Los días 4 y 5 de julio nos reunimos en el Instituto Fernando Henrique Cardoso y el Instituto Edelman, como parte de la denominada «Plataforma Democrática» que impulsan Sergio Fausto y Bernardo Sorj, el propio Presidente Cardoso, el presidente de la Democracia Cristiana de Chile Ignacio Walker, el ex ministro de Justicia del Perú Fausto Alvarado, la senadora uruguaya Constanza Moreira del Frente Amplio y un grupo de políticos e intelectuales sudamericanos para discutir el rol de Brasil en América Latina.
En los dos días de reunión, desarrollamos un análisis global sobre el papel brasileño en la región y en particular sobre la relacióbn bilateral con sus vecinos. Me tocó una presentación en ambas direcciones. Hicimos al terminar la reunión, primero cerrada y luego con la presencia de políticos y empresarios brasileños, un rico debate sobre el nuevo momento de la potencia sudamericana y del propio contexto regional.
El resultado de este enccuntro será la publicación de un libro que incluirá el documento de trabajo que preparé en mayo de este año para la Plataforma. Algunos de los desafíos que encuentro en la ruta de la relación bilateral son:
LOS DESAFÍOS DE ROUSSEFF Y MORALES
Las relaciones entre Bolivia y Brasil, en principio, se mantienen inalterables con el nuevo gobierno presidido por Dilma Rousseff, pero es evidente que los temas en el tapete han variado, sin que esto quiera decir que la agenda preexistente haya desaparecido ni mucho menos.
Primero, ante la actitud de “retirada” de los Estados Unidos, la presencia brasileña en Bolivia es más importante que nunca, cuanto sensible y riesgosa por las responsabilidades que en teoría debe encarar.
Segundo, el gas sigue siendo el cordón umbilical económico entre ambos países, pero el contexto y las circunstancias han cambiado. Bolivia ha perdido relevancia en el contexto regional por una disminución de sus reservas y un cambio de sus perspectivas de mercado en virtud del nuevo papel del gas como comoditie y las nuevas tecnologías no convencionales. Por su parte Brasil tendrá hacia el 2015 0 2016 en funcionamiento su propio abastecimiento de gas. Sin embargo la matriz energética global está cambiando y eso tendrá sus consecuencias. Bolivia debe encarar una estretagia nueva en este campo si no quiere enfrentar un futuro poco alentador.
Tercero, el narcotráfico y el tema de la coca ya no puede soslayarse entre los temas comunes, eso obliga a un manejo inteligente y delicado por ambas partes, pero tal como está el escenario en la administración del tema por parte de Bolivia, amenaza con ser un factor de complejidad de un status de fluidez y cordialidad que se logró después del impasse de la “nacionalización”.
Cuarto, la irrupción de nuevos jugadores internacionales, especialmente China, generan un escenario más complejo en la vinculación con Brasil y su natural influencia geográfica y múltiple en Bolivia. La declinación del protagonismo venezolano marcan, a su vez, un interrogante sobre la estrategia de alianzas de Bolivia.
Quinto, la idea subyacente de que Brasil siempre ha tenido una actitud imperialista que tiene en Bolivia por su tamaño económico tan pequeño un objetivo concreto, pueden aflorar con más claridad si en los próximo años el poder brasileño se pone en evidencia de modo más tangible en su relación concreta con una nación pequeña como la nuestra.
Sexto, las difíciles condiciones de inversión en Bolivia no parecen marcar un escenario favorable para la presencia de inversión privada brasileña. De hecho, da la sensación de que los inversionistas brasileños están poco animados a volver a pensar en Bolivia en grande. Dependerá del gobierno brasileño en su trabajo de mejorar las condiciones bolivianas, reabrir esos espacios. Dependerá también de la necesaria transparencia de esas inversiones. Es un camino de ida y vuelta que tiene que ver con la lógica maximalista (que vale para la inversión externa en general) en la que se mueve la Constitución y las reglas del gobierno de Morales.
