Comentario de Fernando Molina sobre mi libro «La Sirena y el Charango, Ensayo sobre el Mestizaje»

Sirena y Charango en la Catedral de Puno (perú) a orillas del Titicaca. La figura representa las deidades lacustres Qesintuu y Umantuu

Sirena y Charango en la Catedral de Puno (Perú) a orillas del Titicaca. La figura representa las deidades lacustres Qesintuu y Umantuu

Fernando Molina escribió un texto para la presentación de mi libro. Ese comentario se ha publicado en mayo de 2013 en «Nuevo Crónica». Transcribo una parte de este trabajo.

Carlos Mesa acaba de presentar un libro, La Sirena y El Charango Ensayo sobre el Mestizaje que se halla firmemente asentado en esta tradición, la más importante de nuestro país.

El libro explica Bolivia como un revoltijo cultural, como un continuo entrecruzamiento de ideas, como un laberinto de influencias, como un país mestizo hasta la médula. Con ello quiere reivindicar el aporte hispano a la conformación de la nación, que se ha perdido de vista en los últimos años, a raíz del decaimiento de la ideología del mestizaje. Mesa recuerda que Bolivia se formó demográfica y geográficamente en el periodo pre-republicano, que sus costumbres, expresiones, mentalidades provienen tanto del mundo andino como de España. Quizá baste decir, para ilustrar este razonamiento, que incluso el nombre con que se designa a los pueblos americanos o “indios” no es el que estos usaban para hablar de sí mismos, sino un nombre mestizo, traído por Colón y luego impuesto como la categoría colonial con la que, sin embargo, los indígenas de hoy pueden identificarse, y se identifican de hecho.

Carlos Mesa hace una apología de la mezcla cultural, con la explícita intención de basar en ella el orgullo nacional. Es una tarea comparable a la de los intelectuales nacionalistas del siglo XX, aunque, por supuesto, Mesa tome la palabra más de medio siglo después, cuando muchas cosas han cambiado.

A 61 años de la Revolución Nacional, la creación de una nítida identidad nacional, que englobe y uniforme a todos los grupos subnacionales, no se ha cumplido plenamente, por una serie de razones que no puedo exponer aquí. Y este fracaso, como es lógico, ha abierto espacio a la crítica del mestizaje, que mediante un proceso complejo y fascinante –uno de los fenómenos más llamativos del periodo democrático que se abrió en 1982– desembocó en la conformación del indianismo contemporáneo.

Ahora bien, allí donde aparece la crítica también es posible la crítica de la crítica, a la que Mesa contribuye no como un Zavaleta o un Céspedes, quienes desautorizaban el “indigenismo” de su época porque “le hacía el juego a los enemigos de la nación”, sino valorando lo positivo del legado nacional (y nacionalista), del que los indianistas sólo ven lo negativo.

Es lógico que para quienes se identifican fuertemente con identidades que no son la boliviana, por ejemplo para ciertas élites aymaras, el proceso de construcción nacional se presente como una operación de subyugación y aplastamiento. Tómese en cuenta que el proyecto nacionalista no sólo aprovechó el trabajo de la naturaleza, el mestizaje racial, sino que precipitó la hibridación cultural con medidas como la educación universal en español, la predominancia de la religión católica –que era la del Estado nacionalista–, y la anulación de las expresiones identitarias que se diferenciaban de la “boliviana”.

En esa medida, el esfuerzo de invención nacional, cuyas glorias canta Carlos Mesa, esconde también en su seno grandes dosis de violencia. Como planteamiento, supera el rechazo a lo indígena (en tanto no europeo) y a todo lo que el indígena toca, o todo aquello con lo que se combina. También innova dentro del nacionalismo, al remplazar el ideal de pureza racial y cultural que anima a la mayoría de los movimientos de este tipo por la simbiosis ideal del acervo indígena y español. Pero al mismo tiempo trata de crear una nueva entidad, el “mestizo nacional”, que se nutre de las raíces antiguas pero en rigor es un producto nuevo, premeditado, un artefacto casi, de una decisión social e histórica. Nada más moderno que este nuevo tipo social. Y la modernización exige el pago de un alto precio social, cultural y psicológico.

