Santa Cruz, el Cóndor Indio



Andrés Santa Cruz ha tenido un sino trágico que  fue, irónicamente, superar su propio tiempo, emprender una hazaña mayor que la que la mayoría de los hombres que vivieron en su tiempo  podían vislumbrar o entender.

La sociedad boliviana conoció tres grandes proyectos de nación, el de la república oligárquica después del desastre del Pacífico, el de la Revolución Nacional hija del Chaco, y antes, a poco de la independencia, el de Santa Cruz con la realización de la nación Perú-boliviana, una  entidad supranacional capaz  de establecer un equilibrio continental en el sur frente a Brasil y la Argentina, disputando a Chile la hegemonía en el Pacífico.

La aventura tenía mucho de épica y requería de la fuerza común de dos sociedades convencidas  de su rumbo y de sus metas.  El Mariscal no contó con ellas, hizo las cosas a pesar de ambos pueblos, tuvo apenas el aliento de unos pocos hombres, paradójicamente entre  ellos notables y fieles generales extranjeros dispuestos a todo por el Protector, como Otto Felipe Braun o Trinidad Morán, también  algunos amigos bolivianos que lo acompañaron aún más allá del exilio, como Mariano Enrique Calvo o Sebastián  Agreda y un intelectual  liberal fiel a todo prueba como el español José Joaquín de Mora.  Pero no fue suficiente.  En la percepción de los doctores de Charcas, la recuperación de la unidad con el Perú era inevitablemente una subordinación de intereses y una disminución de jerarquías.  En esa perspectiva el proyecto de Bolivia debía ser no sólo la cristalización de la anhelada independencia de la Audiencia, sino la evidencia de un poder autónomo y discrecional de una élite, por fin separada de Lima o Buenos Aires.

En ese contexto, el marbete de peruanismo no fue difícil de acuñar, y hasta hoy le toca al único de nuestros estadistas que fue capaz de ofrecer un proyecto de envergadura hacia el futuro.  Para la mirada provinciana de muchos bolivianos, la obra crucista se traduce en inútil sueño napoleónico, en desmesurada ambición personal o simplemente en desatino suicida.

Fue un tiempo intenso y de soledad, fue la obstinación y la persistencia, fue la voluntas de hierro frente a todo, pero fueron también las sombras de su condiscípulo, el Gral peruano Agustín Gamarra que quería simplemente comerse a Bolivia  a cualquier precio y terminó inmolado en tierra boliviana, o las de ese inflamado y radical joven militar arequipeño  Felipe Santiago Salaverry, que odiaba a Santa Cruz y murió fusilado por este en Arequipa.  Y fue, sobre todo, el otro gran coloso, el chileno Diego Portales que escribió:  “Unidos estos dos estados (Perú y Bolivia)… serán siempre más que Chile”  que irónicamente no vivió para ver destruida la Confederación, pero dejó en su patria una impronta, la de la sobrevivencia a cualquier precio, que marcó el destino de los tres países hasta hoy.  Para Chile la presencia demogoráfica y económica en el norte fue una premisa de oro, como lo fue la guerra.  Guerra a muerte a Santa Cruz, que sería y fue guerra a muerte a Bolivia y Perú.

Andrés de Santa Cruz, hombre frío, poco proclive a las expresiones personales desmedidas, consciente de su poder y también sensible a los halagos, administrador admirable más que guerrero (otra ironía, porque bajo su mando es que Bolivia tuvo la secuencia de mayores éxitos militares de su historia), hombre de una sola y grande idea, quiso subordinar y subordinó todo al fuego del grial de la unidad; para ello intentó siempre el acuerdo negociado antes que el holocausto.  Lo intentó con Gamarra sin éxito, y lo intentó también con Chile, sin comprender que para el vecino del sur el asunto era de vida o muerte, de todo o nada.  Por eso le perdonó la vida el ejército chileno y su comandante en Jefe en Paucarpata, Manuel Blanco Encalada, ante el estupor de sus generales.  Fue un error demasiado  grueso en un escenario erizado de enemigos.  El 17 de noviembre de 1837 la paz de Paucarpata selló el futuro de la Confederación y el de su protector.   Santa Cruz se equivocó, igual que con Salaverry la negociación con los chilenos no cabía.

El Mariscal preparó a Bolivia durante seis años para el momento supremo de la unión, le dio una nueva Constitución, la dotó de códigos, reestructuró su educación, ordenó su economía y la hizo poderosa a través de un ejército eficiente que se paseó por los Andes.  Todo para reunir lo que siempre fue uno.  Ninguna de esas obras tenía sentido si no se comprendía y aceptaba el bien mayor que ese hombre tan autoritario como apegado a las leyes concebía como un destino posible y necesario.  Por eso el desenlace fue terrible.  Los tres estados unidos a duras penas, naufragaron en la batalla de Yungay, no sólo por los errores militares del Protector, sino sobre todo porque su sola  voluntad no era suficiente para construir la nueva realidad.  El Gral. chileno Bulnes, vencedor  en Yungay, contó además de sus fuerzas con las de peruanos  y bolivianos resentidos y heridos, mezquinos y pequeños.   A su lado estuvieron viejos y jurados enemigos como Gamarra y otros oficiales peruanos  radicalmente anticrucistas, y estuvo también en el sur el Gral. José Miguel de Velasco, ex-vicepresidente de Santa Cruz.  El rebelde  que aprovechó la derrota para derrocar al mariscal, agradeció a los «hijos de Caupolicán y Lautaro» por haber liberado a Bolivia del “monstruo”.  Andrés de Santa Cruz  fue calificado como insigne traidor a la patria e indigno del nombre de boliviano.  No sería el primero ni el último en recibir ese trato de sus compatriotas.  No contentos con esto, jefes bolivianos y peruanos humillaron al mariscal obligándolo a soportar la prisión-destierro de Chillán en la tierra de Diego Portales.

