempre una actitud de simpatía personal que sentí genuina. Me escuchó atentamente en su despacho de trabajo, a diferencia del que yo tenía en el modesto Palacio boliviano, funcional y moderno, distinto del protocolar y solemne del recargado e impresionante edificio del gobierno en Lima. Después de mi explicación que entonces era simplemente introductoria, pero que mencionó el interés en desarrollar un proyecto común peru boliviano para la exportación de nuestro gas, no me dio ninguna respuesta ni opinión concreta que no fueran de buenos deseos de llegar a un acuerdo binacional.

En la secuencia en el ministerio de RR.EE., se sucedieron Alan Wagner y Manuel Rodríguez. Wagner fue nombrado secretario de la CAN, cargo que asumió en enero de 2004. Tuvimos siempre una muy cordial relación personal, era gran conocedor del tema, pero lamentablemente Bolivia no ha sido nunca su debilidad. Manuel Rodríguez en cambio tuvo una excelente actitud con Juan Ignacio y con el país. Aunque su obsesión era el problema de límites marítimos con Chile, nos apoyó sin dubitar cuando Juan Ignacio hizo el planteamiento de la reivindicación en la asamblea de la OEA y llegó a ofrecer apoyo contra apoyo, Perú decía sí a la franja boliviana en su frontera con Chile y Bolivia apoyaba a Perú en su diferendo de límites marítimos con Chile. La oferta lamentablemente abría una puerta para cerrar la otra.

El momento clave fue Monterrey. En nuestro encuentro, primero a solas y luego con los dos cancilleres, la respuesta de Toledo fue lo que se podía esperar en la vía optimista, al mencionar que Perú no trabaría una negociación entre Bolivia y Chile. No era lo ideal pero no se podía decir que fuera poco. Yo pensaba en realidad que también con el Perú lo que valían eran hechos y no declaraciones y que el gas era de nuevo el gran instrumento. Trabajamos intensamente en la concreción de un acuerdo bilateral que definiera claramente el puerto de exportación. A mi no me cabía la menor duda de que ese puerto debía ser peruano y en concreto debía ser Ilo. La primera razón era práctica, políticamente pensar en un puerto chileno era en ese momento inviable si la cuestión de la soberanía no se resolvía previamente, pero la segunda y más importante en la que siempre he creído es que solo un acuerdo sólido y efectivo entre Perú y Bolivia que cambiara el desarrollo sur peruano y occidental boliviano, con un negocio como el de exportación de gas a México y Estados Unidos, que comprometiera las reservas de ambos países, cambiaría geopolíticamente las cosas con el tercero en discordia de una manera dramática. Si eso se concretaba, nuestra posición frente a Chile variaría 180 grados y permitiría sin dudas un escenario muy diferente con ventaja de Perú y Bolivia sobre Chile que hasta hoy siempre tuvo la sartén por el mango, entre otras cosas porque apuesta doble contra sencillo de que un gran acuerdo binacional peruano boliviano es simplemente impensable.

Salvo el extraordinario empeño de Alfredo Barnechea que trabajó intensamente para convencer a sus compatriotas de que una alianza de Perú con Bolivia era un buen negocio económico, político e histórico, el vacío en Perú fue de tal magnitud que me sobrecogió. Barnechea escribió un artículo en la prensa peruana a los pocos días de mi renuncia. Lo cerró así: “Carlos Mesa era sin duda el hombre para hacer algo inteligente en esta situación, pero su país no lo acompañó. Para Perú, su salida es una calamidad. Pero lo es todavía más para Bolivia misma. Porque Carlos Mesa era un faro de racionalidad, además de decencia, en medio del extravío”.

