Publicado en Página Siete y Los Tiempos el 19 de septiembre de 2010
Cuando la libertad está en juego no hay nada que justifique la mezquindad o el egoísmo, no hay nada que de lugar al cálculo, el personal, el político o el económico. Hablamos de la libertad: “uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos”, como escribió Cervantes en su obra inmortal.
Bolivia vive hoy en el marco de una democracia legitimada por el voto masivo de los ciudadanos a favor de un hombre y un proyecto de gobierno y deslegitimada cada vez más por el progresivo cercenamiento de nuestras libertades fundamentales.
No es tiempo ya de repeticiones interminables de lo evidente, es tiempo de preguntarnos ¿Qué estamos haciendo en concreto y de modo eficiente para frenar esta maquinaria tan amante de la guillotina, por ahora metafórica, pero cada vez más real en la aplicación de lo que implica filosóficamente el “reino de los puros” y la construcción del cambio con el ingrediente del miedo? La respuesta no es muy difícil. No estamos haciendo nada.
Como si estuviéramos en el mejor de los mundos, cada persona, cada institución, cada partido, cada mini bloque de asambleístas, cada alcaldía, cada gobernación, cada concejo, actúan de modo fragmentado, diciendo o escribiendo críticas contra el gobierno. Pero el “lamento boliviano” no es otra cosa que eso, no conduce a ninguna parte. Lo que se desmorona es la esencia misma de lo democrático y, en tanto, el debate es –para decir lo menos- bizantino. No contentos con el monumental error de haber llevado a la candidatura presidencial a alguien que no resistió una semana el embate gubernamental, hoy miden, calculan, evalúan el costo-beneficio personal. La excusa es ideológica; que si éste está muy a la derecha, que si éste otro no representa al pueblo, que si el de más allá es parte de un pasado execrable, o aquel es demasiado regionalista, o el de la otra punta es un radical, o demasiado blanco, o demasiado oscuro. El resultado –previsible- es una oposición partidaria misérrima, una oposición regional derrotada y/o acorralada, una oposición local débil y una ciudadanía que tiene que escoger entre el fuego y las brasas.
Pedimos democracia y no somos capaces de construir democracia, criticamos al gobierno por su autoritarismo y no vemos la inexistencia de una respuesta democrática real, ni por organización ni por unidad, ni por propuesta.
En medio de ese desierto han aparecidos dos voces sensatas –bajo la presión persecutoria del autoritarismo gubernamental-, que le han hecho una propuesta al país. El ex alcalde de La Paz Juan del Granado y el gobernador de Tarija Mario Cossío. Ambos proponen lo mismo pero lo hacen por separado. Del Granado se refiere a la necesidad de eliminar el vergonzoso artículo de la suspensión arbitraria de autoridades contemplado en la Ley de Autonomías. Cossío va más allá, propone además la aprobación de una Ley de defensa de las garantías y libertades democráticas de todos los bolivianos. La idea planteada por Cossío es más integral pero ninguna es contradictoria, por el contrario, se complementan. El problema y el riesgo es que cada uno busque por separado las firmas para una Iniciativa Legislativa Ciudadana y el desenlace sea otra vez la evidencia de que el valor supremo que nos debiera unir a todos, no sea capaz de hacerlo por deficiencias de liderazgo.
No es tiempo de darse lujos, ni de exquisiteces “ideológicas”, es tiempo de unir fuerzas, de olvidarse por un tiempo de los intereses específicos, ya habrá ocasión para ello. Hay que sumar, sumar y sumar. Sumar voces con autoridad moral en el país, realizar una sola propuesta, recolectar centenares de miles de firmas en todo el territorio nacional, unir a la oposición en la Asamblea e imponer por fuerza de convicción, por legitimidad de la demanda, por genuina vocación democrática, una Ley que termine con esta locura a la que se nos está llevando.
Para ello hay que olvidarse –por ahora- de las consideraciones sobre el modelo político, sobre la naturalaza positiva o negativa del cambio que el país atraviesa. Esa es otra página, otra historia, importante sin duda, pero cuando el aire y el agua escasean, está difícil ocuparse de la forma de la casa y la distribución de sus habitaciones.
¿Será posible, por una vez, lograr algo aparentemente tan sencillo y prácticamente tan complicado? ¿Cuántos palos debemos recibir, cuántas acusaciones y persecuciones y cárceles necesitamos experimentar para darnos cuenta de que esto de imponer el modelo único va en serio?
Esta no es tarea de uno, ni palestra para el lucimiento de nuestras dotes individuales, es tarea de todos para salvar una democracia en la que creemos y por la que luchamos desde hace muchos años. Es conmigo y contigo y con todos, con una sola condición, la de ocupar el lugar que nos toque, no el que la vanidad y el ego nos impulsan a pensar que merecemos.
En 1985 el gobierno de Paz Estenssoro preguntaba en torno al 21060 ¿Si no es así, cómo es? La respuesta fue un largo silencio. Hoy el gobierno hace la misma pregunta y la respuesta, por ahora, es un largo silencio. Hay un axioma muy conocido: Si hay quienes tienden a actuar como amos, es porque hay quienes tienden a actuar como esclavos.
“Es necesario tener presente que así la libertad haya surgido para combatir al Estado absoluto de la minoría, también debe regir para controlar a la mayoría” Bernal P.