Séptimo, el tema de la migración se ha vuelto crucial. Debe desarrollarse una política migratoria, sobre todo para los bolivianos que van a trabajar a Brasil (hoy un número muy significativo) en el marco de un proceso de integración que considere las reglas sobre el tema que contempla el Mercosur. Más que eso, hay que concretar políticas del gobierno brasileño que salvaguarden las condiciones de derechos humanos (salud, trabajo por ejemplo) de los migrantes, lo que no excluye las complejas relaciones dentro de la propia comunidad boliviana en Brasil.
Octavo, las iniciativas brasileñas para incrementar la generación de energía eléctrica en el río Madera tendrán un impacto fundamental en el ecosistema de la región y en todo el sistema fluvial boliviano de la Cuenca del Amazonas. El propio proyecto de la presa en Cachuela Esperanza es parte de un escenario cuyas repercusiones económicas y políticas son complejas. Lo esencial es la definición de una política medioambiental boliviana que es hoy por hoy contradictoria entre la retórica preservacionista y la lógica desarrollista. A la vez no se puede desconocer la posibilidad de alimentación de electricidad a una región del país que está fuera del sistema interconectado.
Noveno, el proceso de integración tanto binacional como el que les toca a ambos países en virtud de su presencia en los mecanismos económicos subregionales y en el mecanismo político (UNASUR), debe ser parte de una definición a futuro que supere la retórica política y con realismo las trabas que han frenado el éxito de acuerdos como el Mercosur. Se debe partir de la realidad de una de las mayores asimetrías entre los países sudamericanos, lo que exige una estrategia de integración que tome en consideración los elementos de complementariedad existentes, así como aquellos referidos a la competitividad y eficiencia de propuestas que busquen beneficios comunes. Está claro que la idea global de integración está en cuestión y que hay que evaluar la propuesta de sudamericanización de la integración que inició Brasil en 2000.
Finalmente, se debe abrir un nuevo escenario de intercambio y complementación económica que trasciendan el gas y el narcotráfico, que fortalezcan la vinculación por la vía de la infraestructura (y resuelvan los complejos desafíos que plantea cuando los corredores estén en pleno funcionamiento), que privilegio la relación entre los departamentos y estados fronterizos de Brasil y Bolivia (cuya potencialidad económica es inmensa) y que encuentre mercados para los productos bolivianos más allá de la actual dependencia energética. Retomar los proyectos comunes de industrialización es también indispensable.
En el fondo, lo que Bolivia y Brasil deben recuperar es un clima de confianza mutua que diversos acontecimientos de los últimos años debilitaron.
Lamento en esta ocasión leer un conjunto de verdades de Perogrullo, cuando el tema amerita un tratamiento más profundo y docto. Tal vez se deba a esta tendencia suya de querer opinar desde religión hasta fútbol pretendiendo sapiencia y hondura.
La relación con el Brasil es sin dudas uno de los más importantes desafíos de la política exterior boliviana, por lo no hacer mención por ejemplo a procesos de integración más efectivos preparados y trabajados estratégicamente en una relación de tipo ganador-ganador (win-win) es una omisión que en parte es comprensible dado sus distanciamiento de los asuntos de política internacional, pero que no deja de generar ausencias en un intento de propuesta que quiere hacerse leer como serio.
Esperemos que el documento que trabajó no sea reflejo de este artículo pues estimo que dejará las mismas sensaciones en nuestras contrapartes brasileras y de otros países.
Saludos cordiales.
Lamento profundamente que no tenga la capacidad de distinguir escenarios. Mi entrada en este blog hace una referencia general a temas discutidos en grande. Mi trabajo tiene más de cincuenta páginas y como comprenderá no es pertinente incluirlo en una referencia fundamentalmente informativa y en un blog personal.
Lo que Usted ha leído no es un artículo, es una información de la actividad internacional que desarrollo.