Las viejas heridas del pasado y los fuertes intereses del presente frustraron el acuerdo que firmamos con Alejandro Toledo el 4 de agosto de 2004, en el que se establecía un acuerdo de libre comercio y, lo más importante, la decisión de llevar adelante el proyecto de integración energética que incluía una planta transformadora de gas en un puerto peruano. El mismo día en que suscribimos el acuerdo, el primer ministro Pedro Pablo Kucinski –gran amigo de Chile- estaba en Santiago garantizando a sus pares chilenos la apertura de una línea de acuerdo energético entre los dos países. Ni Kucinski ni el ministro de energía Quijandría, tenían el menor interés en que el acuerdo con Bolivia prosperase. Alargaron hasta la exasperación los tiempos de reunión de los equipos técnicos binacionales, mientras en Bolivia las cosas no estaban mejor. El entrabamiento de la ley de hidrocarburos daba argumentos a todos para esa dilación, no se podía concretar acuerdos específicos si Bolivia no contaba con un instrumento legal aprobado por el Congreso. Una vez más, las luchas intestinas contribuyeron a desdibujar el ambicioso proyecto que no contaba con respaldo en el corazón de los grupos de poder de ambos países. Las petroleras hicieron su parte, estaban más interesadas en hacer negocios con Chile. La imagen de estabilidad y seguridad jurídica de los trasandinos era una ventaja comparativa a la que se sumaban los costos adicionales del gasoducto al Perú y sobre todo los grandes intereses preacordados entre empresarios y políticos a los dos lados de la frontera.

A mi me faltó fuerza dada mi soledad política. A Toledo le faltó comprensión de la oportunidad histórica única que yo le brindaba. A ambas naciones se las comió su miopía y mediocridad, mientras Chile acertaba una vez más en su interpretación de las cosas. No tenía de que preocuparse, Bolivia y Perú nunca se pondrían de acuerdo en una estrategia común para lograr romper un cerco histórico para hacer realidad el desarrollo de sus regiones más deprimidas.

El proyecto terminó frustrado además por el giro de mis sucesores que volvieron al viejo esquema de sonrisas con Chile con la falsa esperanza de que el bilateralismo funcionara. Se desechó además el gran proyecto de la exportación de gas boliviano por el Pacífico. Perú no perdió el tiempo y desarrollo un proyecto en solitario que a la vuelta de un quinquenio la dejó en posición de exportar gas por la vía de grandes barcos tanqueros con una gran plantas de licuefacción, mientras Bolivia cerraba el camino de las inversiones y se autobloqueaba su única puerta de salida, una ruta por el Perú.

Es ilustrativo insistir en que debe ser el único caso en el mundo en que tres naciones que deben resolver una cuestión de esta importancia, no han podido lograr nunca reunir a sus tres presidentes o a sus tres ministros de Relaciones Exteriores o a sus tres viceministros, para discutir en una misma mesa el tema del enclaustramiento marítimo boliviano, la cuestión de la provincia cautiva peruana y el diferendo de límites marítimos entre Chile y Perú, que son todos temas comunes y unidos entre si. Cuando se lo planteé a Lagos, cortó tajantemente la posibilidad de discutir siquiera informalmente el tema, alegando que el tratado de 1929 impedía tal cosa. Lo que impedía tal cosa es la flagrante falta de voluntad política para hacerlo. Así de increíblemente decimonónica es la posición de quienes pretenden “superar un tema del siglo XIX con mentalidad del siglo XXI”. Una buena frase que hasta ahora se ha usado como coartada para no tomar el toro por las astas.

10 comentarios en “Mi Gobierno y el Mar

  1. Una excelente lección histórica de la posición chilena respecto al Mar, que nos muestra Carlos con su inobjetable conocimiento del tema, que debería hacernos reflexionar a todos los bolivianos, para EXIGIR una «política de estado» sobre el tema marítimo. Y que lamentablemente por la mediocridad de nuestra clase política principalmente, y algunos sectores sociales, continuamos siendo un país pobre.

    Felicidades Carlos, por compartir sus experiencias y conocimientos, y ojalá ex-autoridades pudieran tomar su ejemplo, para comprender más nuestra realidad.

  2. El artículo es sencillamente MAGNÍFICO. He aprendido muchas cosas que los periódicos cuentan muy por encima y no con demasiada frecuencia…..eso ocurre por lo menos en los periódicos españoles. Muchas gracias por clarificar tantos detalles.

  3. Lo que no advierten los ex mandatarios republicanos, así como los «y otros…», es que el masistoide los convoca no por consideración, sino que los piensa como «cartas bajo la manga» para su eventual expiación, de algo salir mal. E inscribirlos en la historia, por acomodo masistoide, como «autores intelectuales» del desastre reivindicatorio ante los estrados interncionales, y/o causantes del deterioro de las RRII cual fuese el medio.