Uno de los resultados indeseados de la modernización nacionalista ha sido el retorno a la escena intelectual boliviana de las tesis racistas del indianismo. Como si de verdad la cultura mestiza estuviera “maldita”, otra esta vez el racismo apunta en contra de ella, recuperando el argumento colonial que la acusaba por su actitud “traidora” frente a los indígenas. La mixofobia se encuentra vigente una vez más, ahora encarnada en el indianismo, que añora un pasado previo a la trayectoria que aquí hemos descripto, es decir, un pasado previo al mestizaje, en el “tiempo del origen”, cuando los indios reinaban.

El libro de Mesa desafía esta concepción, lo que es plausible, y lo hace, dado el contexto político, con un coraje personal que es menester enaltecer.

Pero una cosa es el indianismo y otra las identidades que –por influencia de aquél, por el fracaso del nacionalismo revolucionario y por otras razones– no se reconocen en el ideal del mestizaje. Estas identidades no deben ser condenadas, como hace la derecha racista; ni siquiera evangelizadas, como quizá apunta a lograr Mesa; sino simplemente aceptadas como un componente nuevo, más moderno que antiguo, pero con todos los derechos, de esa diversidad que consideramos nuestro patrimonio y, al mismo tiempo, la garantía de estabilidad de nuestra sociedad.

Tal admisión es la que de alguna manera, quizá no la mejor, pero la única concreta en este momento, se expresa en el actual ordenamiento plurinacional del país.

En el mundo occidental, las identidades son una cuestión de cada quién. El mestizaje boliviano, tal cual lo retrata este libro, puede soportar perfectamente ser considerado no el necesario punto final de todas las trayectorias culturales, sino una cultura y una trayectoria más, entre otras. Todas ellas, claro está, “mestizas” en el sentido original de la palabra (mezcladas), aunque no en la acepción política que le dio al término la Revolución Nacional.

El libro de Mesa es muy provechoso en todos los sentidos, excepto si se lee como si afirmara que la única cultura posible, o la cultura superior, es la mestiza. En tal caso, quien lo hiciera caería exactamente en el error que el mestizaje superó a lo largo de la historia. Por el contrario, este libro debe servir como ilustración de que la pureza identitaria, de cualquier índole que sea, es un propósito no sólo estrecho y mezquino, sino imposible de cumplir en la realidad.

6 comentarios en “Comentario de Fernando Molina sobre mi libro «La Sirena y el Charango, Ensayo sobre el Mestizaje»

  1. Hay una dosis critica y de objetivo, me gustaria leer el libro Carlos. Trasciende sin embargo lo q muchos bolivianos sentimos ese ‘orgullo mestizo’ q nos caracteriza por el devenir de muchas culturas y genesis (genetica) entremezclados. Pero esto sucede en la mayoria de las nacionalidades en el mundo, es decir muchas identidades actuales tienen explicacion solo en el contexto de su pasado. Y debemos asumir que ‘lo unico constante es el cambio’, esta identidad sufrira una evolucion inevitable con el paso del tiempo, dicho esto es importante plantear, pensar re-pensar este importante analisis y debate planteado por Carlos.

  2. Señor Mesa: anoche lo escuche por TV catolica lo felicito muy interesante sus comentarios una catedra sobre el mestizaje, que lindo seria que tenga un programa en television sobre la Historia de Bolivia, nos falta mucho para que los jovenes conozcan mas sobre nuestra Republica de Bolivia, mis felciitaciones Señor Presidente

  3. Por los comentario del Sr. Molina el texto es muy bueno, además de los comentario que vi en el canal del Sr. Salcedo en entrevista con el Sr. Mesa, me llamaron más la atención del contenido el libro, el mestizaje que nos caracteriza de la trayectoria de muchas culturas nos da una identidad actual, lo leeré el libro y con mayor causa podre dar una opinión correcta a cerca del Autor. Sr. Mesa, felicidades por este aporte a nuestra realidad.

  4. Quiero felicitarle por mostrar una realidad objetiva que lastimsamente muchos no la aceptan, considerando que nuestro pueblo ha interpretado el termino mestizaje desde un dolor y rechazo.
    Estoy deacurdo con la idea de que no se puede explicar la historia de bolivia sin aceptar la cultura occidental, de esta forma pienso que es importante reconocer que nuestra identidad es occidental e indigena.

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