Han pasado más de doscientos años desde el nacimiento de este bolivianos excepcional, el único en toda nuestra historia que hizo de Bolivia una nación de respeto y jerarquía en América, el único que no sólo fue capaz de saltar las estrechas fronteras de una tierra acostumbrada a mirarse el ombligo, sino que fue capaz de construir nuevas fronteras, mayores, abiertas a otro futuro, este presente que tenemos hoy que nos obliga otra vez a pelear por la integración continental.

Presidente del Perú, Presidente de Bolivia, Supremo Protector de la Confederación Perú-Boliviana, hijo de la cacica india Doña Juana Basilia Calahumana y del maestre de campo criollo don Josep Santa Cruz; Andrés Santa Cruz Calahumana es el único boliviano de trascendencia continental, al que sin embargo, por nuestro perenne enclaustramiento físico e intelectual, se le quiere negar, aún dos siglos después de su muerte, el lugar que le corresponde junto a Bolívar, San Martín, Sucre, O’Higgins, Artigas y otros grandes próceres de América.

El notable biógrafo Alfonso  Crespo lo bautizó con justicia como el «Cóndor Indio». Gracias a la figura de Santa Cruz comprometí mi destino personal al de mi país y  aprendí a amarlo a través de la vida y el ejemplo del mayor de sus estadistas.  Ojalá que en su  paso  por la historia haya siempre –como en Lima  en 1839-un niño ilusionado capaz de gritar a todo pulmón ¡Viva Santa Cruz!

7 comentarios en “Santa Cruz, el Cóndor Indio

    • Andrés Santa Cruz Calahumana -mestizo de militar español y de indígena aymará- es denostado en los textos escolares de Chile. No ocurre algo diverso en Perú. Para mi país es una amenaza imperialista. Se le atribuye el plan de restaurar el Imperio de los Incas. Los manuales peruanos aluden al invasor boliviano y se glorifica a los caudillos que, aliados a las tropas mapochinas, demuelen la Confederación Perú-Boliviana. Entre otros el general Castilla con cuyo nombre se bautiza al Centro de Altos Estudios Militares CAEM que gesta la revolución de Velasco Alvarado.

      Esta acusación de imperialista la avalan quienes lo exaltan como un «indio» notable que emblematiza el mundo incaico arrasado por Pizarro y Almagro. Sería el hombre destinado a refundar el Tahuantinsuyo. De ese infundio participa su biógrafo Alfonso Crespo y ahora no pocos indigenistas. No se percatan que con ello -sin quererlo- nutren y legitiman la mendacidad de los desmembradores del Mapocho y del Rimac. En la misma Bolivia el crucismo es combatido por aislacionistas como Balivián que repudian los afanes integradores del Mariscal de Zepita.

      Chile mismo -digo mal, la oligarquía mapochina- impulsa la Guerra contra la asociación de los «Perúes». El plan crucista -netamente bolivarista y sanmartiniano- programa, invitando a Ecuador y Chile, una mancomunidad andina que supera en solidez a lo que es hoy el ALBA y lo que pretende el MERCOSUR. Como lo sostengo en otro texto, es coincidente con lo promovido por Perón: el ABC y los EEUU andinoplatenses. En diversos países de nuestra América surge el «crucismo» como ayer el peronismo y el velasquismo y hoy el chavismo.

      Los eurocéntricos limeños caricaturizan al Supremo Protector como “Alejandro Magno de pacotilla” y “Napoleón jetón». La óptica indigenistas -anclada en un ayer remoto- no capta que la nostalgia incaica es incristalizable. En la esfera etnológica el estadista paceño no es “indio”. Tampoco español. Pertenece a ese peculiar “genero humano mixto” a que aludiera Bolívar… se trata de un «cholo». Como tal morenoide. Ello, para esas elites, es ser «ordinario» o «cabecita negra» ¿Acaso San Martín no es denigrado por los blancoides porteños por su condición mestiza.

      En lo geopolítico los centrifugadores repudian el nacionalismo andino de Andrés Santa Cruz. Los «caballeros de fina estampa» de Lima y los mercachifles de Santiago repudian al caudillo confederal porque son aislacionistas y hasta hoy enemigos de la integración. Dicho de otro modo adversos a la tesis geopolítica de Bolívar y San Martín. Ayer contra el ABC y ahora contra el CELAC? Hoy -en el Mapocho- mientras derechas como izquierdas se empeñan en un armamentismo enloquecido continúan vigentes textos y cátedras que denigran a Santa Cruz..

      Prof, Pedro Godoy P.
      Centro de Estudios Chilenos CEDECh
      Santiago (Chile)

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      • Muy interesante su comentario. Quisiera pedirle que nos recomiende artículos o libros de autores chilenos sobre Andrés de Santa Cruz, y si están disponibles en internet.

  1. Presidente, hace un tiempo le envié la dirección de mi Blog en el que había escrito algo sobre Idris al Senussi, hijo del único rey de Libia y que fue depuesto por Gadafi. Al Senussi ya ha saltado a la palestra y está haciéndose un hueco para volver al país. Por lo que pude conocerlos, sabía que ocurriría. ¡Qué dios nos coja confesados!
    http://caxigalinas.blogspot.com

  2. Muy preciso el artículo, plenamente de acuerdo sobre la importancia de esta figura pròcer que falta reivindicar,
    saludos
    Renàn Vergara Figueroa

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