Conversación-Entrevista a Propósito de mi Libro «La Palabra y la Trama»

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9 de marzo de 2019

Conversación que sostuve con el escritor Ignacio Vera.

«El expresidente de Bolivia tuvo una aproximación temprana hacia las letras, quizá más temprana que hacia la historia. Ahora, ha decidido reunir todo ese trabajo de más de 40 años para presentarlo en su nueva obra».

Por Ignacio Vera (El Deber, suplemento Brújula)

¿Cómo se dio y cómo es actualmente su vinculación con la literatura?

La creación literaria por una parte, el disfrute de la literatura y su estudio académico. Fue una decisión que tomé en 1971, después de haber hecho un año de Ciencias Políticas en España (estudiar esa carrera allí era un absurdo, en la España de Franco, no tenía sentido…). Mis vinculaciones con la literatura me las dieron mis padres.

Recuerdo que el primer libro de literatura importante que leí, siendo adolescente, fue La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, y eso acentuó el disfrute que yo había tenido de la literatura, fundamentalmente con dos autores clásicos, Julio Verne y Arthur Conan Doyle (básicamente las obras relacionadas con Sherlock Holmes). Creo que la influencia de mis padres en el acercamiento a la cultura como el elemento más importante de la vida humana, fue muy significativo para que el gusto por la lectura se convirtiera en mi decisión definitiva de estudiar la carrera de literatura.

Tiene una novela publicada en México, titulada Soliloquio del conquistador. ¿Se puso a pensar alguna vez en dedicarse a la literatura o en seguir escribiendo narrativa?

Sí. Soliloquio fue para mí una experiencia extraordinaria: un camino de la literatura y de la historia unidas. Es una novela histórica. Y me ha marcado el desafío de escribir literatura, de escribir más novelas. Sin embargo, la realidad es que para hacerlo tienes que meter tu mente, establecer que tu espíritu completo y que tú como persona estés totalmente dedicado a la creación literaria, que fue ciertamente una posibilidad que tuve en el periodo 2007 a 2009, aunque la novela se publicó en 2014; ése fue el periodo de mayor tranquilidad, en el que tuve menos actividades después de la Presidencia, entonces me pude dedicar ciento por ciento a la creación, cosa que no ha ocurrido después. Luego pude escribir muchos libros, que se pueden escribir en el tiempo que se tiene libre, y volver a ellos porque no requieren de concentración espiritual plena, que es lo que requiere la creación literaria. Me encantaría volver a escribir una novela, pero ésa es la razón que me lo ha impedido.

 ¿Qué movimientos literarios y autores leyó más desde su juventud y cuáles lo influyeron?

En la adolescencia, hablo de fines de los 60 y principios de los 70, tuve una aproximación, quizá menos de la que debiera, pero sí influyente, hacia Hesse, Camus y Nietzsche (más como creador que como filósofo, en Así hablaba Zaratustra); fue la gran influencia de ese momento. Pero el gran deslumbramiento lo tuve con el boom latinoamericano. Me enamoré de él, básicamente de Vargas Llosa, y básicamente de Conversación en la catedral. También están Carlos Fuentes, Alejo Carpentier (aunque él no fue parte del boom en estricto sentido) y obviamente Gabriel García Márquez con Cien años de soledad. Yo creo que eso fue decisivo. El lenguaje de Conversación en la catedral, que he leído tres veces, y que me parece una obra maestra, marcó a fuego mi gusto por la literatura. Y una obra de teatro que fue crucial para mi vida y para la novela que escribí: Todos los gatos son pardos, de Carlos Fuentes.

¿Tuvo alguna aproximación hacia alguno de estos escritores latinoamericanos?

Sí. De manera circunstancial -que tomo en cuenta como cualquier admirador de un gran escritor- pude acercarme a Gabriel García Márquez dos veces. La primera vez fue en Cuba, el año 1985, y la segunda, cuando García Márquez estaba ya “de salida”, el año 2006, en uno de los seminarios de periodismo y literatura que organizaba su fundación. En esa ocasión tuvimos una muy linda conversación, volviendo del lugar del seminario en su automóvil particular, hasta el almuerzo donde comeríamos juntos. Pero fundamentalmente hacia Vargas Llosa. Le hice tres entrevistas en De Cerca, muy en profundidad; la primera de ellas, en 1986, fue la que más recuerdo.

¿Cuál es el origen de La palabra y la trama: Ensayos sobre literatura boliviana? ¿Y qué significa esa introducción, cuyo título es ‘Un libro que debí escribir hace cuarenta años’?

Significa algo muy importante: el año en que terminé la carrera de literatura, 1978, hace exactamente 40 años, cuando se puede decir que en mis trabajos académicos como estudiante (1973-1978) comencé el libro, y lo terminé el año pasado. Son casi exactamente cuatro décadas. Y, como narro en la introducción, desde 1976 estaba embarcado como director de la Cinemateca junto con Pedro Susz, y estaba trabajando en la investigación de la historia del cine boliviano, como que el primer libro que publiqué en 1979 es Cine boliviano: del realizador al crítico, y en consecuencia había dado un giro debido a mi tarea vinculada al cine que hizo que prefiriera escribir dos libros secuenciales: el de 1979 sobre cine boliviano y el de 1982: El cine boliviano según Luis Espinal. Además, estaba preparando el libro más importante que he escrito sobre historia: Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles, porque ya la historia y el cine me habían capturado en ese momento.

