Invitado por el NDI (Instituto Nacional Demócrata) dirigido en Honduras por Salvador Romero B., compartí con el periodista mexicano Miguel Medina una atractiva experiencia con los candidatos de los ocho partidos que compiten por la presidencia de Honduras en noviembre de 2013.
Durante cuatro días conversamos con los candidatos, transmitiendo nuestra experiencia tanto periodística como política. Fue no sólo un intercambio útil para los políticos hondureños con los que estuvimos, sino un recuerdo de lo que fue mi trabajo como periodista en el seguimiento electoral del país entre 1979 y 2002, sino también la dura pero aleccionadora ruta de la campaña electoral de 2002 que comenzamos en enero de ese año y terminamos en junio con un apretado triunfo, después de cinco meses verdaderamente agotadores.
Es interesante analizar que en el caso hondureño todo parece indicar que el país está en un punto de inflexión. La crisis de 2009 que desplazó del poder a Mel Zelaya, destapó una grave situación de falta de credibilidad en el sistema político. El voto de 2013 puede generar dos resultados: el triunfo de un partido tradicional (nacionales o liberales) o el de quienes reivindican el cambio (Libre o el Partido anticorrupción). Cualquiera que sea el desenlace, se romperá el bipartidismo y según quien, gane la «olla» que está sometida a una fuerte presión puede tener un escape controlado o eventualmente generar una fuerte confrontación social.
La idea de una posible Asamblea Constituyente gira sobre el país, propuesta por Libre (el partido de Zelaya, liderado por su esposa Xiomara Castro) y rechazada por los partidos tradicionales, parece inevitable (tarde o temprano) dado el actual contexto. Los tres problemas fundamentales para la población son: Inseguridad, desempleo y corrupción, temas antes los cuales, en general, el escepticismo popular es el que manda.