Publicado en La Razón el 3 de enero de 2010
¿Cuánto hemos avanzado? ¿Podemos decir hoy que tenemos una sociedad más humana, más justa, más solidaria? ¿Cómo nos miramos a los ojos los bolivianos, hoy?
No podemos medir avances y retrocesos en el contexto de un par de décadas o de un lustro, debemos hacerlo en el tiempo largo, en el de la historia. Si pudiéramos entender de una buena vez que ésta construcción es el producto de un largo, doloroso y fructífero camino (siempre paradojal como todo lo que hacemos los seres humanos), del que podemos sentirnos orgullosos por lo mucho que hicieron y construyeron para bien nuestros antepasados, tanto como dolernos y aún avergonzarnos de los crímenes y las vejaciones a tantos y tantos que cometieron, podríamos situar mejor la larga saga de la que somos hijos.
Hemos avanzado mucho más lentamente que otras naciones próximas a nosotros, nuestro camino ha sido, por muchas razones, más accidentado y tendemos a paladear casi siempre lo amargo, la hiel; tendemos también a menospreciar el alma de esta sociedad, que contra lo afirmado frecuentemente, tiene tanto de heroica y tanto de sufrida, una combinación que debe entenderse porque el escenario de nuestra geografía, historia y convivencia entre distintos, nos puso ante murallas que tuvimos que derribar con más empeño y con más dolor que otros. Pero aquí estamos.
No ha sido un camino vano y no tiene porque serlo en el futuro. No lo fue porque la sangre regó más justicia, porque la desigualdad fue combatida y porque con más o menos excesos y más de un desvarío, hemos aprendido que no se puede construir una Bolivia mejor sobre la injusticia y la exclusión, pero aún está en nosotros la semilla que se plantó en la guerra y en el descubrimiento de lo íntimo de nuestras almas, que ha generado en lo más hondo la desconfianza y el rencor. Ese es el asunto mayor que debemos resolver, la construcción de una idea de ser iguales más allá de las frases grandilocuentes, difícil, muy difícil si cimentamos ese magnífico descubrimiento humano en la intolerancia.
Hoy, la mitad de los bolivianos, los que fueron marginados por diversas razones son sujetos y no objetos de la historia, están definiendo su propio destino, pero no está claro que esa construcción -por ambas partes- esté teñida de buena voluntad y buena fe.
A pesar de los abusos y los excesos que no cejaremos de exigir que se detengan a quienes nos representan en el gobierno, es evidente que no vivimos los horrores de la política anterior a la democracia, los tiempos de la tortura, la desaparición y la muerte. Es verdad que hemos comenzando a sembrar las bases del respeto a la vida como valor sagrado, después de siglos en que el poder era una sucesión de hechos sangrientos, pero la tentación de detentarlo sigue envenenando el espíritu del gobernante y sus acólitos. Muchos derechos conquistados en el inmediato pasado vuelven a estar en baja y libertades básicas vuelven a sufrir grave riesgo. Qué tan difícil es entender para él, que sufrió la pobreza, la soledad, el frío y quizás el hambre sin consuelo, que más que nadie debe ser portador de una acción que nos reconcilie. No estamos reconciliados, no lo estamos y todo lo avanzado podría naufragar si ese elemento, el de la reconciliación en un sentido estrictamente humanista, más allá de moralismos religiosos o de vacíos llamados a la paz por formulismo, se haga posible.
Somos menos pobres que ayer y eso lo hemos logrado a fuerza de comprender que la pobreza es el látigo de la violencia y la desesperanza, pero estamos muy lejos de saber que mañana todos comeremos el mismo pan.
Si el 50% de los excluidos tras más de cincuenta años de justas conquistas es hoy parte de nuestro corazón social, no lo es más del 60 % de pobres (la mayor parte de ellos indígenas, en el momento de mayor esplendor del poder indígena) que nos dicen a la cara que toda celebración por lo avanzado se tiñe de mentira. Y es en este desafío donde una vez más la retórica, los mendrugos, las promesas transformadas en volátiles beneficios materiales, no cambia, porque cambiar en esta lucha no es hacer frases para el regodeo de los poderosos, ni declaraciones de defensa de la madre tierra que se van en agua de borrajas en los hechos de todos los días, ni dar paseos interminables por el aire para hablar y hablar de un cambio que no llega.
El único cambio que hará que nos miremos a los ojos de un modo distinto, pasa por dar un giro de ciento ochenta grados a buena parte de lo que hicimos en esta materia, poner de cabeza nuestro presupuesto nacional, ajustar las clavijas donde hay que ajustarlas, no por venganza sino por justicia, administrar la tierra con sabiduría no con demagogia distribucionista (la tierra se acaba, como el agua y el aire), establecer pautas para que vivir sea vivir y producir no sea hipotecar el futuro. El único cambio verdadero llegará cuando nuestro presupuesto apuntale de verdad la alimentación sustentada en el propio país, de salud, saneamiento básico y educación, y todo ello de calidad. Esa es la respuesta estructural que debe ir acompañada de un profundo cambio en nuestra mentalidad. No hay pachakuti posible, ni loma santa esperable, ni paraíso celestial que no construyamos juntos.
Miremos por una vez el pasado con ojos generosos, no los que regalan o conceden, simplemente los que con equidistancia y serenidad observan en lo profundo lo que fuimos, y sabremos entonces que tuvo sentido el recorrido y que sólo entendiéndolo en el porqué de sus razones y sinrazones, descubriremos las claves para edificar verdadera libertad, igualdad y justicia.
Esas tres palabras todavía no se están conjugando bien. Nos toca aprender a conjugarlas a todos.
FELICIDADES. Un nuevo año trae nuevas cosas en todo sentido.
Dios quiera que: Las tres palabras se conviertan en hechos, verdades y realidades para una Bolivia y sus bolivianos.
Me agrada muchisimo que Ud. este en contacto con nosotros vía internet.
Sus ultimos textos me son ya conocidos con anterioridad y me recuerdan a unos textos dichos en 30 segundos.
Muchas gracias por su tiempo, su dedicacion , su tenacidad y su claridad en todo sentido.
No leer nada en su columna desde septiembre 2009 … me dio la sensacion de suspenso y misterio, ahora que esta en otro sitio es diferente.
Es solo, el episodio siguiente.
Reciba Ud. mi mayor cariño y gratitud.