La periodista mexicana Paula Carrizosa del periódico de Puebla «La Jornada de Oriente» me hizo una entrevista sobre mi novela, que transcribo.
Soliloquio del conquistador es el título de la primera novela del ex presidente boliviano Carlos Mesa Gisbert (La Paz, 1953), una historia que se desenvuelve desde la lógica particular de Hernán Cortés y desde la lectura del siglo XXI proporcionada por su autor, que en conjunto permiten que el lector tenga un privilegio: “El mirar el pasado, el presente y el futuro” de la Conquista de América.
De visita en la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP) para brindar la conferencia “Perspectivas de la democracia en América Latina”, el antecesor del actual presidente reelecto Evo Morales fue entrevistado por La Jornada de Oriente sobre este volumen publicado por dicha universidad y la editorial Edaf, antes de ser presentado en su natal Bolivia.
Desde el edificio de rectoría de la UDLAP, el presidente de aquel país entre los años 2003 y 2005 señala que en Soliloquio del conquistador asume a Hernán Cortés como un personaje que, más allá del anclaje de su tiempo, en particular en 1532, donde se sitúa la novela, tiene un privilegio: el mirar el pasado, el presente y el futuro, el saber cómo moriría y cómo serían sus descendientes.
Con esa “mirada de tres tiempos”, añade Mesa Gisbert, se pueden hacer dos consideraciones. La primera, “entender que no se puede escoger la historia, que somos hijos de Cortés, de Cuauhtémoc, de (Miguel) Hidalgo y de (José María) Morelos y que no es posible separarse de ello”.
La otra, que al pensar sobre su vida “Cortés intenta hacer una reflexión sobre la naturaleza humana, que por sí misma es contradictoria y paradójica, que tiene grandezas y miserias, que en ella está mezclada la sangre y el semen, el conjunto de lo que construye y destruye”.
“El punto, el fondo de la novela, es ver a Cortés y Marina como seres humanos, por encima del conquistador o de la indígena, por encima de América o España”, dice el también historiador y periodista.
A Hernán Cortés, cuenta apasionadamente, lo descubrió a través del escritor Carlos Fuentes y su libro Ceremonias del alba. Ante las aproximaciones externas que había sobre el conquistador, continúa, se preguntó si sería posible colocarse, literalmente, en sus zapatos para mostrarlo como “una persona de carne y hueso, diplomático, violento, apasionado y enamorado”.
Sobre todo, el ex presidente Carlos Mesa trabajó para mostrar a “Cortés a través de Marina”, ya que para él no se puede entender al conquistador sin la intérprete indígena.
“Tiene varios nombres, todos bonitos salvo el último: Ce Maninalli, Malintzin, Marina y Malinche, el cual aparece indisolublemente ligado a un adjetivo espantoso como es el malinchismo, algo que ha destruido el valor del personaje.
“Ello porque Marina no tenía ninguna razón para ser pro azteca, ya que su padre había sido asesinado por ellos y ella misma había sido vendida por su madre y mandada a ser esclava tres veces. ¿Cuál sería la razón por la que se considera a Malinche traidora cuando quería la muerte de Cuauhtémoc, representante de aquellos que habían matado a su padre?”, cuestionó.
Incluso propuso que “si viviéramos en otro mundo”, Marina sería la primera feminista de América, algo que es contrario, “pues resulta que es la primera traidora”.
A Marina, Mesa Gisbert la considera “una mujer gigantesca”, pues hay algo que lo refleja: que los indígenas conocían a Cortés no como Cortés, sino como Capitán Malinche, y le decían así porque él, al no saber alguna lengua indígena no hablaba directamente con los pueblos, y lo hacía siempre a través de la lengua de Marina, quien les hacía creer que él era Quetzalcóatl pese a que él no estaba de acuerdo con que lo llamara así, pues pensaba que sería una barbaridad y una herejía.
“Cortés y Marina –añade el entrevistado– eran una pareja formal en el sentido de que iban juntos, que estaban inseparables uno del otro. Pese a ello y al desarrollo erótico que hay en la novela, al final Malinche le reprocha a Cortés por qué si ella había sido la mujer que él decía haber amado más, la había abandonado y entregado como un objeto”.
El sentido humano en la discusión política, “uno de los nudos”
El ex presidente boliviano Carlos Mesa estima que el elemento unificador entre los países americanos es precisamente el proceso de la conquista, sobre todo para naciones como México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, donde se caracteriza por ser un encuentro violento, de choque, de descubrimiento y redescubrimiento del mundo.
Así, en esa lógica, en su primera novela hay personajes históricos como Moctezuma, Atahualpa, Cuauhtémoc, Manco Inca, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, que permiten leer un debate sobre el sentido humano en la discusión política, sobre todo en la discusión de Valladolid, que es “uno de los nudos que trata de desanudar la novela”.
El entrevistado subraya que en la novela hay un contrapunto destacable, aquel que contrapone a Hernán Cortes con Fray Bartolomé de las Casas, los dos emblemas de la Conquista, uno como hombre defensor y el otro conquistador, ambos encomenderos que encuentran caminos distintos: el uno que defiende las leyes viejas y privilegios a los conquistadores, y el otro que impone las leyes nuevas y les limitan los derechos.
“El debate de Valladolid es para mí uno de los debates más extraordinarios de la historia, ya que en él se pueden encontrar las bases de la Declaración mundial de los derechos humanos, sobre todo en el discurso de Fray Bartolomé de las Casas”.
En dicho debate, añade el político boliviano, Cortés se posiciona como “un hombre de su tiempo”, por lo que hay que leerlo de esa forma. “En mi opinión era un hombre renacentista de un imperio acusado de ser medieval que nunca pasó a la modernidad, siendo esa una de las grandes ironías: ¿cómo fue que ese imperio que era medieval es el primer imperio moderno de la historia, el primer renacentista? El siglo XVI, para mí, es el siglo de España”.
Bajar a las figuras del bronce o sacarlas del lodo
Sobre si la novela Soliloquio del conservador exalta o no a los conquistadores en una época de conservadurismo –como por la que pasa México–, el antecesor de Evo Morales señala que incluso su madre ya le advertía que estaba fuera de tiempo, sobre todo en su país, donde hay una reivindicación de los viejos indígenas y la execración de los conquistadores.
“No es mi lógica el reivindicar, sino que se trata de colocar las cosas en su lugar, en un momento de execración, en el que creo hay que tomar una postura consciente, porque así somos nosotros, ya que más que para entenderlos a ellos se trata de entendernos a nosotros mismos”.
Por ello, Carlos Mesa confía que una de las tareas de los latinoamericanos con las figuras fundamentales de la historia es “bajarlas del bronce o sacarlas del lodo, en cualquiera de los dos casos”.
En ese sentido, apunta que la novela cierra con un personaje real, “un muchacho que nació en El Alto, una ciudad cercana a donde yo vivo, un rapero y hiphopero de origen aymar llamado Martín, que interpela a Cortés y Marina porque finalmente los éxitos y los fracasos del mestizaje están en este personaje que cuenta su propia vida”.
Por último, Mesa Gisbert advierte que la novela editada en México mantiene su tema central, que es la reflexión sobre la identidad, sobre América y sobre Bolivia. “Esta novela es mi alegato personal más importante porque mezcla la descripción de un mundo, la mirada erótica básica de la pasión humana y la Conquista, y a diferencia de mis ensayos o escritos históricos, es en la prosa poética donde me muevo con mayor soltura y fuerza, con momentos de intensidad que no podría haber expresado de otra forma”.