Por eso dejé pendiente la escritura de la tesis, lo que dejó pendiente un compromiso que yo tenía que haber saldado en algún momento. No es que este libro sea una tesis, porque  se trata de una sucesión de ensayos sobre literatura boliviana, que son una recopilación de lo que he escrito sobre el tema. Largos, de diferente naturaleza, algunos de prosa poética, otros de mirada analítica, muchos de ellos publicados, algunos inéditos, que fueron originalmente trabajos universitarios, que muestran y resumen mi visión sobre la literatura boliviana a partir de esta secuencia que la he trabajado, reelaborado, corregido, ampliado y reducido según el caso, y le he dado una coherencia cronológica y conceptual, para dar una línea de lo que para mí fue relevante en la literatura boliviana. Hay ausencias muy importantes, no es que ahí estén todos los que deben estar, porque son los trabajos que yo hice en función de diferentes momentos y de diferentes aproximaciones. Por lo tanto el libro aunque integral en mucho sentidos sigue un imperativo, lo escrito a lo largo de todos estos años.

El libro está dedicado a Bartolomé Arzans, Cerruto y Weithütchter. ¿Qué significan estos tres nombres en la literatura?

Me parecen tres nombres fundamentales de la literatura boliviana. Se dirá “Arzáns es más un historiador que un literato”. Pero Arzáns es a mi gusto (y creo que no lo descubro yo porque lo han planteado ya Gunnar Mendoza y Leonardo García Pabón en dos estudios, el histórico y el literario) el creador del realismo mágico en América Latina, creo que no se puede entender Latinoamérica sin Arzáns; él es, en mi opinión, el gran autor del periodo virreinal. Por lo tanto, es un referente inexcusable. Si tengo que hablar de la literatura boliviana, para mí el poeta más profundo, y además un narrador destacado, es Cerruto; un hombre que maneja forma y fondo de una manera extraordinaria, es probablemente el autor literario que más me toca porque además tiene una mirada crítica descarnada y de un manejo poético de la palabra notable. Con Blanca Weithüchter tengo una doble vinculación. La considero la poeta más importante después de Adela Zamudio, y creo que la poeta más importante de la segunda mitad del siglo XX. Pero además tuvimos con ella una muy linda y profunda amistad. Compartimos intereses de carácter académico y tiempo en la universidad. Tuvimos extraordinarias tertulias. Te diría que Blanca es uno de mis principales referentes de vida en la cuestión de la creación literaria.

Dado que estos ensayos fueron escritos a lo largo de 40 años, ¿tienen en este libro alguna unidad u orden cronológico o temático?

Sí. Primero hice una selección de más o menos el 80 por ciento de lo que escribí sobre la cuestión a lo largo de mi vida. Dejé algunas cosas que me parecían de menor valor. Segundo, hice relecturas, ampliaciones, cortes, correcciones y mejoras de estilo en el conjunto, sin modificar el espíritu esencial de lo que fueron los textos originales, tanto los de prosa poética como los de estricto análisis literario. Lo que le di es una secuencia cronológica muy clara: empecé con los cronistas y concluí con las obras recientes, como Soundtrack, de Camila Urioste e Iluminación, de Sebastián Antezana. Esa secuencia tiene sentido, comienza con los cronistas españoles, continua con Arzáns, los clásicos (Arguedas, Jaimes Freyre y Tamayo), sigues con la narrativa de los años 30 y 40, avanzas con la visión socio-histórica de la narrativa boliviana de la segunda mitad del siglo pasado y terminas con los autores contemporáneos.

¿Cuál es el público meta de este libro: especialistas en letras o interesados en literatura en general?

Creo que ambos. Se puede escribir bien y en profundidad sobre literatura boliviana, con claridad y con un lenguaje que sea perfectamente comprensible para un no especialista. He sido siempre enemigo del uso del lenguaje intencionalmente abstruso y complicado, cuando tú puedes establecer ideas con claridad y profundidad, sin perder un milímetro de la densidad de tu texto, garantizas una lectura para todos. Pero obviamente, por razones elementales, éste es un libro, en principio, más para especialistas en literatura boliviana, pero creo que es accesible para un lector ilustrado sobre el tema.

¿Qué proyectos tiene para el futuro en el área de la escritura?

La responsabilidad que tengo hoy como candidato a la Presidencia es a tiempo completo, y por esta razón este libro es tan importante, porque sé que es un texto que cierra un ciclo de mi vida intelectual, que nunca estará cerrado definitivamente mientras viva, pero no sería serio decir que tengo un proyecto, porque cualquier proyecto literario o intelectual que tuviere estaría absolutamente a un lado mientras mi compromiso de largo plazo sea con el país.

 

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