El Estado Republicano Plurinacional y la Pregunta 29 del Censo

 

Publicada en Página Siete y Los Tiempos el 12 de agosto de 2012

Larga polémica. Batalla fundamental en la que la construcción de un imaginario de presente y de pasado se debate milímetro a milímetro. En 2001 un inteligente grupo de antropólogos y políticos o de antropólogos-políticos, incluyó la pregunta clave sobre la autoidentificación étnica en la boleta del censo.

Fue una jugada maestra porque abonó el terreno para una afirmación fundamental. Tras el resultado (el 62% de los consultados dijo pertenecer a algún grupo indígena), se desplegó la bandera. La gran mayoría de los bolivianos son indígenas, Bolivia es una país de matriz indígena. Si bien entonces las opciones eran sólo seis, se había plantado la semilla de la plurinacionalidad.

La reforma constitucional del 94 que creyó zanjar el desafío con el concepto de la nación pluricultural y multiétnica, solo había abierto la presa que confluyó en un gran río. ¿Porqué lo ‘plurimulti’ no se impuso? Porque la visión liberal clásica se basaba en un pilar intocable, el de la ciudadanía sobre el criterio de la igualdad absoluta. Si es verdad que todos los seres humanos nacemos iguales, es verdad también que los derechos y garantías de la persona en la Constitución no pueden hacer distingos y deben ser los mismos para todos. Eso hizo que la declaración fundamental del primer artículo constitucional en esa reforma, no se desarrollara en ninguna de las partes del texto de la Carta Magna. Era una consecuencia lógica de un principio valido, pero mostró una grave insuficiencia de visión política de largo plazo.

El arma más poderosa de la Constitución del 2009 fue comprender que la lectura radical del universalismo, era una limitante en un momento histórico en el que había que remachar lo que el 52 formuló en la práctica con tanta lucidez, la visibilización de lo indígena. Ese imperativo obligaba a romper con la premisa clásica de ciudadanía.

El salto del Estado Republicano al Estado Republicano Plurinacional cambió el eje sobre el que se asentaba la identidad colectiva. No como se pretende hoy en la sustitución de la República y su modelo político, sino en el cuestionamiento de la ciudadanía como concepto monolítico.

Se puede cuestionar la idea de las naciones dentro de la nación desde el rigor académico, pero hay que admitir que fue un gran acierto político que logró estructurar un modelo de reconocimiento y una afirmación de derechos colectivos e individuales.

Dado el proceso turbulento y jurídicamente cuestionable de su aprobación, la CPE arrastra parte de su maximalismo de origen, y sobre todo una innecesaria categorización de ciudadanía por origen, color de piel y lengua. El capítulo de la plurinacionalidad es en sí mismo lo suficientemente claro (salvados algunos temas de derechos sobre recursos que deben adecuarse a los principios generales de la propia Constitución), como para requerir el galimatías de los artículos 2 y 3, que relegan innecesariamente a los no indígenas a una condición de “añadido” a la esencia del Estado Republicano Plurinacional.

El censo que se viene mantiene abierto el debate. Es que la comunidad boliviana no indígena no encuentra una respuesta clara de integración y de sentido de pertenencia desde el discurso estatal obsesivamente indígena, andino y aymara. El gobierno ha perdido el rumbo en uno de sus desafíos más importantes, el de cerrar definitivamente la brecha de la sorda confrontación que cruza tres niveles; el étnico, el de las regiones y el del espacio urbano y el espacio rural.

La defensa de la opción mestizo como una forma de “aparecer” en el mapa de la nación pluricultural tenía por eso pleno sentido. Lo tiene incuestionablemente desde el punto de vista de la construcción de un mosaico cultural en el que se deben fijar los fundamentos de lo boliviano, pero planteaba una evidente complejidad a la hora de formularse en la boleta censal.

Finalmente, los redactores de la pregunta 29 del  próximo censo dieron en el clavo. El primer criterio es enmarcarnos a todos como bolivianos y bolivianas. El segundo, sobre esa premisa básica, es la pregunta en sí: ¿Pertenece a alguna nación o pueblo indígena originario campesino o afroboliviano? Hay tres opciones de respuesta. La primera es: Sí pertenezco (se incluye la lista de las 36 “naciones” reconocidas por la CPE). La segunda es: No pertenezco. La tercera es: No soy boliviano o boliviana. El mérito de esta formulación está en que todos los bolivianos somos reconocidos como tales (que dados los antecedentes analizados no es cosa menor), se elimina además el “ninguno” que era una afrenta a medio país. De esta forma simplemente se responde lo evidente, sí pertenezco, o no pertenezco. En otras palabras, se marcan dos grandes categorías, bolivianos no indígenas y bolivianos indígenas.