    ¡Nueva pluri-lavada de manos!

    Si con la persecución político-judicial no les alcanzara a los parásitos masistoides, estos utilizaran la (inclusión de los nombres del pasado republicano) demanda como excusa de una otra etapa de persecución, y condena social. Es más el masistoide puede mandarse (unilateralmente) la parte, al margen de las deliberaciones con las personalidades invitadas, en el campo práctico de las RRII.

    La deliberación, inclusive la mera consultiva u pro positiva, al respecto del encargo masistoide, les puede llegar a costar providencias. La pluri-trampa de la discusión sobre un diferendo aparente. Ojalá no estén aceptando una nueva escena bajo el rol de «chivos expiatorios», pero esta vez de una cuestión tan histórica y sensible al espíritu del pueblo.

    ____________________
    P.D.: Contrario sensu, de salir «algo bien», que los republicanos no esperen los créditos a tal efecto. Cuando la liebre pide auxilio, el zorro precisamente no acudirá en su ayuda.

  4. Excelente video Doctor Carlos Mesa, lo vi completo. Espero que estas sugerencias sean muy tenidas en cuenta durante la reunión con el gobierno y los expresidentes bolivianos!! Personalmente pienso que esa misma propuesta que usted hizo con el gas la puede hacer Bolivia con el Litio y con Perú.

  5. Qué ingenuidad, don Carlos. Sobre todo en lo que respecta a Perú. Era evidente que Toledo lo mareaba mientras su jefe de gabinete hacía lo que era mejor para el Perú. No podemos quejarnos de eso… pero sí de que nuestros gobernantes pierden el tiempo en sentimentalismos patrioteros porque no tienen ni idea de cuáles son los intereses de largo plazo de Bolivia. Yo tampoco los sé… pero si fuera gobernante o político, por lo menos los propondría, alejándome del llanto por una derrota que, como país, provocamos, y ni siquiera fuimos capaces de asumir.

  6. Estimado Carlos, como siempre, muy interesante su nota. Quiero permitirme preguntarle lo siguiente: ¿Esta usted incluido en el grupo de ex-presidentes que elaboraran los documentos para la demanda boliviana contra Chile sobre nuestro reclamo de acceso al mar? Usted es un profundo conocedor de la Historia de nuestro país y sin duda su aporte será muy valioso, por muchas razones: como historiador, periodista y ex-presidente.

    Pese a que a los bolivianos nos guste este tipo de exposiciones y, como ya lo dijeron otras personas, nos ilustra y nos enseña sobre la realidad de nuestro enclaustramiento, tal vez en sus futuras notas tenga que ser mas reservado con algunas cuestiones, ahora que se piensa hacer una demanda que tal vez sea nuestra única o última posibilidad de contar con un puerto soberano en el océano pacífico.

    Saludos y hasta cualquier momento.

    • Formó parte de Un Consejo Consultivo Permanente junto a otros cuatro ex presidentes. Como su nombre lo indicativa, somos una instancia de consulta, no ejecutiva. la redacción de cualquier documento vinculado a nuestra demanda marítima es tarea y responsabilidad del gobierno. Nuestra tarea será expresar opinión, sugerir o recomendar, pero en ningún caso redactar el o los documentos que pudieran elaborarse de aquí en más.

  7. El Consejo Consultivo Permanente para tratar nuestra demanda maritima,espero que no sea simplemente un argumento politico,para querer recuperar la muy deteriorada imagen del gobierno actual,sabemos que la Diplomacia chilena esta muy bien estructurada,por lo que presumo que correremos la misma suerte que nuestros aliados en la guerra del Pacifico,por lo que sugiero se tomen acciones con algo real como lo es el puerto de Ilo,sin perjuicio de presentar la demanda ante los tribunales Internacionales,que seguramente nos llevaran otros 130 anos,falta saber con que resultados por lo tanto es muy importante dejar de ser utopicos en este tema,los bolivianos que hemos tenido la suerte de vivir fuera de nuestras fronteras sabemos,cuan mediocres son nuestras autoridades de la canci-lleria,al etremos de que en muchos lugares del mundo ni nos conocen como pais, no se que eco podra tener nuestros reclamos en el contexto internacional.