Está usted en absoluta libertad de hacerle conocer al país por ejemplo, los procesos de integración más efectivos y trabajados estratégicamente en una relación de tipo ganador-ganador (win-win, valga la perogrullada anglófila que incluye en su tan amable comentario). De ese modo puede usted salvar la imagen del país y cambiar las sensaciones que podría dejar mi presentación en nuestras contrapartes brasileña (en castellano con ñ, no con r)
Saludos cordiales
Los procesos de integración económica* en la parte sur del continente americano -como ALADI, UNASUR, CAN- se hallan perjudicados por la esencia cultural típicamente desordenada e improvisada de Latinoamérica. Por más espectacular diseño de integración económica que se tenga, toda buena intención se ve truncada por el eterno desacuerdo entre los países miembros, a la hora de tomar decisiones como bloque integracionista. Es en este punto donde los procesos comunitarios de Europa, son groseramente eficaces, y nos llevan por siglos de diferencia. Y no por el insensato argumento de que tenemos procesos de integración tan recientes como los mismos países que los conforman vamos a fallar. Es más que seguro que habiendo pasando once siglos sigamos en el mismo estancamiento. Es necesario que los países se desprendan de los egoísmos para efectivizar los ánimos integracionistas o la persecución de un Derecho Comunitario respectivamente. Pero no menos imperioso es que primero se resuelvan los conflictos domésticos de cada país antes de pretender empresas colectivas supra-estatales.
Ahora bien qué es lo más sano y provechoso que la política de Estado boliviana debería ponderar. ¿Un proceso de integración -per se- o un horizonte hacia un Derecho Comunitario?.
El proceso de integración -per se- comprende ser una colección de competencias estatales específicas. Depositadas en un órgano supra-estatal, para normar determinada materia (económica, de salud, etc.) En la literatura que aborda los analizados tópicos puede observarse como se llega a significar el proceso de integración bajo el apelativo Derecho de Integración, cayendo en error. Pues es necesario precisar que los procesos de integración refieren esencialmente a un determinado horizonte de políticas -específicas-. Por el contrario, el Derecho Comunitario, por la simple referencia Derecho implica mayores alcances en la producción legal; y por ende implica mayor profundidad en su naturaleza filosófica. En sí, es un proceso interdependiente para alcanzar decisiones de política, pero con alcances limitados. De ahí que se los pueda llamar propiamente como procesos de integración económica
El proceso de integración es un estadio o elemento del Derecho Comunitario. Por tradición histórica se ha visto a los procesos de integración como momentos previos a la adopción de un Derecho Comunitario, pero no por ello significan ser conditio sine cuan non para el mismo.
Por otra parte es en el Derecho Comunitario donde se desarrollan tópicos más pretenciosos y de mayor complejidad. Como la producción legislativa en materias generales, de aplicación obligatoria para los Estados adscriptos ha determinado Derecho Comunitario. A diferencia de lo meros proceso de integración económica, por ejemplo, en el fenómeno Ius comunitario-europeo, como bien lo piensa J. Santer “El arma de nuestra integración es el derecho”. Un prudente y riguroso diseño legal que no solamente abarca materias específicas, que si son importantes. Sino que extiende su horizonte político y jurídico hacia necesidades metafísicas como el sentido de pertenencia a una determinada zona geopolítica o la «eliminación virtual de las fronteras». Evidentemente este aspecto filosófico es una de las trabas más puntillosas que no permite una consolidación plena del Derecho Comunitario, donde sea que este se haya implementado. Una de las tantas aristas de su difícil acomodamiento como Derecho Comunitario fue a eterna dicotomía entre la soberanía -de corte nacionalista- del Estado-Nación (cuasi extinto) y la supranacionalidad que propenden procesos como el de integración económica o el Ius comunitarismo.
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*El proceso de integración comprende mecanismos que se ocupan, especialmente, de diferentes sectores de la actividad socio-estatal. Quizá el sector por excelencia sea el económico, donde se buscan mercados comunes, unidad monetaria, sistemas favorables de aranceles, flujo de personas y demás. Siendo el autor Jacob Viner uno de los que primero trasladó la preocupación sobre este tipo de aspectos económicos a la literatura especializada.