
Carlos D. Mesa Gisbert
Como es de uso tradicional, todo nuevo académico hace, antes de leer su discurso de ingreso, el homenaje al miembro numerario que lo antecedió en la silla que ocupará en la Academia Boliviana de la Lengua. Esta es la remembranza que hice del gran novelista Néstor Taboada Terán, mi antecesor antes de presentar mi discurso de ingreso a dicha corporación (14 de noviembre de 2025)..
El 29 de septiembre de 1983 (hace 42 años) la editorial Gisbert presentó simultáneamente dos libros muy distintos, la tercera edición de la novela El precio del estaño de Néstor Taboada Terán y la primera edición de mi libro de historiaPresidentes de Bolivia entre urnas y fusiles. Ese día conocí a Néstor. Hoy, el azar quiere que lo suceda en la Academia Boliviana de la Lengua heredando la letra “b” minúscula que ostentó como miembro de número.
El consagrado escritor tuvo entonces buena sintonía con el joven historiador. Un año después promovió que me invitarán a la feria del libro de Montevideo, a la que lo acompañé presentando ambos los libros mencionados. El semanario Opinar de la capital uruguaya, en una crónica a propósito de una mesa redonda en la que estuvimos los dos con escritores del país anfitrión, tituló en uno de sus acápites: “Bolivia 6 Uruguay 0” que concluía así: “Una señora de cierta edad, que había estado meneando la cabeza con claros indicios de desaprobación durante gran parte de la mesa redonda, mientras se ponía un tapado un tanto raído, antes de salir comento desconsolada: “¡Qué vergüenza! Bolivia 6 Uruguay 0”.
Néstor Taboada (nacido en La Paz en 1929, fallecido en Cochabamba en 2015) fue un gran escritor, un personaje singular y risueño, un activista y un hombre incansable. Para tener una visión completa sobre él, es difícil separar una cosa de las otras. Ese espíritu se traduce en el tono de toda su obra narrativa
Mi primer contacto con su literatura lo hice en la biblioteca de mis padres. Encontré allí una rareza, el libro de cuentos Germen (1950), alguno de cuyos relatos ambientados en el yermo altiplano rezumaba un erotismo desbordado, que el autor no abandonó nunca. Esa obra primeriza abrió su caudaloso río creativo en el que encontramos novelas, cuentos, teatro, ensayos biográficos, textos históricos, crónicas de viaje y columnas periodísticas.
Siempre vital, Taboada se asumía mestizo y, como lo fue Raúl Lara para la pintura, lo es él como narrador. Más de rupturas que de confluencias en la sociedad andina colonial y en la republicana, cuyo sustrato constante es la permanencia del mestizaje como superposición antes que como fusión.
Su militancia política fue también agua de la que bebió en su paso por el PIR, luego como cuadro del Partido Comunista, crítico del MNR y admirador del triunfo electoral de Evo Morales. Militancia que en tiempos de dictadura le costó el exilio.
Autor de siete novelas, su legado se concentra en cinco de ellas.
El precio del estaño (1960), retrato social de la minería antes de la revolución de 1952, a partir de la masacre de Catavi que, visto el resultado de la nacionalización de las minas, no fue anacrónica.
El signo escalonado (1975), otra vez con el escalpelo de la indagación social, es un cuadro de Bolivia en los años anteriores a la guerra del Chaco, en un juego narrativo de alternancias temporales con Patiño como sombra permanente.
Su obra mayor tiene que ver con su mirada del dislocamiento definitivo producido en el periodo colonial, se trata de Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios (1977), leyenda tomada de la obra clásica de Arzans sobre Potosí, que en su pluma toma un vuelo poético, desgarrado, capaz de iluminar la naturaleza de la construcción del alma de la nación. No poco importante es el hecho de que el compositor Alberto Villalpando estrenara en 1995 una opera en tres actos sobre libreto del mismo título del propio Néstor.
En ocasión del quinto centenario del complejo encuentro de dos mundos, publicó Angelina Yupanqui marquesa de la conquista (1992), una versión implacable de la conquista del Perú, a través de la simbólica unión de Pizarro con Cuxirimay Ocllo que había sido mujer de Atahuallpa.
Termina esta saga de indagaciones sobre la médula del país con La Tempestad y la sombra (2000), una mirada revisionista sobre Melgarejo, el paradigma del dictador boliviano y latinoamericano.
Podía hablar también de su mejor cuento El cañón de punta grande, o de Naranjas maquilladas escritos del exilio, o de King Kong today, mirada cáustica sobre Estados Unidos, pero creo que basta con reafirmar que Néstor Taboada Terán es uno de los escritores imprescindibles de la literatura boliviana.
Si hay algo grato para mí, en la relación personal que mantuvimos, es su risa inconfundible que pude compartir varias veces, a pesar de la diferencia generacional. Esta vez la “b” minúscula nos vuelve a encontrar juntos en la Academia Boliviana de la lengua, él como mi antecesor yo como su heredero, lo que no puedo menos que celebrar.
La Paz, noviembre de 2025
Muchas gracias querido Carlos por este precioso escrito y mi gran enhorabuena por tu ingreso en la Academia.
Conozco muy poco la literatura boliviana; tus comentarios sobre la obra de Taboada me anima a buscar alguna de sus obras.
Gracias por compartir este precioso artículo. Un abrazo