La Revista COSAS, me pidió un testimonio personal sobre cómo fue para mi el paso del siglo XX al XXI, qué significo en lo personal y en mi entorno. Fue grato escribir el breve texto porque me ayudó a recordar y sobre todo a recuperar lo más humano de ese tránsito vital.
Transcribo aquí esas líneas publicadas en COSAS en su edición 171:
¿Qué fue para mi el siglo XX? Inequívocamente el tiempo de mi adolescencia, el que me marcó más fuertemente. Bolivia entonces era para mi una curiosa mezcla de las veleidades y los amores imposibles (el de los ojos de gata que no se detenían a mirarme), el de Piero, Serrat, Favio y también Raphael, y el de la magia de los Beatles, sobre todo Sargeant Pepper’s que revolucionaría la música y el mundo con el impulso hippie del Flower Power. El de la inolvidable película El Graduado y la música que me fascinaba de Simon & Garfunkel (especialmente The Boxer).
El mismo año del Che. Cuando lo mataron (lo supimos después) yo tenía apenas catorce años pero quedé marcado por su figura, hasta hoy, aunque más ambigua y más derrotada que entonces. Vivía en una ciudad más pequeña, más amable, quizás más a escala humana, aunque más dividida en compartimentos estanco. Recuerdo que para mi los incipientes “rascacielos” (entre ellos el horroroso Alameda) eran motivo de orgullo. Semejante tontería me parecía progreso. Es también el tiempo de mi interés desmesurado por la carrera espacial y la inolvidable noche de la llegada del hombre a la Luna. Son mis años universitarios y mi pasión irredenta por el cine, los de la Cinemateca y 2001 Odisea del Espacio de Kubrick. Recuerdo Yawar Mallku y me estremezco, me entró por las venas y me ayudó a entender muchas cosas. Son los sabores, las salteñas de la plaza Abaroa, la música de los Climax. Mis tres años inolvidables de estudiante en Madrid (ciudad vital como pocas), y luego, de vuelta, las asambleas hirvientes detrás del monoblock, las manifestaciones y los gases lacrimógenos en la garganta, el dilema entre el nacionalismo revolucionario y el marxismo, resuelto por mi por el “reformismo” democrático. Es la admiración por los jóvenes rebeldes y clandestinos, es el fútbol que me atrapó desde la banda roja de Always Ready hasta el gol inmortal de Etcheverry al Brasil.
El siglo XX fue definitivamente el tiempo de mis utopías, el de la ilusión apasionada de que era posible cambiarlo todo. Aunque ahora que lo pienso el Zavalita de Conversación en la Catedral y el Felipe de Mafaldacon los que me identificaba sin reticencias, son la constatación de preguntas no respondidas y de un cierto desencanto. De ellos conversaba con mis amigos caminando horas y horas por las calles de la ciudad desierta hasta la madrugada, cuando se podía caminar sin temores, cuando el aire era aún más transparente que hoy. ¿Y el Siglo XXI? Es el cambio en mi vida, el giro copernicano de todo, un mundo puesto patas arriba. La ciudad, esta entrañable ciudad mimetizada en la montaña convertida en un caldero en ebullición, en el caleidoscopio de todo lo que ha ocurrido en los años en que viví mi propia madurez. Es la conexión mágica con tantos a través de la cámara de televisión, es el final de la maravillosa aventura de PAT.

«De Cerca» producido por PAT. Conversación con Mario Rueda en 1991. Fue el «De Cerca» más visto de todos.
La Paz hoy es un lugar más vivo que ayer, desordenado y caótico, siempre trancado, siempre bloqueado, pero vivo. En este siglo he podido mirar más allá de las montañas. La palabra Bolivia se ha convertido para mi en un espacio geográfico de altiplano y selva, de inmensas llanuras y de tierras calcinadas, de ríos interminables y abrumadores, de aire húmedo y de temperaturas gélidas, pero sobre todo de personas que pude tocar y escuchar, que pude mirar a los ojos. Este siglo me enseñó de la dificultad de hacer, de la posibilidad de aprender siempre, de la paradoja de las certezas y de los errores. Por eso me he enamorado de esa canción de Matilde Casazola que habla de las yerbas de esta tierra que nos hechizan para siempre, de la voz etérea de Luzmila y de la hondura penetrante de Leonard Cohen, y las aguas profundas y definitivas de Borges. El siglo XXI me permitió conocer la política desde su implacable entraña y ratificar la seguridad más importante de mi vida, que nada que haya hecho ha estado separado de mi país. Es un siglo en el que reflexiono más, escojo a mis amigos, administro mis tiempos, leo con calma y comparto el tiempo con los míos, Elvira y mis hijos, de nuevas maneras.
Este es el Carlos Mesa que recuerdo. El ser humano con posibilidad de crecimiento a todos lados, el que admirabamos siempre con mi familia, al que analizabamos en su pensamiento ideológico, en su accionar político, en su vida profesional, pero sobre todo, como un hombre completo. Te admirabamos desde siempre, te seguíamos desde siempre, y tenemos la esperanza y la fe puesta en que podemos seguir haciéndolo porque vales la pena. Gracias por existir y seguir siendo un buen hombre, una buena persona, a pesar de todo lo que nos ha pasado como país.
Ojalá algún día abras un facebook y compartas con tod@s más DE CERCA.
Un abrazo.
Muchas gracias por los conceptos. Esta visión personal nunca cambió, ni estando fuera, ni estando dentro de la política
Bolivia será lo que realmente soñamos que sea o será la Bolivia que añoramos desde nuestra juventud. La transición de siglo nos dejo una lección importante . . . la certeza que fue la única de la cual fuimos testigos, entonces nos queda escribir esta historia siendo participes de ella y dejando a los nuestros (aquellos que están siguiendo nuestros pasos), la voz de la verdad y la lucha por nuestros derechos.
Una consulta (casi una tontería), recuerdo por esa foto del programa ‘De Cerca’ que por aquellos años Carlos Mesa solía lucir camisa y suspensores, me pregunto si es casualidad o le gustaba el estilo de Larry King? Saludos cordiales.