Mi objeción. ¿Alguien puede creer que, como propone el INE, niños a partir de los 4 años de edad pueden responder sin intermediarios tal pregunta? ¡Por favor!

Mi respuesta a la pregunta 29 será: No pertenezco a ninguna nación o pueblo indígena originario campesino o afroboliviano. Hace un par de días dije en un programa de televisión que no respondería la pregunta. Me apresuré. Cuando grabamos esa entrevista no se conocía todavía el texto de la boleta censal.

6 comentarios en “El Estado Republicano Plurinacional y la Pregunta 29 del Censo

  1. Tuve oportunidad de ver tu entrevista en PAT y, la verdad, me sorprendió la respuesta apresurada que diste sobre dicha pregunta. La rectificación que realizas me parece oportuna. Una sugerencia, creo que en tus artículos y documentos deberías firmar como ex-presidente de la República de Bolivia.

      • Es cierto, pero creo que deberías añadir «de la República», sólo firmas como expresidente de Bolivia. Un saludo

  2. Si según el servidor público García Linera “el término mestizo no es una identidad”, ni tampoco una realidad biológico-racial, sino “una categoría inventada por la colonia, un denominativo colonial superado hace más de 100 años”, ¿cuándo y dónde existió la supuesta “exclusión indígena/campesino/originaria” que teorizó y en virtud de la cual se hizo del poder, si al no existir ni siquiera mestizaje, lógicamente hubo igualdad desde hace más de 100 años?

    ¿Cómo es que inmediata y contradictoriamente afirma que “todos somos mestizos biológicamente (…)” (ATB 08/08/2012), asignándole al término mestizo una entidad biológica?

    Los plurinacionales no se dieron cuenta (por su torpeza) que ya respondieron, sobre la cuestión identitaria, por todos los que tendrían que haber sido censados, asumiéndolos como «biológicamente mestizos». Hecho con el cual, por cierto, auto-destruyeron también su discurso sobre «lo originario» que tan falsa y débilmente pregonaron. Irónicamente, no resultó ser más que una utilitaria mentira, que ni el “boliviano” García Linera se la terminó creyendo.

  3. La pregunta 29 del censo es apenas un frágil elemento en la construcción de las identidades o en la redistribución del poder en acuerdo a la diversidad étnica en Bolivia. Como tan frágil es la Constitución del Estado plurinacional.
    La redistribución del poder de acuerdo a las identidades nacionales (étnicas) tiene que ver con la demarcación de un espacio territorial. La identidad nacional, en el sentido jurisdiccional, se construye en relación con un territorio independiente o, al menos, autónomo. Ejemplo: no todos los que viven en Cataluña son catalanes; sin embargo, a la hora de recibir el presupuesto educativo, del poder central español, todos son tratados como catalanes. No hay otra solución. Por otra parte, mientras España se adscriba al derecho internacional, el más fiero catalán cuando ingresa en Estados Unidos o en Canadá será siempre un español, no tiene otra opción. Lo mismo que el Maya-quiché será Guatemalteco a la hora de presentar su pasaporte en cualquier frontera extranjera.

    En tal sentido las respuestas a la pregunta 29 pueden ser tan subjetivas como sus interpretaciones. Y ya que la sobreideologizada realidad política boliviana nos permite navegar en banalidades, preguntémonos:

    ¿Qué identidad tiene la guagua de un padre aimara y de una mujer Uru-chipaya?
    ¿Y si todos los que no quieren que se construya la carretera por el TIPNIS responden que son indios Yucararés? ¿Qué consecuencias tendría la inflación estadística de este grupo étnico?

    Pero dejemos estas cuestiones e intentemos avanzar a lo esencial; en tal sentido, hay que decir que el censo es una valiosa herramienta, un instrumento que responde a convenciones internacionales. En las personas de buena voluntad está usarlo creativa y proactivamente. Los resultados del censo tiene que ser puestos e perspectiva en comparación a los anteriores, correlacionando las diferentes respuestas, incluso las que se darán a la 29. Para ver su consistencia epistemológica y, también, para verificar su pertinencia pragmática a hora de la planificación y de la interacción democrática de los actores.

  4. Grandioso articulo..muchos Bolivianos se sentiran identificados con el final de su articulo. Como en mi caso. Un abrazo senor Presidente

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