  8. Respecto de lo relatado por el Sr.Mesa de su experiencia de gobierno, en el tema maritimo con Chile, y sus reuniones con el ex-Presidente Lagos, y hablando como un simple ciudadano chileno, con el sentimiento que como tal afloran desde mi corazón a mi mente, les expongo lo siguiente:
    De la misma manera que Bolivia no acepta, de manera intransigente, el posible canje de territorios para facilitar la solución a su aspiración marítima, Chile no aceptará jamás ceder o regalar territorios soberanos.
    Creémos, y no es un argumento obvio, como manifiesta el Sr.Mesa, que las autoridades boliviana,desde hace muchas décadas, utilizan politicamente ésta cuestión por intereses y fines internos, y que , aunque entendemos que es una cuestión de importancia sentimental para los bolivianos, NO ES VITAL PARA LAS RELACIONES COMERCIALES DE BOLIVIA CON EL MUNDO POR LAS FACILIDADES QUE LE BRINDA EL TRATADO DE 1904 Y OTRAS NACIONES , y que más se trata de una cuestión emocional, que de tanto ser repetida, se transformó en un anhelo.
    Los chilenos, en general, no sentimos que le debamos nada a Bolivia, y que su enclaustramiento geográfico actual es la consecuencia de sus propios errores por no haber respetado el tratado de 1874, con lo cuál le dió a Chile el derecho a actuar militarmente; fuimos obligados a defender lo que en derecho nos pertenecía despues de muchos atropellos de autoridades bolivanas; creemos que el tratado secreto con Perú de 1873, nos dá aún más la razón, pues se trataba de una conspiración internacional en contra de Chile, donde incluso Bolivia hizo lo posible por involucrar a Argentina también en contra nuestra, de manera que
    estamos ciertos, muy seguros, que actuamos legitimamente obligados por las circunstancias; que no fué ninguna usurpación o robo como dicen por allá, y que por tanto, las consecuencias de los actos peruanos y bolivianos son el resultado lógico.
    Las aspiraciones bolivianas de tener acceso soberano al Pacífico no serán atendidas por Chile, ni siquiera con una negociación de «gas por mar». El gas no nos interesa, pues se trata de un bien finito; sería, como decimos los chilenos «cambiar carne por charqui»; además, ya tenemos solucionado el problema de abastecimiento de ese combustible.
    Tememos también que un corredor al norte de Arica se transforme en el » corredor de la coca al mundo y a Chile», con las terribles consecuencias para Arica misma, para Chile. No entregaremos Arica a los traficantes de drogas, por lo que hasta un posible canje de territorios nos parece inviable.
    Ningún gobierno chileno, jamás, entiéndanlo bien, jamás, entregará territorio chileno gratuito a ninguna nación.
    Si no se comprende ésto, vuestra frustración será eterna.
    Los pueblos se merecen la verdad y sería bueno que los bolivianos lo vayan asumiendo.
    Saludos.

    • Claro, pero Chile si puede apoderarse gratuitamente de territorio de otro país,sin que haya guerra de por medio.Asi , el Gobierno chileno irritado por la perdida de mar por sentencia de la CIJ, se apodera de territorio peruano pretendiendo falsamente que la frontera entre los dos países comienza en el mar frente al Hito 1 tierra adentro.El Tratado de 1929 celebrado entre los dos países estipula que la frontera terrestre termia algo mas al sur:en el PUNTO CONCORDIA al borde del mar. y asi lo. señala también el Acta de Ejecución de 1930. Piñera, para despistar hablo del PUNTO 266 en vez de CONCORDIA y no quiso leer el art.175 del fallo de la CIJ que señala expresamente que el punto que señala donde comienza la frontera marítima (baja marea medida a partir del Hito 1 PUEDE NO COINCIDIR con el lugar donde empieza la frontera terrestre: mas claro, el agua.La Cancilleria peruana ha presentado una nota de protesta a respecto, pero como la diplomacia peruana es altamente profesionalizada, esta estudiando como resolver el entuerto.Entoncesen Tratado con Bolivia se mide con un rasero y el Tratdo con el Peru con rasero totalmente distinto! «Seriedad chilena»

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