Presencia en Quito en la Universidad de las Américas

Ernesto Samper ex presidente de Colombia, Sixto Durán ex presidente de Ecuador, Carlos Mesa y Osvaldo Hurtado ex presidente de Ecuador

El 29 de septiembre, invitado por el Foro de Biarritz y la Universidad de las Américas del Ecuador, participé en el Foro «América Latina, dos modelos una región» junto al ex presidente del Ecuador Osvaldo Hurtado y el ex presidente de Colombia Ernesto Samper.

El periódico de Quito «El Espectador» hizo esta reseña de ese encuentro:

¿Qué democracia para la región?

Dos modelos, una sola región: bajo ese lema, la Universidad de la Américas y el Foro de Biarritz organizaron ayer un encuentro de tres expresidentes en Quito con un auditorio lleno con cerca de 300 asistentes: Carlos Mesa de Bolivia, Ernesto Samper de Colombia y Osvaldo Hurtado de Ecuador.

Teodoro Petkoff, dirigente político venezolano hacía parte del panel. Pero Carlos Larreátegui, rector de la universidad, informó que la noche anterior fue hospitalizado en Caracas.

El expresidente Hurtado abrió el foro con una pregunta: ¿Qué se entiende por democracia? Elecciones libres, división de poderes, rendición de cuentas, una Justicia independiente, libertades, pluralismo, alternancia en los gobiernos… En definitiva: «en democracia no existen presidentes vitalicios».

Y para aterrizar su análisis en Ecuador, leyó los artículos 3, 4, 5 y 6 de la Carta Democrática de la OEA. Así, comparando principios y hechos, construyó sus conclusiones: no hay en el país procesos electorales equitativos. Rafael Correa no respeta la Constitución ni las leyes. No hay división de poderes. El presidente es el único legislador y usa la justicia para enriquecerse… Cuando evocó la demanda de 80 millones de dólares a El Universo, Carlos Mesa volvió la cabeza hacia Ernesto Samper y el expresidente colombiano apuró un sorbo de agua.

La demostración de Osvaldo Hurtado no había terminado: libertad de prensa restringida, un solo partido en todos los organismos del Estado, criminalización de la protesta… «Esta es una democracia -dijo- en la cual el único que participa es el presidente de la República».

¿Cómo calificar (se preguntó) a un régimen que sólo cumple con uno de los ocho elementos que caracterizan la democracia? Avanzó una teoría: hoy los golpes de Estado los dan presidentes elegidos.

Carlos Mesa, expresidente de Bolivia del 2003 al 2005, mostró de nuevo por qué fue, hasta lanzarse a la política, el mejor periodista de la TV en su país. No leyó y habló durante 45 minutos, con una sindéresis que el auditorio aplaudió. Político progresista, evitó poner las cosas en blanco y negro. Se devolvió a los ochenta para decir que modelos de izquierda, centro o derecha estuvieron de acuerdo, por ejemplo, en el pago de la deuda social. El manejo sensato de la economía no tiene ideología. Esa es según él una lección del neoliberalismo.

Con ese terreno abonado, Mesa pasó a su demostración de fondo: la idea de una democracia basada en valores comunes. Y advirtió que no sólo desde las izquierdas se tiende, en este tema, al autoritarismo.

¿Por qué líderes como Chávez, Correa o Morales tienen gran caudal de votos? Su respuesta es sencilla: por la bonanza económica. En Bolivia se han multiplicado por cinco las exportaciones desde 2003. Creció el gasto 3 veces y media, pero no se nota: los ingresos del Estado son 5 veces mayores. La popularidad no está ligada, entonces, a la buena gestión sino a un chorro de beneficios.

El problema está en que figuras como Morales se vuelven el proceso. No hay diferencia entre él y las instituciones. Y, ante el deseo de perennizarse, preguntó dónde está la revolución rusa de 1917, y otras desde la revolución francesa.

Él insistió en que la sola pregunta de qué pasa con una sociedad si algo le ocurre a esos líderes, es una afrenta. Es una idea castradora. Eso representa un envilecimiento espiritual, ideológico, político. «Ese liderazgo, planteado de esa manera, no termina bien».

¿Cuál es el derecho, se preguntó, de alguien a apropiarse de una sociedad y que todo gire a su alrededor? Si el proceso no resiste crítica, oposición, fiscalización… no es democrático.

Ernesto Samper se volcó en la economía. Repasó las políticas de los 80, las venenosas recetas de esa época, el consenso de Washington, la aspiración fallida a crear un bloque americano de libre comercio, la asimetría comercial que comparó con el deseo de ir al paraíso: todos quieren ir, pero todavía no.

Su reflexión descarnada pareció dirigida contra Washington. Pero también devolvió la pelota a las tareas incumplidas de los latinoamericanos. Se ha reducido la pobreza pero no la iniquidad. Estos países se están comiendo la clase media «que gasta todo lo que tiene en aparentar todo lo que le hace falta». La educación perpetúa el cuadro de pobreza y desigualdad.

¿Qué falta? Llenar la brecha entre el campo y la ciudad. La brecha tecnológica. La falta de competitividad, de conocimiento, capital, plata, educación. Hay más democracia, pero menos gobernabilidad y legitimidad. Hay más poderes fácticos que hacen política sin decirlo. Como hay café sin cafeína. No hay conciencia de lo inexorable que es la globalización.

La democracia, para él, no es solo elegir y gobernar democráticamente sino tener objetivos democráticos. Samper quiso convencer de que hay tantos retos y tareas pendientes, que en el continente deberían coexistir los dos modelos. Y para el caudillismo, propone ir hacia un semiparlamentario. Como en la V República Francesa. Con un primer ministro que absorba la inestabilidad política, haga contrapeso al Ejecutivo y lo despoje en parte de su enorme poder.

José Hernández, Redacción Quito

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